Alonso Escalante: “Acercar, desmitificar, desacralizar la ópera“

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Alonso Escalante “En México el público de la ópera no solo es más plural y más joven: también es más receptivo” © Omar Mejía

En entrevista exclusiva para Pro Ópera, Alonso Escalante, director artístico de la Ópera de Bellas Artes, comparte su visión de la situación de la ópera en México, su público y explica cómo se define una programación. Además, presenta en detalle la temporada 2020 de la OBA.

El estado de la ópera en Europa tiene la particularidad de que el público está envejeciendo.
En Europa, pero también en buena parte de los teatros de Estados Unidos y Canadá tienen efectivamente ese problema, que no es exclusivo de la ópera, sino una situación general de la música clásica. En la ópera se advierte muy claramente, pero cuando he hablado con colegas que organizan festivales más especializados —de música contemporánea o barroca, por ejemplo— he visto que francamente sufren al ver la poca afluencia del público a sus conciertos. Pero, en el caso de la ópera, esto tiene que ver con un público duro y tradicional que sí pertenece a un rango de mayor edad.

La ópera en sí es un fenómeno tradicionalista y aunque hay países donde son más abiertos, incluso dentro de esta apertura sigue habiendo una especie de fidelidad al rito, a las formas y romper con ellas no es fácil, si bien se ha experimentado mucho. Pero la ópera —junto con sus similares la zarzuela, la opereta y el Singspiel— ha sabido trascender sus circunstancias geográficas e históricas.

El género está vigente, se sigue componiendo mucha ópera cada año, hay muchos estrenos, y además la forma en la que se presenta ha experimentado también una renovación por parte de los creativos. Persiste, sin embargo y efectivamente, una visión cerrada con respecto sobre todo a esta parte ritual de los protocolos y las tradiciones al asistir al teatro de ópera.

¿Cuál es entonces, en comparación, la situación de la ópera en el México actual?
Creo que en Mexico la condición es muy diferente. Por ejemplo: datos concretos que pudimos recabar en León durante los siete años que fui director del Teatro del Bicentenario —donde para evaluarnos hicimos encuestas tanto al público como a los artistas y equipos técnicos, desde el primer día que abrimos el teatro y hasta mi último día ahí— mostraron una preferencia del público por la ópera. En un teatro donde teníamos mayoritariamente sala llena, la preferencia era sobre todo la ópera, y un 63% del público estaba en el rango de edad de los 18 a los 35 años.

Insólito.
Así es. Esto quiere decir que había una apertura, un gusto y además una demanda por la ópera en ese teatro. La situación en Bellas Artes no me parece que esté muy distante de estas cifras. Cuando uno va a la sala del Palacio de Bellas Artes puede ver un público bastante plural en el que hay muchos jóvenes. También se puede identificar claramente al público duro y tradicional que tiene muchos años asistiendo a la ópera y que sí es mayor en edad pero que, no obstante, sigue siendo relativamente joven.

Es una circunstancia interesante la que tenemos en México y su público: no solo es más plural y más joven: me parece que también es más receptivo a las diversas formas en las que se comunica lo que ocurre en el escenario.

¿Qué tan importante es saber de ópera o conocer a priori la ópera que se va a ir a ver al teatro?
A mí me gusta mucho cuando el público viene por primera vez a la ópera. Si este público entiende la historia —porque la ópera es, antes que nada, teatro, así que es muy importante que la historia esté bien contada y se pueda entender—, este acercamiento le permite ir teniendo un gusto por la voz, por la música y ¿por qué no? por toda la forma (con sus protocolos) y por experimentar de qué se trata ir al teatro y lo que es presenciar un espectáculo como este.

Está por ejemplo el tema de los aplausos, que es muy debatible: si debe o no hacerse como los eruditos lo consideran o si debe aceptarse como algo espontáneo, so pena de interrumpir el disfrute de los demás. A mí me parece que el público no debe de ser un iniciado ni en la ópera ni en ningún otro tipo de arte para disfrutarlo; a la ópera hay que ir como se va al cine, como se abre un libro. Una vez que el espectador se ha conmovido ante un espectáculo, lo más seguro es que, ante tal cantidad de estímulos y cuando la ópera está bien hecha, regrese. Esta ha sido mi experiencia, al menos en los proyectos que me ha tocado encabezar.

Una vez generado el interés en un nuevo público, ¿cómo se hace para conservarlo? ¿Es suficiente la experiencia misma o la institución puede y debe hacer algo más?
Antes de cada título hacemos pláticas que promovemos de manera abierta y gratuita en redes sociales, y que de manera muy puntual se difunden sobre todo en un público estudiantil. Estas pláticas tienen el propósito de acercar, desmitificar, desacralizar, reducir la brecha entre el espectador, el hecho artístico y los artistas mismos; desentrañar los misterios y los secretos de lo que supone una creación operística, de la vida de un cantante o de un artista de otra de las muchas disciplinas que intervienen en la ópera.

