Christian Senn: “En el barroco, cada aria es casi una ópera”

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“Soy barítono, aunque también puedo cantar notas de bajo, lo cual me ha ayudado bastante en el repertorio barroco” © Ribaltaluce Studio

Aquella tarde del pasado viernes 25 de octubre, una ligera llovizna caía sobre las calles de Milán. En el exterior del Teatro alla Scala coincidimos con el barítono chileno Christian Senn, quien un poco más tarde participaría en el montaje de la ópera Giulio Cesare de Georg Friedrich Händel al lado de sus ilustres colegas Danielle DeNiese, Philippe Jaroussky, Bejun Mehta y Sara Mingardo. Caminamos a una cafetería cercana y ordenamos cada quien un capuccino, emocionados por el citado espectáculo barroco que a las 7:30 de la noche iniciaría, donde tuvo lugar esta plática para Pro Ópera.

Poseedor de una exitosa carrera en el mundo de la ópera, Senn se ha presentado en los escenarios más importantes del orbe bajo la dirección directores como Riccardo Muti, Riccardo Chailly y Antonio Pappano, así como grandes especialistas como Giovanni Antonini y Fabio Biondi, interpretando óperas barrocas, clásicas y románticas, además de misas y oratorios de diversos compositores.

¿Cómo se siente esta noche antes de la función de Giulio Cesare en que interpreta el rol de Achilla en la producción de Robert Carsen?
Me siento bien. Hoy la voz está bien, luego de haberme enfermado después de la primera función. Siempre es muy emocionante cantar aquí en La Scala, este maravilloso templo de la lírica internacional, y me alegra mucho participar en esta ópera.

Retrocediendo en el tiempo, ¿hace cuantos años inició su carrera y cómo descubrió su voz?
Hace veinte años fue mi debut profesional, cantando en la Petite Messe Solennelle de Rossini, precisamente aquí en Milán. Desde 1998 vivo acá con mi familia. 

Descubrí que mi voz era susceptible al canto operístico luego de entrar al Coro Universitario de Concepción en mi natal Chile. En aquella época yo era un veinteañero y estudiaba para bioquímico, al mismo tiempo que música. Fue un flechazo con ese arte al escuchar las voces, la armonía. En aquel coro descubrí a mis dos amores: mi esposa, con quien tengo tres hijos, y el canto. 

Mi tesitura no estaba muy definida al principio: algunas personas pensaban que era tenor, pues mi timbre sonaba claro, asedado, y me hicieron estudiar un año como tenor, erróneamente. Pronto mi tesitura empezó a mostrar buenas notas graves, de modo que soy barítono, aunque también puedo cantar notas de bajo, lo cual me ha ayudado bastante en el repertorio barroco. 

Recordemos que en esa época las tesituras bajas no estaban tan bien definidas como ahora. Los cantantes tenían una extensión muy amplia. Hay óperas de Händel en que arias de algún personaje están escritas casi con tres octavas de amplitud, como ‘Fra l’ombre e gl’orrori’ de Acis, Galatea e Polifemo, que salta de un La agudo a un Re grave: una aria realmente difícil. Con el tiempo descubrí que soy un barítono con buenos graves.

¿Cómo fue su preparación musical?
En la universidad, mientras estaba en el coro, tuve clases de polifonía y técnica vocal, pero también tomé clases particulares, además de clases magistrales con cantantes —especialmente en Italia— de las que logré enriquecerme mucho.

Usted interpreta roles de óperas barrocas como Argante en Rinaldo y Astolfo en Orlando furioso, entre otros. ¿Se siente identificado con el repertorio barroco o solo es parte de su versatilidad como cantante?
Estilísticamente me siento bien, quizá no tan identificado, pero a mi voz le queda cómodo el repertorio barroco, quizá por poseer una vocalidad noble a la que le quedan perfectos roles de Mozart como Don Giovanni, el Conde de Almaviva y Guglielmo, con los que me siento más identificado y que son mis predilectos. 

Creo que lo barroco le sienta bien a mi voz técnicamente, no tanto por el estudio estilístico o la filología, ni porque yo quiera orientarme solo a este periodo musical. De hecho, he hecho también mucho bel canto: he cantado más de 150 veces el Figaro de Il barbiere di Siviglia de Rossini, un rol juvenil muy agudo pero también maravilloso.

