Borís Godunov en Milán

Escena de la coronación de Borís Godunov (Ildar Abdrazakov) en la Scala de Milán © Brescia e Amisano

Diciembre 23, 2022. Borís Godunov inauguró la nueva temporada scaligera, y es el segundo título de la “Trilogía del poder” pensada por Riccardo Chailly después de Macbeth del año pasado y antes de Don Carlo del próximo año. Chailly eligió la versión original de la obra maestra rusa, la de 1869, conocida como Ur-Boris, versión que fue rechazada en su momento y que hoy en día ha casi suplantada completamente la versión definitiva, que es mucho más amplia porque contiene el “acto polaco” y la escena final del bosque de Kromy, quizás también por cuestiones relativos a costos. 

En el Boris del 69 todo se centra en el personaje principal, únicamente sobre el zar, sobre su ascenso al trono, sus problemas, sus fantasmas y su muerte. Una versión monolítica, lúgubre, tétrica, trágica. La Scala encontró en Ildar Abdrazakov al intérprete ideal, por su carisma y cualidades vocales y expresivas. Abdrazakov evidenció un timbre cálido, rotundo, con una proyección vocal que alcanzaba sin problemas cada ángulo de la sala del Piermarini, incluso durante el muy emocionante final cantado a toda flor de labios. Además ¡que actor! El bajo ruso supo vivir el personaje con todas sus emociones y pasiones, cuidando cada detalle expresivo y haciendo creíble el aspecto humano de zar. Fue una interpretación histórica, sin sombra de dudas.

El segundo atout de la función fue la dirección de Chailly. El maestro milanés trabajó mucho sobre el fraseo y los empastes tímbricos, encontrando una veta interpretativa muy moderna y personal. Por supuesto que quizás faltó un poco la inspiración rusa de ciertas escenas, de ciertos coros, pero se pudo apreciar el análisis minucioso de la partitura y una restitución dramática, sincera y comunicativa. 

El pueblo clama por pan © Brescia e Amisano

Después, estuvo ¡el coro! ¿Qué se puede decir de este extraordinario Coro del Teatro alla Scala?, dirigido con precisión, seguridad y dedicación por Alberto Malazzi. Una magnífica función, teniendo en cuenta que en esta obra maestra, el coro es un justo y verdadero protagonista. Un aplauso también para el infantil Coro di Voci Bianche dirigido por Bruno Casoni, precedente director del coro principal. 

La dirección escénica estuvo un poco desilusionante, ya que Kasper Holten impuso un espectáculo que, sumado en sus partes, fue didáctico, con un gran pergamino en el fondo que se desenrollaba como testimonio de la secuencia de eventos reportados por Pimen en sus crónicas. En el fondo aparecieron también imágenes sugestivas que visualizaban lo que se estaba cantando. Un mapa geográfico enorme acompañó la escena en la segunda parte del espectáculo, para después desmoronarse, subrayando así la precariedad de un imperio siempre territorialmente inestable. Por tanto, una dirección escénica de fácil lectura, que encajó con la apertura de la temporada, pero con una caída de gusto, bastante inexplicable, en el final. De hecho, Holten hizo morir a Boris apuñalado en la espalda por un sicario. Pero, ¿no debía morir sumergido y estrujado por el sentido de culpa? Bueno… 

Borís Godunov ve al fantasma del zarévich Dmitri © Brescia e Amisano

Durante la ópera rondó el fantasma ensangrentado del pequeño zarévich asesinado por Boris en su primera subida al trono. Si al inicio el encuentro shakesperiano podía ser interesante, a la larga se volvió un poco fastidioso e incluso aburrido, también porque los niños ensangrentados sobre el escenario se fueron multiplicando. Por otro lado, estuvo bien logrado el cuadro de San Basilio vivido por Boris como una pesadilla que cayó como una piedra en su ya débil psyché. En suma, de Holten se esperaba más, porque a la luz de sus excepcionales producciones como el Anillo del nibelungo de Copenhague o Tannhäuser, me imaginaba un espectáculo más incisivo y áspero. 

El elenco se mostró a un buen nivel. Ain Anger que dio voz a Pimen con expresión y comunicación, como también estuvo algo forzado. Con voz tenoril y bien timbrada estuvo el Grigori de Dmitry Golovnin, mientras que destacado por voz como por presencia escénica se presentó Alexey Markov en el papel de Schelkálov, secretario de la Duma. Norbert Ernst pareció un intrigante príncipe Shuiski, melifluo pero ordinario por su color vocal. Stanislav Trofimov esbozó un Varlaam menos cursi de lo habitual y Lilly Jørstad cantó con musicalidad y agradable timbre al personaje del hijo Fiódor. Al final, un elogio particular va para Yaroslav Abaimov que interpretó al fundamental, pero breve rol de El inocente, de manera perturbadora e inquietante.

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