Tiempos de guerra: La cancelación de músicos y cantantes rusos

“El que se miente a sí mismo y escucha sus propias mentiras,
llega a no saber lo que hay de verdad en él ni alrededor de él”
Los hermanos Karamazov
Fiódor Dostoievski

I. Conflicto 

Ante la mirada mediática mundial, la madrugada del 25 de febrero, hora local, el gobierno ruso del presidente Vladimir Putin inició una operación militar en Ucrania. Múltiples explosiones ocurrieron en diversas ciudades ucranianas como Kiev, Jarkov, Odesa y Mariupol, mientras el sonido de las sirenas ponía en alerta de ataque a la población. 

Las guardias fronterizas del país gobernado por Volodímir Zelenski pronto confirmaron la entrada de tropas rusas a su territorio, por lo que el presidente proclamó la Ley Marcial y rompió relaciones diplomáticas con Rusia. En un mensaje televisivo, Putin justificó sus acciones en el supuesto “genocidio” de la población ruso-parlante en el este de Ucrania y llamó a las fuerzas bélicas de ese país a deponer las armas. Calificó al gobierno ucraniano de “neonazi” y a sus dirigentes de “drogadictos”. Zelenski encabeza desde entonces el movimiento de resistencia, aparentemente desde Kiev, la capital de Ucrania.

Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), expresó en la apertura de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad del organismo: “Sólo tengo una cosa que decir desde el fondo de mi corazón: presidente Putin, impida que sus tropas ataquen Ucrania. Dé una oportunidad a la paz, demasiada gente ha muerto ya”.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, condenó la invasión y responsabilizó a Rusia de las muertes y la destrucción que provocaría la agresión. La crisis geopolítica de la zona, que viene de años atrás, así como la tensión en Europa y el resto del mundo en diversos grados, se exacerbó ante la incertidumbre por el nuevo conflicto armado.

Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de la que forma parte, anunciaron que no enviarían tropas a combatir a Ucrania para evitar una conflagración mundial en la que el armamento nuclear es un fantasma que no puede tomarse a la ligera, aunque dejaron claro que si alguno de los países integrantes de la organización era atacado por Rusia, la OTAN respondería en conjunto.

También se anunciaron diversas sanciones de índole comercial y financiera, con la finalidad de asfixiar y aislar la economía rusa, no sólo en represalia a la ofensiva militar, sino también para obstaculizar el financiamiento de la operación bélica. Las implicaciones han sido múltiples para Rusia y van desde el congelamiento de activos y recursos monetarios en el extranjero, hasta desactivaciones bancarias y el rompimiento diplomático y comercial de numerosos países y empresas que han cerrado sus tiendas en Rusia, han dejado de comprarle productos o suspendieron la exportación de sus mercancías y materias primas al país eslavo.

Esas sanciones económicas y financieras, así como los rompimientos comerciales, también han afectado de manera indirecta, como consecuencia de la globalidad, a otros países, empresas, industrias e instituciones que han visto devaluadas sus inversiones en moneda rusa, reducidas sus ventas o interrumpidas algunas cadenas de suministro (el petróleo y gas son los recursos ejemplificativos por excelencia). Los afectados colaterales, además, deben afrontar la insolvencia o falta de pago de sus socios rusos.

Valeri Guérguiev: el director del Mariinsky condecorado por Putin, cancelado en Occidente

II. Cerco
El conflicto armado, su tensión pragmática e ideológica, también ha impactado más allá del ámbito político y económico, en la ciencia, la comunicación, el deporte o la cultura, por ejemplo. Como partes de esta última área, en la música clásica y en la ópera pueden identificarse claras repercusiones en la cancelación de contratos y artistas rusos, así como muestras de rechazo y condena a la guerra, a la par de mensajes y discursos de fe y esperanza para salir de la crisis y la incertidumbre. Todo ello, sin duda, ha enrarecido y polarizado el ambiente.

A menos de 24 horas de la invasión rusa a Ucrania, el Carnegie Hall de Nueva York anunció la cancelación de dos conciertos que el director ruso Valeri Guérguiev realizaría en mayo de este año al frente de la Orquesta del Teatro Mariinski, debido a su conocida cercanía con el régimen y las políticas de Vladimir Putin, de quien se presume es amigo personal. 

