María Katzarava: “Al arte no le puedes poner edad ni límites”

María Katzarava como Leonore en Fidelio, con Héctor Sandoval (Florestan) en Bellas Artes

La soprano María Katzarava se conecta puntual para nuestra cita, en la que conversaremos para los lectores de Pro Ópera. Su profesionalismo se mantiene intacto, como en aquellos años juveniles y soñadores en los que daba sus primeros pasos en el mundo lírico, andanzas de las que dimos cuenta en esta misma publicación. Su arribo preciso, pese a que momentos antes concluyó un exhaustivo ensayo con miras al estreno, tres días más tarde, de la ópera Fidelio de Ludwig van Beethoven en el Teatro del Palacio de Bellas Artes, es solo una muestra de ello. 

A través de la pantalla de la computadora, la cantante no se aprecia cansada, pero sin duda reserva energía para abordar con total plenitud el rol protagónico de la única ópera del genio de Bonn. De hecho, su iluminación es baja, casi penumbrosa, lo que sin duda contrasta con los reflectores bajo los que ha construido una carrera operística ya próxima a las dos décadas de extensión. María Katzarava ha entrado en un proceso de madurez artística y vital desde hace tiempo.

Es amable, cálida, pero también más reflexiva. Sin lugar para la duda o el titubeo en sus palabras. Su discurso, el que da cuenta sobre sus experiencias en los ámbitos del canto, de la enseñanza y de la gestión artística, fluye presto. Previamente consolidado, en muchos sentidos.

María, después de once años de haber cantado el rol de Marzelline en esta misma ópera Fidelio de Beethoven, vuelves a Bellas Artes y a esta partitura, pero ahora para interpretar a Leonore. Cuéntame qué ha cambiado en tu voz, en tu trayectoria profesional y en tu vida, durante ese lapso, para que ahora abordes este rol.
Pues la verdad estoy muy contenta de poder volver al Palacio de Bellas Artes, después de cuatro años de no estar presente en este teatro por múltiples razones. Siempre es una alegría volver a casa, pero además me llena de especial motivación cerrar el año con Fidelio, porque fue casi en las mismas fechas hace once años. Yo, en esa época, venía prácticamente de ganar el concurso Operalia. Tenía 25 años en aquel entonces y cantar Marzelline en aquel momento era algo que me gustaba mucho. Hice varias Marzellines a lo largo de mi carrera.

Luego, al comenzar mi cambio de repertorio, me sirvió mucho abordar ya Leonore. Creo que la debuté en 2015, en Estados Unidos, y fue una gratísima experiencia porque creo que mi voz fue madurando, creciendo, y no me salté ni un paso —ni emocional ni vocal— para poder llegar a lo que yo quería. 

Después la dejé descansar todos estos años y volver a cantar Leonore, ahora con otra visión, con otra madurez vocal, y otra madurez emocional también, me ha enriquecido. Me siento muy segura y me siento —ahora sí que como dicen— “en mi mero mole” vocalmente.

Hace 11 años en Bellas Artes: María Katzarava (Marzelline) y Emilio Pons (Jacquino) © Ana Lourdes Herrera

Marzelline es una chica más candorosa, quizá también tiene algunos toques de ingenuidad y se deja llevar por lo que ve. Mientras que, en el caso de Leonore, estamos hablando ya de un personaje que no solamente se deja llevar por lo que ve, sino por una serie de ideales y de sentimientos mucho más profundos que, de hecho, la convierten en una heroína. Cuéntame esa transición anímica para interpretar un papel así…
Creo que Beethoven fue muy revolucionario para su época. El haber puesto un rol travestito me parece súper interesante, ya que casi no los hay para soprano. Y el hecho de que este rol sea el principal y travestito (una mujer vestida de hombre), imagínate todo lo que significaba. ¡Me encanta, de verdad, igual que la historia de inicio a fin! 

Lo que significa Leonore es mucho para mí. Es una mujer muy fuerte, muy valiente, muy evolucionada para su época también. Es totalmente arriesgada y —algo que yo creo que se ve cada vez menos— es exponente del amor incondicional hacia el ser humano en general. Y de la lealtad también, un valor que de igual manera se ha perdido mucho. Entonces, eso nos recuerda lo que no deberíamos perder y lo que deberíamos tener siempre en cuenta como personas: el valor de la lealtad y del amor incondicional.

