Madama Butterfly en México

Escena de la producción de Juliana Faesler de Madama Butterfly en Bellas Artes © Carlos Alvar

«El infierno son los otros»
A puerta cerrada
Jean-Paul Sartre

Junio 25, 2023. Una reposición de Madama Butterfly (1904), infaltable título en el catálogo lírico del compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924), se presentó en el Teatro del Palacio de Bellas Artes los pasados 25, 27 y 29 de junio, para cerrar su breve temporada el domingo 2 de julio.

Este ciclo de funciones, con dirección escénica de Juliana Faesler y musical de Iván López Reynoso, es probablemente la propuesta más equilibrada que ha logrado la Ópera de Bellas Artes en mucho tiempo. Quizás —y sin olvidar los estragos de la pandemia— fue de lo mejor hecho en el feneciente sexenio. La producción distó de ser perfecta, pero los elementos creativos y los participantes funcionaron en un equilibrio que no siempre trasluce en este teatro multifuncional.

Con vigas móviles inclinadas hacia el patio de butacas en la parte superior de la escena que adquirieron diversos colores y significados dramáticos, además de generar volumen y plasticidad al cuadro (con iluminación y escenotécnia de Rafael Mendoza); algunas plataformas para trazar senderos, así como un biombo dinámico para adaptarse a las acciones de los personajes, tanto como a su ambientación, el trabajo de Faesler desarrolló con claridad y viveza la trágica historia de la quinceañera Cio-Cio San. 

Andrés Carrillo (Pinkerton) y Maribel Salazar (Cio-Cio San) © Carlos Alvar

Aun si se considera que recorrió la ubicación temporal del argumento a los años 40 del siglo XX, la directora de escena concretó una mirada tradicional a la esencia de esta obra pre-otaku (término japonés que designa a los aficionados al animé, manga, videojuegos y computadoras). Los ropajes clásicos japoneses convivieron con vestidos occidentales de la época (diseño de vestuario de Mayra Juárez y Marina Meza), como una afortunada muestra de la escisión anímica y cultural que sufre la protagonista.

La soprano Maribel Salazar, quien interpretó el rol en Bellas Artes ya en 2011, entregó una Butterfly, ante todo, conmovedora por su ilusoria aspiración amorosa, su fragilidad y los entrañables arranques infantiles que podrían evocar la inocente ingenuidad de La Popis (personaje de la serie televisiva setentera El chavo del Ocho), lo que no impidió convertirla en una mujer plena e incluso con la decisión necesaria para aplicarse el jigai (el ritual femenino de suicidio japonés). Su voz, más que por una impronta tímbrica particular, se caracterizó por su corrección, dulzura y vulnerabilidad. El papel le queda muy bien, incluso a su personalidad escénica.

Como Pinkerton, el tenor cachanilla Andrés Carrillo configuró un personaje cauto —o rígido— en sus movimientos y emociones. Su voz es adecuada para el personaje y su instrumento brilla gracias a su energía y barniz broncíneo. El cantante sube al agudo sin girar la voz, lo cual casi siempre dota las frases de firmeza y vigor, aunque algunas veces el esfuerzo lo fatiga y el sonido se emite chato. No es un intérprete particular en matices, menos ahora que su instrumento ha embarnecido, pero su abordaje resultó digno, y así proyectó al villano y cobarde de la historia.

Itzeli Jáuregui (Suzuki) y Jesús Suaste (Sharpless) flanquean a la protagonista © Carlos Alvar

La mezzosoprano Itzeli Jáuregui como Suzuki, pese a la brevedad de su papel, lució un canto decidido e impulsado por un cálido y resonante color vocal, con el que brindó complicidad a la protagonista. El tenor Gerardo Reynoso (Goro) y el barítono Jesús Suaste (Sharpless) aportaron experiencias interpretativas y escénicas muy disfrutables, con buen canto y comprometida actuación, virtudes que incidieron, desde luego, en términos dramáticos. Los también barítonos Édgar Gil (Yamadori/Comisario imperial) y Óscar Velázquez (Tío Bonzo), de igual manera destacaron sus voces potentes y completaron así un elenco balanceado y que aportó los momentos de mayor emotividad.

Puesto que, si musicalmente hubo corrección apolínea en la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, a través de un entramado de sonidos con filtro racional en búsqueda de articulación y color (aun si se consideran ciertas pausas dramáticas en el flujo orquestal, cuyo efecto podría decirse que se diluyó al ser tan “largas”), pasajes como ‘Un bel dì, vedremo’, ‘Bimba dagli occhi pieni di malia’ y, sobre todo, el coro a bocca chiusa del segundo acto, resultaron los momentos más emocionales y sentimentalmente estrujantes. 

El lirismo se impuso, pues, con los solistas e incluso el Coro del Teatro de Bellas Artes, encomendado para estas funciones al maestro Rodrigo Cadet.

El público respondió no sólo con aplausos, sino con llenos totales del recinto en las cuatro fechas. Desde semanas antes, el boletaje estaba agotado y quizás fue más fácil conseguir entradas para los conciertos de Luis Miguel o Taylor Swift, que para esta Madama Butterfly.

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