Mireya Ruvalcaba: “La ópera jamás morirá”
Conversar una apacible y soleada tarde con la mezzosoprano tapatía Mireya Ruvalcaba acerca de su carrera como cantante, directora de coros y docente, resultó una experiencia muy grata, ya que evocó sus inicios en la música, sus experiencias en el escenario operístico y de concierto, así como algunas anécdotas y menesteres de la vida cotidiana de una artista completa.
Actualmente dirige al Coro Municipal de Zapopan en las funciones de la ópera Madama Butterfly de Giacomo Puccini que se realizaran en el Conjunto Santander de Artes Escénicas, con un equipo de elevado talento que incluye al maestro Enrique Patrón de Rueda en la dirección orquestal, mientras que lo escénico corre a cargo de Luis Manuel Aguilar “Mosco”.
La maestra Ruvalcaba ha sido una presencia importante en la vida cultural de Jalisco desde que era niña, sorprendiendo con su carisma e inteligencia musical. Ha continuación nos comparte datos de su atractiva actividad artística, en exclusiva para Pro Ópera:
¿Cómo comenzó tu viaje en el mundo de la música?
A los nueve años inicié mis estudios en al Departamento Infantil de la Escuela de Música de Guadalajara con los excelentes maestros de aquella época, que enseñaban el “Método Orff” en la escuela, donde estuve por cuatro años, a mediados de los 80. Como sucede con muchos músicos que inician guiados por algún maestro de capilla o capellán, yo tuve la fortuna de que en la parroquia cercana a mi casa había un excelente organista. En mi familia también había quienes se dedicaban a la música popular: había quien tocaba el piano, la guitarra, el bajo o que cantaba, así que crecí con música alrededor.
En mi caso, comencé a estudiar con el organista de la parroquia, que también daba clases en la Escuela de Música Sacra. Él hizo un cuarteto infantil e inicié con él mi aprendizaje… tendría como cuatro años cuando estuve en ese pequeño coro, y poco después, cuando entré a la Escuela de Música, llegué con cierta preparación.
¿Como descubriste tu voz de mezzosoprano?
Fue gracias al maestro Roberto Gutiérrez, quien era el director del Coro del estado y mi maestro en la carrera. Fue por él que recibí la invitación para participar como becaria en ese coro. El maestro Gutiérrez me estuvo escuchando y me dijo que, por mi edad, podría cantar como soprano, pero que las características de mi voz más bien se orientaban al registro de mezzo. Yo seguí su consejo y entré a las filas de las mezzosopranos. Al principio estaba yo muy impresionada por las voces de mis compañeros, su experiencia y los programas tan serios y profesionales que interpretaban, como el Magnificat de Bach.
Entonces ¿tus primeros pasos dentro de la ópera fueron como miembro del Coro del estado?
Así es. El siguiente director del Coro del estado fue el maestro Harlan Snow, y recuerdo que yo cantaba en el mismo atril de la soprano Bárbara Padilla. El maestro estaba frente a nosotros y nos escuchaba con atención. Comenzó a encomendarme algunos pasajes de solista, luego a Barbara y a mí nos ponía a cantar duetos y a prepararnos también en cuartetos con algún tenor y barítono o bajo.
En la Escuela de Música estudié violín con el maestro Víctor Scholz, pero nunca estudié canto: más bien estuve en el ambiente coral e instrumental, hasta que se dio la oportunidad de cantar como solista. Decidí prepararme entonces como cantante y busqué un buen maestro de técnica vocal, y en aquel entonces conocí a Iván Juárez, que acababa de regresar de su maestría, y tuve la fortuna de recibir su tutela. En el Coro del estado estuve alrededor de 12 años.
¿Y cuál fue la primera ópera en que participaste?
Mi primera ópera fue La traviata de Verdi, que cantaron Arturo Valencia y Winifred F. Brown en el Teatro Degollado cuando recién había entrado como becaria en el Coro. Como solista canté el papel de Giovanna en Rigoletto con Olivia Gorra y Rolando Villazón, y posteriormente este gran tenor vino a cantar Edgardo en Lucia di Lammermoor y yo canté el rol de Alisa. La soprano fue Noelle Richardson y fueron unas funciones inolvidables.
En 2007 cantaste en dos óperas importantes: L’Orfeo de Monteverdi y Frida de Robert X. Rodríguez. ¿Podrías contarnos sobre tu actuación en ambos montajes?
En L’ Orfeo canté el rol de La Esperanza y fue una experiencia muy grata. Horacio Franco es un gran músico, todo un personaje, y trabajar bajo su dirección fue maravilloso. Su forma de enseñarnos el estilo fue fascinante: con palabras cotidianas nos explicaba cómo cantar cada frase, la línea de canto, fue una experiencia muy grata recibir su guía. Su presencia se imponía, pero me fue bien con él, pues le satisfizo mi trabajo. L’Orfeo es una ópera barroca muy difícil de realizar e interpretar, sin duda.
