1917: El año en que Puccini pensó en Fanny Anitúa

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Fanny Anitúa como Amneris en la Aida del Teatro Colon, 1920.jpg

Gracias a la era digital y a la voluntad de hacer pública y accesible a consulta la documentación histórica, muchos de los archivos operísticos europeos abren ahora su acervo académicos y público diletante para poder disfrutar de muchos datos, imágenes e información que dan veracidad a nuestro trabajo o que permiten tener noticias y valoraciones que de otra manera serían solo rumores.

Este es el caso de dos cartas que he hallado en el recientemente abierto y digitalizado Archivo Histórico Ricordi que revalorizan la imagen de una de las mejores cantantes de nuestra historia: la mezzosoprano mexicana Fanny Anitúa.

En 1917, Giacomo Puccini (1858-1924) ya era un compositor de fama y éxito incuestionables —de hecho, se le puede considerar como el compositor más importante de su tiempo—; y ese año lo dedicó a terminar su famoso tríptico, que incluía tres obras: Il tabarro, Gianni Schichi y Suor Angelica.  

En ese contexto, mantiene una abundante correspondencia con Carlo Clausetti, ejecutivo, traductor y abogado de la casa Ricordi, sobre las posibilidades de representación y el desarrollo de las obras que, como cada vez que estaba por estrenar, se volvían la obsesión del compositor. El 7 de septiembre de ese año le escribe:

Querido Claudio,
Oye, Suor Angélica está casi lista, de aquí a quince días estará terminada la instrumentación. ¿Cómo te la mando? Pienso que puedo llevarla yo cuando vaya para La rondine en el Dal Verme. Dile a Tito [Ricordi] que quiero que las dos óperas se hagan en escena este invierno. Creo que se pueden hacer en Roma. Si no se ocupa él, ¿debo encargarme yo? Para Il tabarro se necesita a Titta Ruffo y para Suor Angelica han pensado en la Mazzoleni, y para la princesa en la Besanzoni o la Anitúa. Suor Angelica durará una hora e Il tabarro, un poco más: una hora y cuarto o una hora y veinte. Como ves, el espectáculo ya está. Respóndeme.
Muchos saludos,
Giacomo 

[Archivio Storico Ricordi LLET00545. Traducción de la autora.]

Ver el nombre de la Anitúa escrito por la caligrafía de Puccini es algo realmente emocionante. El compositor más importante de su tiempo piensa en una mexicana para uno de los pocos personajes para mezzo que escribe. Pero, más allá de esto, nace la pregunta: ¿Qué había hecho Anitúa para que uno de los compositores más exitosos de la historia de la ópera pensara en ella?

Francisca Anitúa Medrano (1867-1968), mejor conocida como Fanny Anitúa, fue la cantante mexicana más importante del cambio de siglo, tal y como lo demuestran estas cartas y toda la documentación que ha generado su trabajo dentro y fuera del país, a la cual hoy tenemos mucho más acceso que antes, ¡razón suficiente para revalorarizarla en toda su dimensión!

Para 1917, no había cumplido aún una década de carrera profesional: tenía 30 años de edad y estaba, en medio de la Primera Guerra Mundial, disfrutando de sus éxitos en Sudamérica. Desde 1909, con su debut en Roma a los 22 años, Fanny había saltado a la fama. Ya había trabajado con Arturo Toscanini (1867-1957), con Pietro Mascagni (1863-1945) y con Tullio Serafin (1878-1968), tres de los representantes más fidedignos de la escuela italiana del verismo.

 

En 1916 había ganado el concurso para hacer Rosina en la gira conmemorativa del centenario del estreno de Il barbiere di Siviglia.

Precisamente ese año (1917), fue especialmente activo para Anitúa: comenzó abriendo la temporada del Teatro Real de Madrid [Todos los datos fueron obtenidos del Archivo Teatro Real que está localizado en el MAE- Museu i Centre de Docmunetació de les Arts Escèniques del Institut del Teatre de Barcelona, archivo del cual fui la primera investigadora en estudiarlo.], donde se había ganado el estatus de estrella desde su debut en 1914.

Aquella temporada dio inicio con Aida de Giuseppe Verdi, y la Anitúa regresaba por tercera vez con uno de los personajes que la harían más famosa, Amneris, el cual había cantado bajo la dirección de Pietro Mascagni en La Fenice de Venecia cinco años antes. De su trabajo en este papel en el Teatro Real se dijo: “La noble contralto que debutó anoche con Aida, la bellísima Fanny Anitúa, dio una cátedra de pasión y bien hacer”. [Esta crítica apareció el 14 de enero de 1917 en el periódico La mañana (Edición de Madrid), hoy ya desaparecido pero consultable en versión digital.]

