Roberto Kalb: “Es un placer trabajar con compositores contemporáneos”

Roberto Kalb: «Es una gran ventaja poder consultar con el compositor en cualquier momento sobre cualquier duda de la partitura» © Ben Taylor

El director de orquesta mexicano Roberto Kalb aceptó amablemente realizar esta entrevista para hablarnos sobre su manera de concebir su profesión de director de orquesta. Además de ser nombrado recientemente director musical de la Ópera de Detroit, teatro estadounidense de larga historia y tradición, dirigió exitosamente el estreno mundial de la ópera El último sueño de Frida y Diego de la compositora Gabriela Lena Frank, a fines del año pasado con la Ópera de San Diego. Esta entrevista se realizó algunos días después de la reciente reposición de la obra sobre Frida Kahlo y Diego Rivera que el propio director mexicano dirigió con la Ópera de San Francisco.

¿Cómo descubriste la música y la ópera y qué fue lo que te influenció para hacer una carrera dentro de la música como director de orquesta?
Desde chico me encantaba escuchar música clásica. Mi papá tenía una colección de discos de Pavarotti que siempre escuchábamos, y no nos perdíamos los conciertos de Los 3 Tenores. Toqué piano desde los seis años, y empecé a componer y dirigir a los 12. Me apasionaba la música sinfónica de joven y la primera ópera que vi en vivo fue Fidelio de Beethoven con la Ópera de San Francisco.

Recientemente asumiste la dirección musical de la Ópera de Detroit. ¿Podrías decirnos cuáles son las funciones que requiere tu posición, más allá de trabajar con la orquesta del teatro, y qué obras y compositores tienes pensado dirigir allí próximamente?
Soy parte de la dirección artística de la Ópera de Detroit, por ende, participo en todas las decisiones artísticas de la compañía, incluyendo la elección de títulos y elencos. Esta próxima temporada, por ejemplo, dirigiré una gala con: Christine Goerke, Rod Gilfry, Arturo Chacón-Cruz, Mane Galoyan y Key’mon Murrah que cantarán un repertorio variado, y en la primavera dirigiré La zorrita astuta de Janáček. En las próximas temporadas estoy planeando dirigir obras de Britten, Verdi y Mozart.

Dando un repaso a tu trayectoria pasada, tu trabajo está enfocado en la dirección operística. ¿Es una decisión propia? ¿Cuáles son tus intereses con relación a la música sinfónica? ¿Consideras que un director debe balancear su agenda entre conciertos sinfónicos y ópera?
El enfoque solo ha resultado a base de las oportunidades de empleo que se me han presentado. De hecho, mi formación es como director de música sinfónica y creo que es muy importante balancear ambos géneros. Tengo varios contratos sinfónicos agendados para las próximas temporadas y espero que eso abra paso a más oportunidades para dirigir música sinfónica. 

Personalmente, ¿qué compositores y qué obras, operísticas y sinfónicas, te atraen más y te estimulan dirigir?
En términos operísticos, me apasiona mucho la música italiana, específicamente Verdi y Puccini. Me encantaría dirigir más óperas de Strauss y de Wagner. Sinfónicamente, me apasiona la música de Brahms, Chaikovski, Beethoven y Sibelius. Me considero un promotor de repertorio de música contemporánea también, y es un gran honor y placer el poder trabajar en conjunto con compositores contemporáneos. 

Escena de El último sueño de Frida y Diego con la Ópera de San Francisco

De las obras que has dirigido, ¿cuáles te han dejado mayores satisfacciones y cuáles son las pendientes que te gustaría dirigir en un futuro y que aún no has hecho.
Estuve muy contento dirigiendo la producción de La bohème en la Ópera de Detroit. Fue una novedosa producción —bastante controversial, de Yuval Sharon— en la cual presentamos la obra de Puccini, pero comenzado con el cuarto acto, continuando con el tercero, después con el segundo, para finalizar con el primero. El elenco fue excelente y tuvo buena aceptación. Me gustaría dirigir más repertorio alemán, romántico y posromántico, Strauss en específico, y sinfónicamente me encantaría dirigir la séptima sinfonía de Mahler. 

¿Cuál es la metodología que sigues cuando te encuentras con una partitura que no conocías, en una lengua que quizás no hables, y que quizás tengas poco tiempo para preparar antes de dirigirla?
Sigo una metodología bastante meticulosa, así que trato de no aceptar contratos que no me permiten el tiempo necesario para estudiar. Siempre empiezo estudiando a fondo cualquier fuente literaria. Después estudio el libreto con mucho detalle: su estructura, su gramática, etc. Si es en una lengua que no hablo, entonces el proceso es bastante más largo. Después de estudiar el texto, comienzo a analizar la partitura y a tocarla y a cantarla. Estudio en detalle la instrumentación, la forma, la armonía. Solo después de haber completado todo este proceso me permito escuchar varias grabaciones, ya que a mí en lo personal me gusta escuchar grabaciones que sean lo más antiguas posible. 

¿Hay directores de orquesta, del pasado o del presente, que admires, que emules o que hayan influenciado tu estilo?
¡Muchos! Entre los que ya no viven citaría a: Arturo Toscanini, Carlos Kleiber, Claudio Abbado y a Charles Mackerras, y de los contemporáneos o actuales a: Kirill Petrenko, Vladimir Jurowski y Tugan Sokhiev.