La idea es justamente que a mayor conocimiento, hay mayor disfrute. Creo que esa es una forma en la que contribuimos precisamente a que la experiencia vaya mucho más allá de un hecho aislado, como sería una única función. Una vez dada esa curiosidad, lo ideal es que el espectador se dé cuenta de que quiere regresar y tal vez esta vez quiera saber más de la ópera antes de la función y venga a la plática para saber quiénes van a cantar, por qué es interesante determinada producción, etcétera. En fin, nuestra misión es proveerle de un contexto para que el gozo de ese primer acercamiento pueda expandirse y convertirse en una parte del consumo cotidiano de estos nuevos espectadores.

¿Cómo se logra construir una temporada de ópera con limitaciones presupuestales como las que existen actualmente en la cultura a nivel mundial?
Afortunadamente, yo no he tenido más que respaldo para hacer las temporadas que he propuesto a la Dirección General de Bellas Artes. La forma en la que hacemos estos títulos por supuesto que tiene que ver con nuestras posibilidades financieras y, a la hora de crear el corpus de una temporada, ese es un factor muy importante; pero se trata solamente de uno de los factores que intervienen. Existen otros elementos. Y el equilibro entre todos ellos es lo que ha permitido tener temporadas en las que hemos hecho estrenos nacionales, estrenos en Latinoamérica y estrenos mundiales con un público interesado en ellos, sin abandonar las óperas de repertorio. 

Las óperas de repertorio no solamente son importantes para un sector muy valioso del público; el repertorio trabaja también para los músicos, son obras que el coro tiene ya en gola, que la orquesta tiene ya bastante en dedos… Hay una noción de continuidad íntimamente ligada a la cuestión siguiente: de dónde venimos y hacia dónde vamos.

¿Cómo se decide, pues, la proporción de ópera de repertorio, ópera contemporánea y ópera mexicana a programar?
Es una combinación para la cual no hay dosis precisas. Para mí lo importante es que al final de la temporada hayamos tenido como compañía un corpus que haya permitido el desarrollo en diferentes direcciones —no solo estrictamente el técnico, el idiomático y el estilístico dentro de las diversas complejidades musicales que puede tener cada título—, sino también haber ofrecido al público la posibilidad de encontrarse con una temporada cuyos títulos, no obstante una aparente variedad en lo que a vista rápida se percibe, guarden una relación entre sí.

Las dosis pueden variar…
Sí. El próximo año, por ejemplo, conmemoramos efemérides muy importantes para nuestro país: la finalización de la gesta de Independencia en 1821 y la caída de México-Tenochtitlán, sus 500 años. Así que, muy probablemente, en 2021 el acento estará mucho más en estos temas que corresponden a una realidad nuestra y que conviene poner a la vista de los espectadores.

¿Cuál es el rol de la tecnología en la ópera?
Es importantísimo. Parte del hecho de que la ópera esté tan vigente se debe a la posibilidad que tiene ahora el público de ver un espectáculo que sea estimulante en tantas formas, ¡el género de por sí ya lo es! Pero el poder presentarlo de diferentes formas hoy en día no necesariamente implica producir espectáculos más sofisticados, sino a poner a la tecnología al servicio del discurso estético y de soluciones dramáticas interesantes que permitan darle a la producción un carácter moderno o actual… De pronto, una reposición puede renacer con un poco de polvo, puede verse antigua o avejentada, precisamente por la falta de este tipo de recursos esceno-técnicos que tienen el potencial de dar a la ópera un salto cualitativo.

¿En qué consiste el Estudio de Ópera de Bellas Artes y cuál es su relación con el teatro?
El EOBA es un proyecto formativo que busca contribuir a finalizar la formación de jóvenes cantantes, algunos de ellos ya con carreras profesionales que, sin embargo, requieren pulir ciertas partes de su formación y adquirir experiencia, también. El estudio provee estas posibilidades al proporcionales maestros preparadores y profesionales de diferentes disciplinas que al posibilitarles la experiencia frente al público, en diferentes partes del país y hasta de otras latitudes, como todo estudio de ópera, les ayudan a redondear esta parte de la formación de los cantantes (y de los pianistas también, en este caso) que en una escuela de música o conservatorio no les es proporcionada: ese hueco entre la vida estudiantil y la vida profesional que, siendo la ópera un campo tan competitivo —y por eso se han creado estudios de ópera y no en otras disciplinas, por su complejidad— conviene atenderlo.

El objetivo es que los participantes de esta experiencia puedan insertarse a la vida profesional con mayores herramientas y experiencia, o bien, como algunos han optado, continuar su formación en otros estudios que les permitan acercarse a otro tipo de directrices que están buscando en sus propias carreras.

¿Cuál es el proyecto a largo plazo de la Ópera de Bellas Artes?
Tiene que ver, por principio de cuentas, con la calidad de cada producción. Esto debe de estar por encima de cualquier otra premisa. Por otra parte, justamente la ampliación del repertorio que ofrecemos al público, que es una expresión misma de la compañía, se refleja en la expansión del público al que estamos llegando. Estos factores son de los más importantes a considerar, pues todos ellos suponen un desarrollo con una clara noción de lo que debe de ser el rostro y el sello de la compañía y la forma en la que nos mostramos como institución.

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