El reputado concertador de 68 años de edad, como un efecto dominó, acumuló numerosos rechazos y cancelaciones en varias partes del mundo. La Orquesta Filarmónica de Viena lo separó de la gira de cinco conciertos que emprendería por Estados Unidos y que comenzaría el 25 de febrero. 

De igual forma fue despedido de la Orquesta Filarmónica de Múnich, de la que era titular desde 2015, por no rechazar la invasión y marcar distancia de “la brutal agresión”. El 1 de marzo, el alcalde de la capital bávara, Dieter Reiter, expresó: “Múnich prescinde del director titular Valeri Guérguiev. Así, y con efecto inmediato, ya no habrá más conciertos de la Filarmónica de Múnich bajo su dirección. Esperaba que repensara y revisara su evaluación muy positiva del líder ruso. Después de que esto no ocurrió, la única opción es la ruptura inmediata de los lazos”, sentenció el alcalde.

La Orquesta Filarmónica de Róterdam, en Holanda, también finalizó su relación artística con Guérguiev, por una “división infranqueable” que se suscitó entre el director y los músicos ante la invasión rusa a Ucrania. Lo mismo ocurrió en el Festival de Verbier, en Suiza, donde Valeri Guérguiev, titular desde 2018, presentó su renuncia a petición de otras instancias del mismo festival, que subrayó a través de un comunicado que excluiría “a los artistas que se hayan alineado públicamente con las acciones del gobierno ruso”, al tiempo que devolvería “las donaciones de cualquier individuo sancionado por un gobierno occidental”.

El Festival Internacional de Edimburgo anunció por medio de un boletín que había solicitado y aceptado la renuncia de Guérguiev como presidente honorario, “en solidaridad y apoyo a la hermana ciudad de Kiev”. Antes de finalizar febrero, se hizo pública la separación de Valeri Guérguiev del resto de las funciones de La dama de picas de Piotr Ilich Chaikovski que habría de dirigir en la Scala de Milán, en Italia.

La prensa italiana dio cuenta del ultimátum que fijaron tanto el alcalde de la ciudad, Giuseppe Sala, como el superintendente del teatro, Dominique Meyer, para que Guérguiev condenara la invasión y tomara distancia de la guerra. El director general del Teatro Mariinski, se asegura, simplemente se marchó de la ciudad.

La agencia Felsner Artist Management, dirigida por Marcus Felsner, desde la irrupción del conflicto bélico dejó de representar a Guérguiev, artista condecorado por Putin. A través de un comunicado de prensa, Felsner argumentó: “A la luz de la guerra criminal lanzada por el régimen ruso contra la república independiente y democrática de Ucrania, y contra toda la sociedad europea, se nos hace imposible, y sería claramente desagradable, defender los intereses del maestro Guérguiev”. 

La agencia de noticias AP consignó un matiz de Felsner sobre las cualidades artísticas de Guérguiev, pero igual la inviabilidad de mantenerlo en su roster: se trata del “mejor director musical en vida y un ser humano extraordinario, con gran sentido de decencia, quien sin embargo no ha querido, o no ha podido, poner fin públicamente a su apoyo a un régimen que ha cometido semejantes crímenes”.

En efecto, Valeri Guérguiev no es un director musical y artístico común y corriente, sino un personaje emblemático en la difusión del catálogo musical, lírico y dancístico ruso. Por ello su cancelación no es meramente anecdótica, pues la privación de su presencia en los escenarios internacionales representa de igual forma una importante conexión cultural de Rusia con el mundo.

El líder separatista Oleg Tsariov y Anna Netrebko

III. Trampa
Es un caso muy similar al de la soprano Anna Netrebko, quien al mismo tiempo que ha contribuido al conocimiento de numerosas óperas rusas a través de sus interpretaciones, durante las últimas décadas es también muestra del talento ruso que puede insertarse en escenarios internacionales para abordar con destreza y calidad obras y personajes de escuelas líricas occidentales como la italiana o la francesa.

Netrebko tampoco ha podido sortear el cerco o boicot cultural que ha acompañado las sanciones multinacionales a Rusia, a pesar de que la cantante se opone a la guerra, como lo expresó en sus redes sociales. Y es que la soprano no está de acuerdo, en su discurso, en que un artista sea obligado a tomar partido, si bien hay quien considera que eso ha hecho en el pasado, no sólo al aparecer bajo el cobijo de Vladimir Putin en numerosos eventos públicos, sino también en actos de propaganda con algún líder separatista ucraniano.

