Adriana Mater en San Francisco

La «puesta en plataformas» de Peter Sellars para Adriana Mater de Kaija Saariaho en San Francisco © Brittany Hosea-Small

Junio 11, 2023. Adriana Mater, ópera en dos actos y siete cuadros con libreto en lengua francesa, es la segunda obra lírica de la compositora finlandesa Kaija Saariaho, cuyo libreto fue escrito por su colaborador, el escritor y periodista franco-libanés Amin Maalouf. 

La obra, que fue estrenada en el Théâtre Bastille de la Opéra de Paris el 3 de abril del 2006 y que fue una coproducción con la Ópera Nacional de Finlandia, nació gracias a la insistencia y persuasión que Gerard Mortier, entonces director del teatro francés, logró sobre la propia Saariaho, quien había expresado que, después de L’amour de loin, no tenía mayor interés ni inspiración para dedicarse a componer más óperas. 

Después del estreno de Adriana Mater en Helsinki, ciudad natal de la compositora, y en el Reino Unido en el 2008, el verano de ese mismo año la ópera tuvo sus primeras representaciones estadounidenses en la Ópera de Santa Fe, ya no fue programada por ningún teatro importante. 

A pesar de que Saariaho cuenta con un amplio y rico catálogo de composiciones orquestales, vocales, además de óperas y oratorios, en general su trabajo permanece en una especie de injusto limbo, ya que tampoco recibe la difusión y reconocimiento que merece. Por ello, la reposición de su ópera Adriana Mater por la San Francisco Symphony, dirigida por dos promotores de su obra —el director de orquesta Esa Pekka-Salonen y el director de escena Peter Sellars (el mismo que se encargó del montaje del estreno de Adriana Mater en París)— era una oportunidad única, histórica e imperdible. 

Se percibía un cierto halo de misterio y sorpresa cuando se anunció que su ópera había sido elegida para ser escuchada en la Davies Symphony Hall de San Francisco, al igual casi que el anuncio de la la Ópera de San Francisco, tan solo unos días antes de las funciones de Adriana Mater, que como parte de su próxima temporada, en el mes de junio del 2024, realizará el estreno estadounidense de la ópera Innocence, proyecto que se estrenó en Aix-en-Provence en 2021. 

La mezzosoprano Fleur Barron (Adriana) y el tenor Nicholas Phan (Yonas) © Brittany Hosea-Small

Es difícil imaginar que el estado de salud de la compositora le hubiera permitido estar presente en alguna de las representaciones de sus dos óperas en San Francisco, y desafortunadamente se supo que el día 2 de junio, apenas seis días antes de la función de estreno en San Francisco de Adriana Mater, la compositora falleció en su casa en París. Con cierta contrariedad y desilusión, me sorprendió que la orquesta no haya emitido un comunicado haciendo eco de la noticia, y que lo mencionara días después en un email entre noticias generales y el calendario de eventos futuros. 

A la función a la que asistí, únicamente se insertó en el programa de mano una hoja blanca que decía “In Memoriam Kaija Saariaho (1952-2023)” e indicaba que la orquesta dedicaba los conciertos en honor a su vida y trabajo, y contenía dos breves y escuetos párrafos firmados por Esa Pekka-Salonen y Peter Sellars, redactados de manera fría e impersonal, probablemente por algún publirrelacionista, y ni durante la representación se mencionó algo al respecto. Pienso que, tratándose de una importante e influyente compositora de principios del siglo XXI, conocida a nivel mundial por sus composiciones y méritos, como el de haber sido la primera compositora en escenificar una ópera suya en el Metropolitan de Nueva York en casi cien años, y considerando que la obra a ejecutar por la orquesta esa semana era suya, sorprende que el triste acontecimiento pasara prácticamente desapercibido. 

En lo que respecta a la obra, Saariaho ofreció más que una ópera interesante: es toda una exploración profunda sobre el amor maternal, inspirándose para ello en los recuerdos personales de su primer embarazo. La trama transcurre en un país ficticio de la actualidad que atraviesa por una guerra civil, donde la joven Adriana queda embarazada después de ser violada por un militar llamado Tsargo; pero ella decide tener al hijo a pesar de la insistencia de su hermana Refka por impedirlo. Todo esto transcurre en el primer acto. 

En el segundo acto, donde han transcurrido 17 años, Adriana ve a su hijo Yonas crecer con la inquietud y la duda de si se convertirá en un hombre violento como su padre, o si será una persona considerada y amable como ella. Es una historia que se centra en las relaciones humanas, sobre todo familiar, y el significado de la maternidad, al margen del contexto bélico y político en el que se desarrolla, que fue la aportación de Maloouf al libreto, dada su experiencia como corresponsal y periodista de guerra.

Me gusta la visión que Peter Sellars ha dado a sus recientes puestas en escena, frecuentemente en salas de concierto dada su cercanía laboral con la LA Philharmonic, donde en diciembre dirigió Tristan und Isolde de Richard Wagner; y con la San Francisco Symphony, donde dirigió Oedipus Rex de Ígor Stravinski, y ahora Adriana Mater. Sellars ha mencionado que, para transmitir la parte escénica, el centro del espectáculo debe ser la música, el canto y la actuación, sin elaborados montajes que él mismo ha descrito como una manera de “dramatizar conciertos” y que esa debería ser la tendencia futura en los teatros.