¿Cuáles son las dificultades y obstáculos a los que se tiene que enfrentar y sobreponerse habitualmente un director de orquesta, y que una persona fuera del ambiente musical no sabría y no se imaginaria?
Más allá de estudiar y crear música, una gran parte de lo que hacemos son labores administrativas, interpersonales y políticas. Hay que ser no solo experto en nuestro conocimiento de la música, sino también formar parte de nuestras organizaciones. Por ejemplo: siempre hay cuestiones de carencia de presupuestos, nuevas programaciones, selección de elencos, etc. También, a nivel personal, hay que tener la habilidad de organizar y motivar a muchas y a diferentes personalidades.

Con base en tu experiencia, el director de orquesta ¿debe ser un guía, un maestro, un colega, un facilitador, o en ocasiones un jefe estricto, cuando se para frente a los músicos de una orquesta?
Nuestra meta es lograr ser todas esas cosas simultáneamente. La idea es que se requiere constante flexibilidad entre todas esas facetas que mencionas para ser director de orquesta. En cuanto a ser un jefe estricto, no es necesariamente lo que se necesita, sino ser un líder con una idea clara del concepto musical de una obra. Si la idea es clara y se comunica con claridad, no hay necesitad de ser estricto, ya que los músicos se unen sin problema.

Tú, como director, ¿cómo comunicas tus ideas sobre una obra a la orquesta?
Empezamos con un gesto claro que le comunica a la orquesta lo que deseamos producir en términos de tiempo, volumen, fraseo y color sonoro. Después, en el proceso del ensayo, les comunicamos verbalmente las cosas que quizás no se reflejaron en nuestro gesto físico. Durante las presentaciones tratamos de lograr una experiencia bien ensayada, pero también con la ilusión de lograr algo espontáneo.

¿Qué te gusta hacer en tu vida normal que después te puede servir como inspiración cuando estás en el podio?
Soy un apasionado del vino y de hecho he estudiado por muchos años para la disciplina de sommelier. Creo que hay muchas situaciones paralelas entre el mundo del vino y el mundo de la música clásica. Al estudiar el terroir del vino y la historia de los lugares en donde se cosecha la uva, uno logra aprender mucho sobre diferentes culturas e historias.

Kalb trabaja con la compositora Gabriela Lena Frank

Sobre tu interés por la música contemporánea, en tu paso por la Opera Theater de St. Louis dirigiste el estreno absoluto de la ópera Awakenings del compositor Tobias Picker, y el año pasado en San Diego dirigiste tu segundo estreno que fue él El último sueño de Frida y Diego de Gabriela Lena Frank. ¿Podrías describir tus experiencias de trabajar al lado de compositores que conocían bien sus obras y que seguramente te aportaron sugerencias, comentarios e indicaciones?
Primero que nada, fue un honor poder trabajar con compositores del calibre de Gabriela y de Tobias Picker. Además, con ambos tuve la enorme fortuna de encontrarme con compositores con mucha disposición, y completamente abiertos a nuevas ideas y consejos. Es una gran ventaja poder consultar con el compositor en cualquier momento sobre cualquier duda de la partitura, además de que es un lujo tomar ciertas libertades interpretativas en su presencia y recibir comentarios y reacciones inmediatas. 

En especial sobre El último sueño de Frida y Diego que estrenaste en San Diego y dirigiste por segunda vez en San Francisco, ¿qué significó para ti haber estrenado una ópera en español, trabajando con creadores mexicanos y con artistas mexicanos e hispanoparlantes?
Me siento muy orgulloso de haber estrenado esta ópera, que es la primera compuesta por Gabriela Lena Frank. También fue la primera ópera en español que ha presentado la Ópera de San Francisco, y pienso también que fue un paso importante el que se tomó, ya que no solo existe excelente repertorio en español, sino que también hay sinnúmero de óperas por componerse en este idioma. Tanto en San Diego y en San Francisco contamos con un elenco de cantantes hispanoparlantes, varios de ellos mexicanos. Nos dio mucho orgullo poder representar a nuestros países durante el proceso de estos estrenos. Quiero mencionar también que, en las cinco funciones que se hicieron en San Francisco, todos los boletos se agotaron. Hay mucha sed por este tipo de repertorio, y eso me da muchísimo gusto. 

Para concluir, ¿podrías contarnos alguna anécdota, o alguna situación simpática o curiosa divertida que te haya sucedido en un algún teatro?
Hace varios años estaba ensayando la cuarta sinfonía de Brahms con una orquesta en Brasil. No hablo portugués, entonces ensayaba con la orquesta en español y me entendían sin problemas. Después de algunos minutos del ensayo, decidí parar de dirigir y tomar algunas notas. Después de eso, le pedí a la orquesta que por favor empezáramos a tocar de nuevo en el compás “Q”. La orquesta empezó a reírse. No supe por qué, y les repetí que por favor comenzáramos en el compás “Q”. El concertino me tuvo que explicar que en al decir yo “Q” en español, en portugués significa otra cosa completamente diferente.

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