Hay numerosos papeles y múltiples obras que encuentran su motor dramático justamente en la infidelidad. Pero, en este caso beethoveniano, el propio título nos hace referencia a eso que comentas sobre la fidelidad. ¿Qué tan importante consideras este valor para poner en contexto la valentía del personaje de Leonore, lo que marca una diferencia grande respecto de otros papeles operísticos?
Al menos a mí, me ha dado una lección el tener entre las manos el valor de lo que significa el amor con mayúscula. Porque son cosas que cada vez valen menos, desafortunadamente, en el mundo actual. Pensamos menos, sentimos menos, vamos muy deprisa en la vida. Me da la sensación de que cada vez le damos menos peso a lo que es el amor en general, al ser humano, como te decía, y haberme adentrado tanto en Fidelio sí me ha dejado pensando en lo que es la entrega, la lealtad, la honestidad, la sinceridad y lo que es un canto de amor a la libertad.

Leonore, para mí, es una mujer ejemplar y muy fuerte. No es una mujer sumisa ni abnegada, sino una mujer que lucha para llegar a donde sea necesario, con tal de salvar y liberar no sólo a su esposo, sino a todos aquellos reos que están ahí en prisión, muchos de ellos injustificadamente. Entonces es una lucha. Ella mueve masas, si lo vemos de esa manera. Por eso a mí me gusta mucho el personaje de Leonore, me significa mucho y es uno de mis papeles favoritos. 

Producción de Jorge Ballina para el concierto escénico de Fidelio en el Palacio de Bellas Artes,  con dirección escénica de Mauricio García Lozano y dirección musical de Iván López Reynoso

Y ahora vuelves también bajo la dirección escénica de Mauricio García Lozano, quien dirigió también aquel Fidelio de 2010 en la reapertura de Bellas Artes, pero ahora con condiciones sanitarias y por tanto escénicas muy distintas. Cuéntame en ese sentido cómo se ha adaptado la obra, por lo menos en lo que a tu trabajo se refiere…
La verdad es que Jorge Ballina, el escenógrafo que también estuvo hace once años, y el maestro Mauricio García Lozano, han hecho un trabajo excepcional. Puedo decirte que, como siempre, trabajar con ellos para mí es un enorme placer, ya que es muy gratificante ver el trabajo que realizan. Sé que fue la versión número 26 de la escenografía, porque todo se tenía que acoplar a lo que las condiciones pandémicas obligaban. Pero creo que ha surgido algo extraordinario: una escenografía moderna, minimalista, y que se ve limpia. Para mi gusto queda como anillo al dedo con lo que quiere decir el texto de Fidelio. Todo, de inicio a fin.

Y, bueno, el maestro García Lozano es un director que te deja ser y crear. Además, te ayuda también a crecer tu personaje y puedo decirte que me siento muy honrada de cerrar este año tan difícil en unas condiciones que realmente han sido espectaculares para como estamos en la pandemia. Debo aplaudir que la Ópera de Bellas Artes lo está haciendo muy bien a nivel de cuidados no sólo de los artistas, sino de los participantes de toda la producción: técnicos, músicos y demás.

Carsten Wittmoser (Rocco), Katzarava, Sandoval y el Coro de Bellas Artes

María, en estas condiciones de prevención sanitaria, ¿cómo es la interacción con el resto del elenco y con la orquesta que, en este caso, va a estar arriba del escenario? En términos generales, ¿qué ha cambiado ahora que has regresado a los escenarios después de la pandemia, en medio de estas oleadas de contagios, de precauciones, de incertidumbre, pero también de una gran necesidad de que el arte cobre su dimensión dentro de la sociedad a la que pertenece? ¿Puedes decirme cómo te has sentido como artista en medio de todo esto que estamos viviendo?
He tenido la suerte de ser una artista que, desde hace más de un año, entró a cantar en la pandemia. Yo, hasta eso, no me pausé como muchos artistas que sí se han detenido por mucho más tiempo. Yo entré al escenario desde diciembre del año pasado y en enero de 2021 participé en Il trovatore, en España. Luego estuve en el Teatro Real, y ahora esto.

¿Qué es lo que sí he visto? Que es horrible estar cantando con el cubrebocas todo el tiempo: es muy incómodo. El coro, aquí y allá, está cantando con el cubrebocas y no se puede hacer nada como cantante, pues te sofocas. ¿Qué ha cambiado también? Al menos en esta puesta, no hay interacción con los demás cantantes porque, además, es una versión en concierto escenificado. Justamente por esto: porque no queremos que por algún pequeño error se cancele y se cierre si alguien da positivo. Nos están cuidando mucho. Y yo lo aplaudo, porque es muy difícil hacerlo. Aunque en México estemos en “semáforo verde”, para mí no es ningún verde. Hay demasiados contagios, demasiadas muertes por Covid, así que ya es un milagro lo que está sucediendo aquí para mí: es un milagro y me parece excelente y preferible hacerlo así a que no haya nada. Y pues a nivel mundial es lo mismo: hay distancia entre los cantantes; no hay acercamiento, tal como antes. Está el hecho de que te pregunten: “¿te puedo abrazar?”. O sea, te piden permiso para ello. Creo que así vamos a estar muchos años. ¿Cuántos? No lo sé.