El barítono Christopher Purves como Tsargo © Brittany Hosea-Small

Esta vez colocó cuatro pequeñas tarimas cuadras, dos al frente del escenario, y dos en un nivel superior en la parte trasera derecha de la orquesta, creando un espacio propio para cada uno de los cuatro personajes. Lamentablemente, las tarimas complicaron la manera como tuvo que colocarse la orquesta y el desplazamiento de los artistas cuando descendían entre los músicos desde las tarimas superiores. El director de orquesta fue colocado a un lado del escenario, dirigiendo de manera diagonal, dificultando la visión sobre él de algunos músicos y los solistas en movimiento. 

Más allá de la logística, el enfoque de Sellars fue inapropiado, apuntando hacia la dirección equivocada: el la de la guerra y la violencia, en vez del tema central que es la maternidad y las relaciones familiares. Los protagonistas son en realidad Adriana y su hermana Refka, y en menor nivel Yonas. Al ubicarse y cantar cada uno desde su propio espacio, los cantantes carecían de cercanía y pocas veces coincidían sobre la misma tarima. Hubo sobreactuación y muestras de violencia de parte de Yonas y Tsango, por el constante uso de armas automáticas, para forzar una violación que, al final, no es vista en escena, y en el segundo acto por Yonas, que en su furia y desesperación busca asesinar a su padre, que con el paso del tiempo se había convertido en un anciano inválido, ciego e indigente. 

Los vestuarios de Camille Assaf, al situarse la escena en la actualidad, no tuvieron nada de especial y consistieron en jeans, botas y sudaderas oscuras para los hombres y sencillos y coloridos vestidos para las mujeres. La iluminación de James F. Ingalls, habitual colaborador de Sellars, no aportó a la escena. Como un detalle adicional a mencionar, en el austero montaje, no se sabe con qué propósito, los personajes cantaron sus partes leyendo sus partituras en un iPad. Esto causó constantes distracciones en los artistas que miraban constantemente a la tableta, y entre el público, que no entendía el sentido. 

Lo cierto es que la música y el cantó superaron este fallido y prescindible montaje de una ópera a la que, en mi opinión, se le hubiera sacado mayor provecho en versión de concierto. Orquestalmente, la partitura es suntuosa, con muchos giros dramáticos y suaves o tiernos, de una escritura moderna, por momentos necesariamente atonal e intensa, con ritmos polifónicos, que demuestran en la compositora un entendimiento del instante, emotivo y sentimental por el que atraviesan sus personajes. 

Saariaho comentó que, para poder componer una segunda ópera, debía alejarse de ese mundo íntimo y aislado con el que compuso L’amour de loin y abrirse a música de hechos que incidieran, en manera positiva o negativa, a lo que sucedía en el mundo, mencionando incluso los hechos del 11 de septiembre del 2001, e incluso abrirse a aceptar colaboraciones e influencias de otros compositores y estilos musicales. Saariaho incorporó a esta partitura rangos vocales distintos a los que ya había trabajado anteriormente, como la voz del tenor, o el de una mezzosoprano profunda para la protagonista de Adriana. 

Esa Pekka-Salonen dirigió con seguridad y evidente apego a la partitura, demostrando conocimiento de sus partes, de sus matices, con un grupo de músicos que respondió con explosividad, entusiasmo y gozo, conscientes de que la partitura que tenían frente a ellos representaba una ocasión única. La pieza requiere de un coro de voces femeninas, y miembros del San Francisco Symphony Chorus, dirigidas por Jenny Wong, y colocadas en las butacas en la parte superior izquierda de la orquesta, por la suavidad y sutileza de su canto, parecían ninfas que transmitían un mensaje de esperanza, creando un balance entre la intensidad y la sensatez. 

El personaje de Adriana se benefició de la presencia de la espectacular mezzosoprano singapurense-británica Fleur Barron, sobresaliente intérprete con una voz oscura, apta para la parte, de colorida y especial brillantez en su timbre, con la que fue capaz de hacerle justicia a la melancólica y dramática orquestación compuesta para su personaje, que es rica a nivel harmónico. Dotada de bella apariencia y presencia escénica, mostró un involucramiento emotivo con el papel sobre el escenario, como pocas veces he visto yo.

La soprano Axelle Fanjo como Refka © Brittany Hosea-Small

En el papel de la hermana Refka, la soprano francesa Axelle Fanyo mostró expresividad idiomática y facilidad para cantar con ligera textura armónica y amplio rango vocal, que supo proyectar entre líneas instrumentales graves y agudas. Su desempeño actoral fue además creíble. 

Por su parte, el barítono inglés Christopher Purves personificó bien a Tsargo, actuando, como se mencionó, con superflua agresividad, pero cantando bien su parte que es musicalmente rítmica, y requería un color grisáceo en el timbre que, por momentos, fue opacado por la intensidad de los contrabajos. No sé por qué los momentos de tensión o dramatismo indicados los libretos son entendidos por algunos artistas como sinónimo de innecesaria brusquedad, violencia, sobreactuación y destemplada fuerza vocal, como ocurrió con la interpretación del tenor estadounidense Nicholas Phan, quien encarnó al joven Yonas. Phan posee buenos medios vocales, pero en su papel se quedó corto en la relación e interacción con su madre Adriana. Al final, la nutrida presencia del público en estas funciones resultó ser el mejor homenaje al trabajo de la compositora. 

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