Ese año cantó en total 25 funciones con cinco personajes diferentes (Amneris, Dalila, Fricka, Ulrica y Oscar), pero hay sobre todo un hecho que sorprende bastante: el 18 de febrero cantó a las cuatro de la tarde Fricka de la ópera Die Walküre de Richard Wagner, y cinco horas después, a las 9:30 de la noche, Ulrica de Un ballo in maschera de Giuseppe Verdi. Aunque Fricka no es un papel muy largo, y ella tenía la fuerza y la juventud de los 30 años, sinceramente no es algo recomendable para la salud vocal de nadie —ni entonces ni ahora—, pero es también una prueba de que su técnica vocal debía haber sido inmejorable, ya le permitió cantar hasta 1948, sumando casi 40 años de impecable carrera artística.

Entre los grandes éxitos que tuvo ese año en el Teatro Real se cuenta el rol de Dalila, que alternó con una función extraordinaria a beneficio de la prensa de la zarzuela La viejecita. De su trabajo en la ópera de Camille Saint-Saëns dijo un crítico: “Excelente cantante, actriz consumada y mujer escultural la Anitúa, su Dalila tenía que resultar como para quitar el sentido a todos los Sansones del mundo.” [Recuerdo de un siglo de Teatro. Vol II, 1914-1917. Colección teatral de prensa madrileña de 1851 a 1955.]

Después de unos meses de cantar en Italia, emprendió una gira por Sudamérica que comenzó por el Teatro Colón de Buenos Aires, donde durante los meses de junio, julio y agosto dio 23 funciones con cinco roles principales: Dalila, Rosina, Brangäne y Fricka, además del estreno mundial de la ópera El sueño del alma de Carlos López Buchardo, haciendo el papel de la Reina. [Datos obtenidos de la base de datos: Todas las óperas del Teatro Colón desde 1908.]

Siguió la gira en el Teatro Solís de Montevideo, Uruguay, donde abordó un repertorio un poco más dispar, en cuanto a tesitura, que los anteriores: de mezzo lírico —como en el estreno uruguayo de La rondine, haciendo el papel de Suzy—, luego papeles más bufos como Annina en Die Rosenkavalier y Rosina en Il barbiere di Siviglia, para terminar como mezzo dramático con el protagónico de Carmen. [Fuente: L’almanacco de Gherardo Casaglia.]

Anitúa terminó el año 1917 en São Paolo [el Teatro Municipal de São Paolo no tiene archivos digitalizados, así que no podemos comprobar las óperas que Anitúa cantó ahí], habiendo participado en más de 60 funciones, con 11 papeles; casi todos protagónicos y que abarcaban todo el rango de la voz de mezzosoprano, desde la coloratura rossiniana hasta las profundidades wagnerianas.

Reverso de la carta de Giacomo Puccini, en la que sugiere la contratación de Fanny Anitúa, de fecha 7 de septiembre de 1917 © Archivo Ricordi

Seguramente todas estas fueron las razones de que Giacomo Puccini escribiera otra carta a Clausetti, el 26 de octubre del mismo año, diciendo:

Querido Claudio,
Adjunto una carta de Carelli en la que le escribí sobre mis obras y los intérpretes.
Para Tabarro y Angelica necesitas una buena mezzosoprano: la [nombre ilegible] es demasiado inmadura, y yo no confío en la suerte. Necesitas a Garibaldi o quizás a Anitúa; en fin, una artista con esa autoridad.

[Archivio Storico Ricordi LLET00547. Traducción de la autora.]

De esta carta podemos deducir la opinión que se tiene de ella en el medio operístico italiano de su momento: una artista con autoridad. Increíble, para alguien de su edad, extranjera, y con menos de 10 años de haber pisado por primera vez la escena.

¿Por qué no cantó finalmente el papel en el estreno mundial? La razón no está todavía muy clara. Existe la posibilidad de que haya sido porque, en esos años, la mezzosoprano mexicana tenía una intensa actividad y su agenda estaba muy apretada, pero lo que sí es un hecho es que desecharon su nombre a fines de 1917 o principios del año siguiente, porque en la carta del 11 de noviembre de 1918 [que se puede consultar en el epistolario Carteggi Pucciniani que también publicó el Archivo Ricordi], Puccini le escribe a Clausetti que ya va a llegar la mezzo española Matilde Blanco para trabajar los bocetos de Suor Angelica. Blanco cantó en el estreno italiano el 11 de enero de 1919 en el Teatro Constanzi de Roma, mientras que, en el estreno mundial en el Met de Nueva York, el papel lo cantó Flora Perini.

Nunca sabremos si la propia Anitúa se enteró alguna vez de que se hablaba así de su trabajo, ni de quién lo comentaba. A pesar de ello, tener pruebas de que alguien como Puccini haya pensado en una mexicana como la intérprete ideal de uno de sus papeles es un verdadero orgullo para los mexicanos, y llega a nosotros como las estrellas: la luz de un mundo que ya no existe, pero que sigue brillando.

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