Andrés Sarre: “Cada cantante que acompaño me aporta algo positivo”

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“La voz humana es el instrumento que mejor puede llenarte el alma”

El pianista, coach y acompañante Andrés Sarre se ha convertido en una presencia indispensable en la escena operística de nuestro país. Poseedor de un vasto conocimiento de estilos de canto e interpretación, Andrés es un frecuente invitado como acompañante al piano en recitales de muchos cantantes y estudiantes de canto mexicanos, además de haber colaborado con artistas de prestigio internacional, de los cuales nos platicó en esta breve charla. 

¿Cuáles son los desafíos de un pianista al acompañar a un cantante?
El más importante desafío es ser un soporte para el cantante, ponderar la unión de las palabras y la música y no sobresalir uno mismo como pianista.

Durante más de una década has acompañado profesionalmente a diversos cantantes. ¿Cómo ha sido esta experiencia?
Ha sido muy gratificante y enriquecedora. Creo que la voz humana es el instrumento que mejor puede llenarte el alma, más que cualquier otro instrumento musical, especialmente por la simbiosis de la palabra y la música. Creo que cada cantante que acompaño me aporta algo positivo en el conocimiento de la voz.

Has tenido la oportunidad de colaborar como pianista repasador y acompañante de célebres maestros, cantantes y directores musicales. ¿Podrías platicarnos al respecto?
A lo largo de mi vida he colaborado con muchos cantantes. En España me tocó trabajar con las mezzosopranos Teresa Berganza y Alicia Nafé. Después estuve un año en la escuela para cantantes y pianistas de la soprano Mirella Freni en Módena (Italia), donde mi maestra era Paola Molinari. Fue para mí una impresión muy fuerte, pues no conocía la escuela europea, ni el carácter fuerte y hierático de mucha gente italiana.

Recuerdo los gritos recibidos de Mirella Freni que, dentro de todo, me aportaron algo positivo de aprendizaje. En Bolonia estuve dos años en el estudio del Teatro Comunale, que con frecuencia ofrece clases maestras con cantantes y directores importantes, de los que recibí muchos consejos positivos para mi preparación. Cada artista te comparte su propio arte, así como su muy distintiva manera de hacer las cosas, por lo que uno debe recibir todo y discernir, estar abierto a cada posibilidad, mantener una actitud receptiva siempre. 

De los directores de orquesta que estaban trabajando en ese estudio logré aprender mucho también. Recuerdo al maestro Riccardo Frizza y a Renato Palumbo, entre otros. Recuerdo una anécdota muy particular con el gran maestro Bruno Bartoletti. Mi clase maestra con él duró solo 25 minutos. Estábamos acompañando a un tenor que interpretó ‘Che gelida manina’ de La bohème…, pero no salimos del primer la bemol del aria, pues el cantante no pasó del ‘Che ge…’ inicial, ya que no lograba entrar en el momento justo ni con la intención adecuada. Entonces fueron 25 minutos de repetir ese la bemol en el piano.

Admiro mucho a varios cantantes con quienes trabajé, como Renata Scotto, Katia Ricciarelli, Ileana Cotrubas y el célebre tenor Luigi Alva, con quien viví una experiencia musical inolvidable y muy conmovedora. Allá también colaboré con el tenor mexicano Francisco Araiza. Por cierto, mientras tocaba en su clase maestra, me avisaron que había muerto mi papá. 

También quiero destacar al tenor Raúl Giménez y a la mezzo Dolora Zajick, con quienes viví una experiencia muy grata. En Alemania me tocó trabajar con Jennifer Larmore. En varias ocasiones fui al Teatro Municipal de Santiago de Chile, donde volví a trabajar con Larmore y con el gran maestro Alessandro Corbelli, que fue extraordinario. En el Estudio de Ópera de Bellas Artes, en la Ciudad de México, trabajé con el maestro Ramón Vargas, cuya presencia fue un regalo para todos los integrantes del estudio en ese momento. El año pasado fui maestro de repertorio y pianista acompañante en Busetto donde colaboré con el barítono Renato Bruson, y nunca imaginé lo maravillosa que sería esa oportunidad, al grado de sentir un gran afecto por él.

Andrés Sarre acompaña a la soprano Lorena Flores en el Recital de voz y piano del Conjunto Santander de las Artes, en Guadalajara

¿Qué opinas de las clases maestras impartidas a los cantantes de ópera?
Creo que son muy valiosas, pues otorgan al artista muchas herramientas para su desempeño profesional, y más si vienen de un experto cuya sólida preparación resulta bien enfocada, con sabiduría y respeto.

¿Y de los concursos de canto en México?
Creo que son una motivación importante para prepararse mejor y destacar el talento que abunda en nuestro país. Hay que estudiar siempre y prepararse bien, pues ser un artista profesional es una gran responsabilidad. Asimismo, hay que aceptar tus fallas y limitaciones para poder avanzar. Creo que hay muy pocos concursos para un país tan grande y con tantas voces con un futuro promisorio.

¿Cuál es tu ópera favorita y a qué cantantes contemporáneos admiras?
Mi ópera favorita suele ser aquella que estoy preparando o en la que estoy participando. Disfruto escuchar óperas no tan conocidas. En este momento estoy conociendo las óperas del compositor italiano Alberto Franchetti, cuya inspiración me conmueve mucho. Pero si tuviera que elegir una sola ópera favorita, creo que sería Faust de Gounod. Y, de los cantantes, admiro mucho a Renée Fleming y Ramón Vargas.

¿Qué opinas del actual panorama operístico en nuestro país?
Hay muchos cantantes de muy buen nivel, pero les falta la práctica. El cantante de ópera necesita del escenario para que su formación sea completa. Ojalá hubiera más estudios de ópera y más funciones para que se dieran más oportunidades, especialmente para los nuevos cantantes, ávidos de compartir su talento. 

Creo que el cantante, además de todo, debe aprender idiomas y obras que seguro le abrirán las puertas y brindarán oportunidades en otras partes del mundo. Estar bien preparado será siempre tu mejor virtud.

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