Cuéntame cómo ha sido tu carrera a lo largo de la pandemia. Ya lo decías a grandes rasgos: efectivamente llevas más de un año activa en los escenarios, pero también te has enfocado en otros proyectos como tu Estudio de Ópera o tu propio Concurso de Canto.
En México, hice varios conciertos. Estuve en España. Y sí: también hice la inauguración de mi estudio. Era un proyecto que tenía en mente desde hace muchos años, pero que no había concretado “por angas o por mangas”. Ahora sí me di a la tarea de que sea una parte muy importante de mi carrera, porque creo que no sólo se puede estar pensando en uno mismo. Yo necesitaba también trabajar con nuevas generaciones. Específicamente con voces femeninas. Trabajo con todas las voces, pero es obvio que sí me especializo en las femeninas, porque soy soprano. 

Y además de trabajar con las voces, busco su apoyo, el darles promoción, prepararlas al punto de enviarlas después con agencias. Para todo ello me he hecho espacio, porque es una labor que requiere mucho tiempo y energía. No es que uno tenga las ganas y ya por acto de magia se va a realizar. Es un proceso de trabajo.Por eso también me vine a México a residir, porque me interesa sacar voces mexicanas, pues creo que lo valen, ¿no?

Y me gusta. La enseñanza es una de mis pasiones. Eso no me lo descubrió la pandemia, sino que desde hace muchos años siento ese llamado. Creo que también hay un ciclo en la vida donde te llegan las cosas. O sea, si te va a llegar, te llegará. A mí me llegó y encuentro muy positivo ser una artista activa, sin descuidar su carrera, que trabaja también con las nuevas generaciones que vienen ya y pisando fuerte. 

¿En qué se distingue tu academia, tu forma de trabajar con las nuevas generaciones?
En primer lugar, ahora ya he logrado dar las clases de manera presencial, algo que enriquece enormemente a los artistas, porque crecen diez veces más rápido que en la virtualidad. En este trabajo con los pianistas y con los alumnos, vemos todo el repertorio que van a cantar, los preparo para hacer concursos, los preparo para hacer audiciones, les preparo un book para enviar a las agencias.

Próximamente, también voy a hacer un ensamble que los “ruede” a lo largo y ancho del país; y, en un futuro no muy lejano, también fuera de México. Porque necesitan tablas, necesitan experiencia. Les doy todo lo relativo a la técnica vocal y no me guardo nada en el bolsillo. Creo que es muy importante que todo lo que yo llevo aprendido en años de carrera se los brinde, porque lo necesitan. 

Todo el coaching que yo llevé durante años, tal cual, se los doy; más la experiencia que he adquirido también a lo largo de estos años. Es así, creo que es una labor de mucha paciencia, de mucha disciplina, que no se crea en un mes, ni en un año. Claro que depende también de cada persona, de las facultades, de la experiencia o de la facilidad que tenga la otra persona en absorber todo lo que yo les pueda dar como herramientas.

Y también les damos análisis de personaje, dicción, italiano, francés. Todos estos cursos son muy importantes y eso es lo que les estoy dando; yo me enfoco mucho en lo que siento y veo que hace falta, y se los doy tal cual.

¿Y cualquier cantante puede acercarse a tu estudio o, para aceptarlos, a ti también te interesa detectar algo en los jóvenes como para que puedas desarrollar ese talento que, quizá, poseen?
Más que nada, se necesita honestidad de ambas partes, tanto mía como del alumno. Yo nunca voy a endulzarle el oído a nadie, así como a mí tampoco me lo endulzaban. Entonces, creo que eso es algo muy importante, porque luego nos podemos encontrar con gente que sólo te aplaude, que te dice “qué bonito cantas”, pero no te dice nada en realidad. No te dice lo que no está bien.

Porque, claro, muchos cantantes no quieren escuchar lo que no está bien. Yo, sin embargo, creo que es fundamental ver dónde estamos fallando y corregirlo. También se necesita disciplina, entrega y paciencia, que es una de las virtudes más importantes que se requiere en cualquier carrera, pero específicamente en las artes, porque a veces el trabajo artístico no es tan tangible a la primera. El canto no es tangible y se necesita esa paciencia, ya que además cada proceso, cada voz, es diferente. Cada persona entiende y comprende las cosas en diferentes tiempos. Pueden pasar muchos años o pueden entenderse en seis meses.