Además, fueron las funciones conmemorativas del 400 aniversario del estreno de la ópera en Mantua, lo cual convirtió ese montaje en todo un acontecimiento al representarse por primera vez en México, con una nueva producción y un grupo de artistas talentosos. A mí me gusta mucho cantar música barroca. En ese repertorio me siento muy cómoda por mi formación coral, pues canté antes mucha polifonía en el repertorio litúrgico. La música de Monteverdi es bellísima.
En cuanto a Frida de Robert X. Rodríguez, que fue durante el Festival de Mayo, me tocó interpretar a Lupe Marín, la primera esposa de Diego Rivera, y también canté La Voz de la Madre. Fue un montaje difícil escénicamente, que dirigieron José Antonio “Josefo” Morales y Rosa Blanes Rex. En esa época yo vivía en la Ciudad de México y allá tuve la suerte de ensayar con el barítono Guillermo Ruiz, que interpretó a Diego Rivera. Vocalmente, la obra no me exigía mucho, más bien tenía que hablar con precisión cada frase, cada respuesta. Creo que la obra está más cerca de un musical que de una ópera. La exigencia más bien era actoral en el personaje de Lupe Marín que, por cierto, fue la modelo para uno de los murales de Rivera que se incluía en la obra. El tema de la obra dignificaba mucho a nuestro país y la música es muy interesante, con destellos populares. Tristemente solo se presentó una función. Tampoco L’Orfeo se ha vuelto a representar desde entonces, y su importancia amerita su reposición.
Un par de años después canté Carmen bajo la dirección del maestro Héctor Guzmán en versión de concierto. Fue otra oportunidad de la que aprendí mucho.
¿Cómo llegaste a convertirte en la directora del Coro de Zapopan?
He estado inmiscuida desde hace muchos años en el medio coral, desde niña, y poco a poco he ido conociendo gran parte del inmenso repertorio y aprendiendo poco a poco de estilos y características. Para mí no es ninguna novedad abordar cualquier repertorio coral, por más sencillo o difícil que sea, pues la actividad coral me ha acompañado toda mi vida.
Estuve varios años como maestra de canto y directora en un coro de adultos del Instituto Cultural Cabañas. He dirigido coros infantiles en instituciones particulares. En México también recibí la enseñanza de varios directores corales como Jorge Córdoba y Gerardo Rábago, que fueron mis maestros, además de participar en diferentes ensambles y agrupaciones vocales en aquella ciudad.
A mi regreso a Guadalajara me integré al Coro Municipal de Zapopan, pues había algunas vacantes y yo tenía tiempo, y quise volver a cantar en un coro. En ese tiempo iba de salida como director Santiago Cumplido y entró Timothy Welch. Yo estaba como jefa de cuerda en la sección de mezzosopranos y tuve una colaboración importante con él pues le ayudé en las audiciones para elegir a los integrantes del nuevo coro.
De Tim aprendí una nueva manera de dirigir, más innovadora, distinta a la pedagogía tradicional. Pero llegó el momento de que Tim abandonara la dirección del Coro a mediados de 2018 y entré como directora suplente, en lo que se encontraba un director titular. Las autoridades de cultura de Zapopan me pidieron que me quedara un tiempo y como gustó mucho mi trabajo a quienes escucharon los conciertos que el Coro dio bajo mi dirección, me pidieron que me quedara al frente de la agrupación.
Llegó la pandemia y nos mantuvimos trabajando, haciendo grabaciones y aprendiendo nuevas obras. En ese periodo llegó el montaje de Madama Butterfly que se grabó y compartió vía streaming.
Como cantante, ¿qué planes tienes? ¿Qué te gustaría cantar?
Me gustaría seguir dando conciertos. Me encanta la música de cámara. Anhelo cantar ciclos, como cuando canté los Kindertotenlieder de Mahler, así como otras obras que conozco y nunca he abordado. También me gustaría cantar arias de ópera en alguna gala, como las arias de Dalila de Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns, que son fascinantes. También espero realizar mi propia grabación, un disco de repertorio clásico y otro de canciones populares finas.
¿Cuáles son tus obras favoritas, ya sean sacras, operísticas o de concierto?
Me encantan en cuestión coral las obras de Gabriel Fauré. Su Requiem me parece bellísimo, pues refleja la madurez y excelencia del compositor. El Requiem de Verdi también es extraordinario, aunque dista mucho de la creación de Fauré, que es más íntimo. En ópera me gustan todas, aunque Samson et Dalila la disfruto mucho especialmente.
¿Tus cantantes predilectos?
Hace poco escuché a Anita Rachvelishvili y me gustó mucho, posee una voz de gran belleza e intención dramática. De antaño me quedo con Mirella Freni, una de las mejores cantantes de la historia de la ópera. También Kiri Te Kanawa es otra soprano favorita. La cantante Jane Eaglen, que estuvo aquí en el Teatro Degollado cantando Wagner, es realmente esplendida. El mundo de la ópera posee toda una inmensa galería de cantantes de todas las tesituras, y siempre habrá quienes nos logren conmover, quienes compartan el talento de los grandes genios de la música a través de su canto y actuación. La ópera jamás morirá.