¿Cuáles son las exigencias que le brinda Händel a su tesitura?
Las agilidades están siempre en el camino, y hay que tenerlas siempre presentes. También hay que cantar todas las notas de la partitura escritas por el compositor: hay que cantarlas todas y bien. En el caso de Achilla, la tesitura es bastante amplia, así como el Argante: muy grave y muy aguda. 

Händel tiene obras realmente maravillosas para mi voz. Hace dos años en este mismo teatro interpreté el Leone junto a Plácido Domingo en el papel de Bajazet y Bejun Mehta en el personaje titular de la ópera Tamerlano.

La ópera barroca ha estado presente en los últimos años en muchos teatros del mundo. ¿Por qué?
Yo creo que por la necesidad de que haya un repertorio distinto, novedoso. La ópera barroca, sin embargo, exige mucho escénicamente. Es muy difícil montar una obra del género, por la forma en que están construidas: aria, recitativo, aria, recitativo, donde cada aria es casi una ópera. Hay que construir toda una escena para cada aria, con su respectivo vestuario, iluminación, trazo… que no se pueden repetir. Hay óperas, como Rinaldo, con más de veinte arias que requieren igual número de ideas escénicas. El barroco también exige un estudio profundo del estilo musical, de la voz, pero el resultado es algo fascinante.

Hace poco murió el maestro Rolando Panerai, quien comentó alguna vez que la tradición es la única salvación para la ópera. ¿A usted le gustan las puestas vanguardistas o prefiere las tradicionales?
Panerai fue un gran barítono, sin duda, un artista legendario y espléndido. En la función pasada le dedicamos un minuto de silencio. Creo que tenía razón: la tradición es importantísima. Existe la tradición de lo que vemos, como la escenografía, los trajes; pero también existe en lo musical. En el aspecto vocal, por ejemplo, es tradición cantar las notas agudas por largo rato, porque eso le encanta al público, pero también hay artistas que prefieren respetar lo que está escrito en la partitura, y causan polémica. Hay público para todo, y en Italia todo esto siempre ha sido más drástico. 

Lo fundamental, a mi juicio, es una escenificación coherente. Los ojos del italiano están llenos de belleza, así que cuando ellos ven en escenario escueto o diferente pueden desilusionarse. Sabemos que una buena escena cuesta mucho, pero algunos directores rompen con la tradición y traicionan la música. El público viene porque ama la ópera, las voces, la música. Eso hay que respetarlo con producciones integrales y atractivas.

“Escuchar y estudiar a Dietrich Fisher-Dieskau fue una gran escuela inicial y me brindó la clave del canto.”

¿Algún cantante en particular fue influencia para usted? ¿Cuál es su ópera favorita?
Mi compositor favorito es Bach, pero mis óperas predilectas son Così fan tutte y Le nozze di Figaro, ambas de Mozart. En un principio fue muy importante para mi formación Dietrich Fischer-Dieskau. En mi juventud tenía un caset en el que interpretaba el ciclo de Lieder Die Schöne Müllerin de Schubert (ciclo que también he tenido la suerte de cantar en varias ocasiones). Fischer-Dieskau fue mi primer gran maestro, fue toda una escuela, porque encontré en él no solo un admirable amor por la música, sino un gran respeto al sentido de la palabra; a lo íntimo que puede ser el canto. 

Tuve un buen maestro de canto que al principio me hizo cantar arie antiche de 1600 y 1700 y Lieder. Me enseñó a cantar legato, me habló de la importancia de la palabra, del idioma. Pero escuchar y estudiar a Dietrich Fischer-Dieskau fue una gran escuela inicial y me brindó la clave del canto.

¿Cuáles son sus compromisos futuros?

Después de Giulio Cesare interpretaré Marcello en varias funciones de La bohème en Bari, a lo que seguirá L’italiana in Algeri bajo la dirección del maestro Jean-Christophe Spinosi con el admirable Ensamble Matheus. 

Luego seguirá Pelléas et Mélisande en Parma, Módena y Piacenza, y después Dandini en La cenerentola en una gira por Inglaterra. Luego volveré a Chile para Il barbiere di Siviglia, lo cual me emociona muchísimo.

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