Creo que he tenido la suerte y la alegría de poder coincidir con muchas voces que se ponen la camiseta; todas las personas que han entrado en mi estudio han asumido ese compromiso como no tienes una idea y eso también me impulsa a seguir creyendo en este proyecto. 

Al margen de los resultados positivos que la comunidad operística de nuestro país ha podido apreciar con tus alumnos en concursos, eliminatorias como la del Met de Nueva York o la aceptación que han tenido en otros estudios de ópera, ¿cuál es tu balance hasta el momento de tu faceta docente?
Me emociona. Te diría, incluso, que me emocionan más los triunfos de mis alumnos que los míos. A veces digo: “Ah sí, Fidelio, qué bien”. Pero me emociona más cuando viene una alumna y me dice: “Ay, maestra, me aceptaron en tal o cual lado”. Eso me llena de alegría, ¿sabes? Porque puedo decirte que esta carrera es como la rueda de la fortuna: un día estamos aquí, un día por allá. Las cosas cambian. Un día yo estuve ahí, donde están mis alumnas, y ahora estoy en otro punto. Y me encanta poder ver y disfrutar con ellas lo que logran porque por supuesto es un trabajo de dos, pero al final de lo que se trata es de ver el talento que aflora de ellas.

Es muy bonito verlas crecer. Es como ver a tus hijos cómo van creciendo; creo que es una sensación similar. Y, claro, pues me llena mucho de alegría ver que tres alumnas se quedaron en el EOBA , que otras están en esas eliminatorias del MET, que algunas más han ganado concursos internacionales… Todo eso me hace pensar que vamos por el buen camino, que lo que yo aprendí se los estoy pasando de manera adecuada. O sea, que los conocimientos se los estoy transmitiendo bien y ellas los están recibiendo correctamente. Eso de verdad me apasiona, pues me encanta verlas que logran sus sueños, que pueden vivir de la música.

¿Y de tu certamen, el Concurso Nacional de Canto María Katzarava, qué puedes decirme? Desde 2020, en su primera edición, se convirtió en una vitrina para los participantes, por el nivel de los maestros que lograste involucrar en él.
¡Claro! Y justo por eso era un proyecto que tenía desde hace años y no lo había concretado: por falta de tiempo. Pero el primer concurso, que se hizo fue el año pasado, tuvo tanto éxito que me sorprendí. Fue como ¡guau, pues algo estoy haciendo bien! Ahora lo convertí en edición presencial y se realizará en enero de 2022, en Xalapa, Veracruz, del 24 al 29 de enero del 2022. Y la idea es hacer anual esta cita. 

Por supuesto, ha sido un trabajo no sólo mío; tengo a un par de gestoras espectaculares que me han ayudado muchísimo en esto, porque evidentemente yo sola no llegaría ni a la esquina. Yo doy la cara, pero no hago todo ese trabajo, que es titánico: buscar patrocinios, encontrar el lugar donde se va hacer, porque va a ser con orquesta. Todos estos enlaces artísticos que también logramos: los patrocinadores, el dinero que conseguimos, todo, va sumado para la cultura México; para poner en alto el nombre de México; para poner en alto las voces mexicanas.

Algo muy importante de mi concurso es que no hay un límite de edad, porque a mí me choca poner barreras, no quiero que se le corte las alas a nadie. Al arte no le puedes poner edad ni límites. Desde el año pasado, quité esa cláusula de que haya un límite de edad como sí la hay en otros certámenes; creo que eso también incentiva mucho a muchísimas voces y les podemos cambiar la vida también con esto.

Entonces, el hecho de tener como jurado a gente especializada —también metí la categoría de zarzuela, por cierto—, pues también abre la puerta para conocer nuevas voces. Gracias a la Ópera de Bellas Artes, que me dio un premio; a la Ópera de Roma que me dio otro; a la SAS de Sinaloa que aportó el suyo —por nombrarte sólo algunos de esos apoyos—, puedo decirte que tengo un montón de premios para los participantes. Estoy muy agradecida con toda la gente que se ha sumado y que ha creído en este proyecto. Lo estamos haciendo cada vez más grande y creo que cada año será más y más importante. Quien crea en él, también se va a sumar; quien esté dispuesto a navegar hacia el mismo punto, se va a subir a mi barca.

 

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