Bianca e Fernando en Génova

Escena de Bianca e Fernando de Bellini en Génova, donde se estrenó hace 193 años

Noviembre 21, 2021. Excelente idea, la del Teatro Carlo Felice genovés, de recuperar la obra de Vincenzo Bellini que inauguró (en su segunda versión revisada) con gran éxito en 1828. Esta versión no es idéntica —ya desde el título— a la del estreno absoluto (de 1826, en el Teatro San Carlo de Nápoles), donde se conoció como Bianca e Gernando para evitar que el protagonista llevara el nombre del monarca en turno: Ferdinando II de las Dos Sicilias.

Bellini lo mejoró, gracias a la intervención de Felice Romani (pues el libreto de Domenico Gilardoni no es precisamente una joya), no sólo convirtiendo la introducción en obertura completa, sino agregando la cabaletta tras el aria de entrada de la protagonista, que se convertiría en el allegro correspondiente a ‘Casta diva’ en Norma (estrenada en la Scala de Milán en 1831). Igualmente, el coro de conjurados se convierte en uno de los dos grandes coros de los druidas en Norma. 

Bellini también revisó la orquestación e introdujo otros cambios que hacen que ésta sea la versión más completa, conservando la magnífica romanza ‘Sorgi o padre’ y el gran dúo soprano-tenor del segundo acto. Como decía Leslie Orrey en su biografía Bellini (The Master Musicians, Dent, Londres, p. 75) se trata de una rara avis sin amor hombre-mujer, sino entre hermanos. 

La enredada trama de la que hay que conocer los antecedentes trata de un usurpador  (Filippo, barítono) que aprisiona al legítimo gobernante de Agrigento (Carlo, bajo) haciendo correr la voz de que ha muerto, envía al exilio al hijo varón (Fernando, tenor) y aspira a la mano de la hija, regente y con un pequeño hijo (a saber de quién). El regreso de Fernando (convertido en Adolfo), íntimo de Viscardo (mezzosoprano, un rol en travesti), favorito del usurpador, con sus fuerzas hace que Filippo lo contrate como mercenario y le ordene matar a Carlo. Los hermanos, tras aclarar la situación que hace sospechosa a Bianca (soprano), liberan al padre, que recupera el trono (lo que ocurre con Filippo es materia de opinión). 

La nueva producción de Hugo De Ana es otra de las típicas del director argentino, fastuosa, con mucho movimiento y ondular de banderas, bellos trajes y decorados intemporales, buen movimiento de actores, y no busque usted más porque no lo encontrará. La dirección de Donato Renzetti fue muy correcta y apoyó a los cantantes, que lo necesitaban. Orquesta y coro (preparado por Francesco Alberti), muy bien. Sobresalió Salomé Jicia (Blanca), voz no especialmente bella, pero sana y firme y capaz de cantar bien sus dos cabalette (en particular la que cierra la obra). Nicola Ulivieri estuvo muy bien —con alguna limitación de agudo— en rol del malvado y Alessio Cacciamani resultó muy interesante como el anciano Carlo. 

Correctos, el bajo Giovanni Battista Parodi (como Clemente, el viejo confidente), el tenor Antonio Mannarino (como Uggero, segundo de Fernando), y la mezzo Carlotta Vichi (como Eloisa, confidente de Bianca). En el primer acto tiene bastante relieve el confidente de Filippo y amigo del falso Adolfo, Viscardo, un papel en el que no brilló Elena Belfiore. El tremendo rol de Fernando recayó en Giorgio Misseri, un tenor de color discreto, pero que debió abstenerse de intentar sobreagudos y agudos que su técnica no le permite; en su favor, cantó con valentía y actuó con intensidad. El no muy numeroso público aplaudió con calor.

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