De hecho, así lo consignó el portal de la Deutsche Welle en el reportaje “Anna Netrebko: en la trampa de la propaganda”, publicado el 10 de diciembre de 2014. En la sección cultural de ese medio de información alemán se da cuenta del donativo de más de un millón de rublos que entregara Netrebko al entonces líder separatista del este de Ucrania Oleg Tsariov, dinero destinado al teatro de la ciudad de Donetsk, según explicó la soprano.

El texto, firmado por Anastassio Boutsko y Laura Döing, es acompañado por una fotografía en la que Anna Netrebko posa en el evento de prensa, celebrado en un hotel de San Petersburgo, con Oleg Tsariov y ambos sostienen la bandera “roja con la cruz azul de San Andrés, la bandera de la región separatista de Nueva Rusia”.

El reportaje puntualiza que la cantante entregó el cheque al líder separatista y la finalidad del dinero, para ayuda al teatro de Donetsk. Pero sentencia: “El hecho de que se lo haya entregado a Tsariov, quien es perseguido en Ucrania como terrorista, y no a artistas ucranianos, convierte su acción en un asunto político”.

Debido a ese tipo de señalamientos que cuestionaron las acciones propagandísticas de la soprano y que incluso le hicieron perder contratos publicitarios de marcas comerciales apolíticas, el mánager de Netrebko, Michael van Almsick, difundió una aclaración de la cantante: “Quería ayudar y apoyar a mis amigos artistas con una donación, porque creo en la fuerza del arte en tiempos de conflicto y crisis. La donación le fue entregada a un representante oficial para asegurar que llegue a su destino, el teatro de Donetsk. Sin embargo, también quiero aclarar que esta donación no es un acción política”, consigna el texto de la Deutsche Welle. Y puntualiza: “Más tarde, a través de su cuenta de Facebook, la cantante informó que no había estado planeado que le entregarían la bandera. No se habría dado cuenta sino hasta después de qué bandera era la que sostenía en manos”.

El reportaje de Anastassio Boutsko y Laura Döing también relata que “el renombrado violinista Gidon Kremer dijo a DW que esta acción (la de Netrebko) refleja ‘una actitud completamente consciente y política’ (…) ‘Los artistas deberían promover y difundir la armonía y la paz. Es una pena que una mujer con una de las voces más hermosas del mundo perpetre tales desatinos’, afirmó el músico letón. Preocupado por el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, Kremer había cambiado su programa. Para expresar su ‘aprecio por la cultura y música rusas’, tocó Mi Rusia en vez de una biografía musical”.

El texto publicado por la Deutsche Welle incluye también un balance de reacciones: “En su página de Facebook, la cantante fue duramente criticada, pero también elogiada. El periódico ruso Moskowski Komsomolez comentó al respecto: ‘Bien hecho Anna, esperemos que Occidente no imponga sanciones en contra tuya’. Por su parte, la página web ucraniana Obosrewatel.com critica que la soprano no haya mencionado que el sufrimiento de los músicos de Donetsk es el resultado de las acciones de la autonombrada República Popular de Donetsk. Puesto que los separatistas prorrusos en el este de Ucrania luchan contra el ejército del país, el gobierno en Kiev dejó de apoyar financieramente a la ópera de esa ciudad”.

El reportaje se pregunta si habría consecuencias para la soprano Anna Netrebko y se responde que aún no estaba claro el impacto de esa situación para una artista “que gana su dinero sobre todo con conciertos que ofrece en Occidente”. En todo caso, concluye: “En el pasado, Netrebko siempre dejó claro que es una patriota rusa y que apoya al presidente ruso, Vladimir Putin. Sin embargo, la cantante no es la única en la escena artística alemana que piensa de esa forma. Cuando las fuerzas rusas ocuparon la península de Crimea, el influyente director ruso Valeri Guérguiev firmó una carta de apoyo que publicó el Ministerio de Cultura ruso. También la firmaron renombrados músicos como el pianista Denis Matsuev, el violinista y director Vladimir Spivakov, la soprano Chibla Gerzmava y la leyenda de la ópera Elena Obraztsova”.

