Maria & Maddalena—Francesca Aspromonte
Arias y sinfonías de Lullier, Bononcini,
Leopoldo I de Habsburgo, Caldara, Perti, Handel
Francesca Aspromonte, soprano
Boris Begelman, violín
Diego Fasolis, director
I Barocchisti
CD Pentatone
El barroco está de moda, y como todas las modas, corre el riesgo de ser tomada de forma superficial: efectos fáciles, acometidas pirotécnicas y guiños a las tendencias en boga, incomprensiones de la libertad de los árbitros, búsqueda de lo inédito que entonces rara vez constituye un repertorio (como se ve en los concursos de canto, donde sigue dominando el habitual puñado de piezas de Monteverdi y Handel, con alguna apuesta por Cavalli o Vivaldi). Un riesgo para los que quieren subirse en las olas del barroco o, más a menudo, del ba-rock.
Sin embargo, están los que hacen las cosas con seriedad y bien, como es el este caso de la soprano Francesca Aspromonte con el director Diego Fasolis al frente de I Barocchisti y el musicólogo Francesco Lora, que firma las ediciones críticas de siete piezas y las notas del programa. En primer lugar, Aspromonte canta. Aborda este repertorio con una emisión bien timbrada, suave, sul fiato, desgranando y amarrando todas las notas correctamente, haciendo entender cada palabra.
Este canto, se administra con la musicalidad e inteligencia de quien conoce la retórica de la relación entre el texto y su entonación, el estilo, la dinámica, los tipos de trino y todo lo concerniente a la articulación vocal. De aquí deriva también la potenciación de la especificidad del género del oratorio, que no es simplemente una obra de carácter sacro y que, por tanto, no debe inducir a error con un rasgo expresivo fácil de considerar, a primera vista, como mundano y teatral.
La conversione di Maddalena de Antonio Draghi: ‘Cor imbelle a due nemici’ https://www.youtube.com/watch?v=lPaQsqS4HyE
Por supuesto, el oratorio tiene una marcada teatralidad que se expresa en formas más libres que hoy pueden parecer intrigantes, modernas, experimentales. Son formas que no tienen que someterse a las conveniencias teatrales, que no tienen que compartir sus códigos con un público más amplio y competir con las limitaciones de la escena. Por el contrario, son formas modeladas para un público culto, muy selecto, que reflexiona sobre textos de sofisticada profundidad intelectual, tanto a nivel ético como político y teológico.
A través de la clave de dos figuras femeninas especulares y antitéticas —la Virgen María, inmaculada concepción porque está desprovista del pecado original, y María Magdalena, pecadora redimida— se recorre el panorama del oratorio sin ceñirse a lo inédito ni guiñar un ojo a lo conocido para cautivar la atención del oyente.
Está Handel y está Scarlatti, capítulos clave de todo manual de historia de la música; están Bononcini, Caldara, Draghi, Lulier y Perti, algunos más o menos familiares para los amantes del barroco. Con cierta preciosidad: por ejemplo, el nombre de Antonio Draghi está ciertamente asociado al Il crocefisso per grazia, pero la hermosa aria ‘Ecco qui l’incomprenibile’, en la que la Virgen ofrece el niño humano y divino a San Cayetano, se debe nada menos que al emperador Leopoldo I de Habsburgo. Más allá de este testimonio de competencia, pluma feliz y compromiso directo del monarca, sin embargo, a lo que hay que prestar atención son a las constantes y diferencias en un contexto homogéneo por género y temática.
Il Crocefisso per grazia de Giovanni Battista Bononcini: ‘Ecco qui l’incomprensibile’ https://www.youtube.com/watch?v=njYtGlr27FQ
Sólo ‘Ecco qui l’incomprenibile’ se caracteriza, por ejemplo, por una estructura estrófica arcaica y con un acompañamiento sencillo de bajo continuo y estribillos instrumentales, mientras que las demás piezas comparten la forma ABA dominante a principios del siglo XVIII, con el uso de tempi de danza o la intervención de instrumentos solistas concertantes (el excelente violín de Boris Begelman en arias de Bononcini, Lulier y Perti).
Buen canto, depurada y preñada interpretación, un bien construido proyecto como análisis serio y equilibrado de un género y de un momento histórico que, en la elección de las canciones y su alternancia, construye también una suave dramaturgia de escucha. Apoyado en la varita diligente y siempre versátil en las necesidades de cada página tan coherente en el estilo de Diego Fasolis, seguido puntualmente por I Barocchisti, el CD es sin duda una perla a la que prestar atención en el mar del barroco, entre modas efímeras. y valores concretos.