El Met reemplazó a Anna Netrebko (rusa) por Liudmyla Monastyrska (ucraniana)

IV. Patriota
Las consecuencias, como puede apreciarse casi ocho años después de aquel episodio de 2014, llegaron para Anna Netrebko en el marco de la invasión rusa a Ucrania, en este 2022. La cantante publicó el 26 de febrero un mensaje en sus redes sociales para salir del paso lo mejor librada posible: “Soy rusa y amo a mi país, pero tengo muchos amigos en Ucrania y el dolor y el sufrimiento en este momento me rompen el corazón. Quiero que esta guerra termine y que la gente pueda vivir en paz”, expresó al momento de que sus compromisos (en Múnich, Milán, Zúrich o Barcelona) comenzaran a cancelarse y que incluso quedara fuera de los siguientes compromisos líricos con la Ópera Metropolitana de Nueva York, en la que de entrada será sustituida para el rol de Turandot por la soprano ucraniana Liudmyla Monastyrska, “por no cumplir las condiciones de repudio a Vladimir Putin”.

Y es que el mensaje de la soprano continúa con matices: “Sin embargo, quiero añadir una cosa: obligar a los artistas y a cualquier figura pública a expresar públicamente sus opiniones políticas y condenar a su patria no es correcto. Esto debería ser una elección libre. Como muchos de mis colegas, no soy una persona política. No soy una experta en política. Soy una artista y mi propósito es unir a la gente, a través de superar divisiones políticas”.

Netrebko escribió también que se había tomado un tiempo para reflexionar, porque la situación es demasiado grave para comentarla sin realmente pensarlo. Días más tarde, el 1 de marzo,  tras una nueva y profunda reflexión, la cantante anunció a través de un comunicado: “He tomado la muy difícil decisión de retirarme por ahora de la vida de los conciertos (…) Ahora no es el momento apropiado para actuar y para hacer música (…) Espero que mi público pueda entender esta decisión”.

¿Podrá retomar su carrera más adelante? Lo cierto es que la vieja discusión entre un artista y su bandera ideológica, preferencias y apoyos personales no es nueva en el horizonte de la soprano rusa. La cantante y Valeri Guérguiev  ya habían sido cuestionados por grupos activistas que incluso, en septiembre de 2013, llegaron en masa a la velada inaugural de la temporada de la Ópera Metropolitana de Nueva York.

“Putin, abandona tu guerra contra los gays rusos” y “Netrebko, Guérguiev: su silencio está matando a los gays rusos”, fueron algunas de las consignas gritadas antes de la función de la ópera Eugene Onegin de Piotr Ilich Chaikovski que los directivos de la casa lírica se negaron a dedicar a la defensa de los derechos homosexuales, como los grupos contrarios a las políticas homófobas de Putin habían solicitado, por considerar que su programación artística no era el foro adecuado para dirimir estas cuestiones.

El director del Teatro Bolshoi de Moscú, Vladimir Urin, también cancelado en Londres

V. Patrimonios
Ahora, claramente, lo ha sido. El himno ucraniano ha resonado en el Met. Y si bien es comprensible que la cancelación de todo aquello relacionado con el régimen ruso de Putin pueda tener el objetivo de aislarlo y crear presión social en las políticas y decisiones del exagente de la KGB y hoy presidente de Rusia, también se corre el riesgo de caer en censuras, persecuciones, linchamientos, cacerías de brujas, fobias y cobros de facturas injustas.

O incluso en el absurdo, si se consideran, por ejemplo, cancelaciones que se han pretendido en personajes fallecidos hace siglos, como en el caso del mismo Chaikovski o del escritor Fiódor Dostoievski, sin reparo de su condición de patrimonios culturales de la humanidad.

El compositor de La dama de picas, El lago de los cisnes o El cascanueces salió por completo de la programación de la Orquesta Filarmónica de Zagreb, que presentaría tres de sus obras en la Sala Vatroslav Lisinski. A través de un comunicado, el director de la agrupación, Mirko Boch, argumentó que los ensayos habían sido sombríos. Y así justificó la decisión: “Tenemos muchos colegas de Ucrania y estaban muy molestos y todos nos sentimos mal”. El concertador no quiso, por lo tanto, caer en “un acto irrespetuoso frente al dolor padecido en Ucrania”. También en Zagreb, el Teatro Nacional de Croacia suspendió su programa Serenata rusa, esgrimiendo apenas con disimulo diversos “problemas técnicos”. 

Ese tipo de acciones, que incluyen despidos, hostigamientos y acosos a diversos artistas rusos de menor fama o reflectores, se han replicado por todo el mundo. La Ópera Real de Londres, en Inglaterra, canceló la serie de funciones que presentaría con el Ballet del Teatro Bolshoi, puesto que su director, Vladimir Urin, fue elegido por el presidente ruso Vladimir Putin, a quien apoyó en 2014, durante la anexión de Crimea. Por su parte, la Orquesta Filarmónica de Cardiff, en Gales, también reemplazó repertorio de Chaikovski programado en su actual temporada por no considerar adecuado el momento para ser interpretado. 

Los ejemplos continúan y son incuantificables en su impacto músico-cultural.

La mezzosoprano letona Elīna Garanča canceló todos sus compromisos en Rusia

VI. Ideología
En el cine, en las artes plásticas, en la literatura y demás artes, la cultura de la cancelación y el bloqueo de lo ruso no solo es la misma, sino que se extiende con rapidez y, en ciertos casos, con odio. En vía contraria, y a la par del bloqueo de productos, servicios, aplicaciones y tecnologías (incluso de sitios de pornografía como PornHub), muchos artistas occidentales han decidido no presentarse en Rusia. En el mundo de la música rock, Green Day, Franz Ferdinand o The Killers han anunciado sus cancelaciones. 

En el ámbito operístico, la mezzosoprano letona Elīna Garanča hizo pública a través de sus redes sociales su decisión de no cantar más en Rusia. “Queridos amigos, me gustaría informarles que el jueves pasado, el primer día del ataque a Ucrania, cancelé mis futuros conciertos en Rusia”, escribió la cantante, quien fue más allá; al terreno, quizá, de la alusión: “Me parece irresponsable y altamente inmoral asociar mi nombre con los acontecimientos en un país que ha decidido librar una guerra criminal del régimen ruso contra la nación democrática e independiente de Ucrania y contra la sociedad abierta de Europa. No puedo apoyar a nadie que respalde a Putin y su régimen, incluso si esas personas no pueden hacer una declaración abierta y honesta”.

Elīna Garanča también exclamó que al ser letona y saber lo que es una invasión, siendo madre y al enseñar a sus hijos el significado de la moralidad, “¡elevo mi voz por la libertad y la independencia de Ucrania! ¡La guerra no es una solución! De hecho, la música tiene que unir, pues qué sería del mundo sin intercambios culturales entre nosotros. Pero, como ha demostrado la historia, ¡podemos y debemos poder elegir qué ideología de líderes políticos seguir! ¡Mi corazón se rompe por Ucrania y mis colegas ucranianos! ¡No a la guerra en Ucrania!”.

El tenor polaco Piotr Beczała participará en un concierto del Met a beneficio de Ucrania

Otro cantante que se pronunció contra la guerra y expresó su determinación de no cantar en Rusia fue el tenor polaco Piotr Beczała, quien de hecho participará el próximo 14 de marzo al lado de la soprano Lise Davidsen, la mezzosoprano Jamie Barton, el barítono Ryan Speedo Green, el bajo (ucraniano) Vladyslav Buialskyi y el director de orquesta Yannick Nézet-Séguin, en el concierto organizado por la Metropolitan de Nueva York en beneficio de Ucrania.

El tema de la cancelación de músicos y cantantes rusos, como el de toda una cultura rica y fertilizante de otros horizontes culturales, luego de quince días de actividad bélica en Ucrania está lejos de resolverse. 

Y, por supuesto, invita a la reflexión para deslindar responsabilidades, como también tuvo que ocurrir en otros episodios críticos de la historia como el esplendor de la Guerra Fría, el comunismo y los países de la vieja Cortina de Hierro; del nazismo, el fascismo y la Segunda Guerra Mundial; o de diversos regímenes totalitarios, más actuales, incluso latinoamericanos. No siempre una nacionalidad, un pronunciamiento o la simple ignorancia geopolítica equivalen a propaganda, militancia o colaboracionismo.

Aunque en otros casos claramente sí. Porque como ya alguien dijo: “El arte es también el rostro más amable de la política”.

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