Il diluvio universale en Bérgamo

Escena final de Il diluvio universale en el Donizetti Opera Festival de Bérgamo

Diciembre 3, 2023. Como es bien sabido, el objetivo del Donizetti Opera Festival (DOF) es producir los títulos menos conocidos, olvidados, o las primeras ediciones de Gaetano Donizetti. Para cerrar la temporada 2023 tocó el turno a la primera edición de El diluvio universal, típica ópera de tema sacro, diseñada originalmente para su representación durante la Cuaresma, una práctica muy habitual en la época belcantista. 

Por ejemplo, doce años antes, Gioachino Rossini había compuesto Mosè en Egitto (Moisés en Egipto). El modelo insuperable de la ópera religiosa sugería utilizar temas bíblicos adecuados al período de Cuaresma, donde la historia «sagrada» se entrelaza con acciones «profanas» de los protagonistas para aligerar y enriquecer la trama.

Il diluvio universale es un título fundamental del período napolitano de Donizetti, cuando tenía 33 años. Escribe muy adelantado a su tiempo una música madura y monumental; muy similar a óperas serias como su trilogía Tudor o incluso el Nabucco verdiano (aunque faltaría casi una década para la composición de ambos). Una sola escena de Noè tiene la música que 10 años después perfeccionaría para crear el aria ‘Chacun le sait, chacun le di’ que da a Marie en La fille du régiment. El resto es música inédita. En comparación con el Mosè in Egitto de Rossini, Donizetti se centra menos en la dimensión coral y da prioridad las historias individuales respecto de las del pueblo.

‘Il diluvio…’ tuvo su estreno en el Teatro San Carlo de Nápoles el 6 de marzo de 1830, con el famoso bajo Luigi Lablache en el papel de Noè. El libreto de Domenico Gilardoni está inspirado en la tragedia Il diluvio de Francesco Ringhieri, con la adición de algunos elementos tomados de Lord Byron y Thomas Moore. Debido a su gran éxito, inmediatamente después el compositor bergamasco comenzó a trabajar una segunda edición más profunda. Este segundo Diluvio universal se estrenó en el Teatro Carlo Felice de Génova el 17 de enero de 1834; es decir, cuatro años más tarde.

El DOF presentó la ópera en su versión original: la napolitana de 1830. Esta versión, a pesar de su éxito, quedó marcado en la historia el error de la prima donna Luigia Boccabadati, quien en el estreno atacó antes que todos los demás su agudo en el concertante del final del acto I (por equivocación y no por un desplante de diva). En Bérgamo, anticipando que algo podría no salir como se esperaba, antes de comenzar la última función de la temporada, una voz-en-off asentó: “Agradecemos al señor Di Pierro, quien —no obstante su indisposición— interpretará el rol de Noè”.

Al podio salió Riccardo Frizza, concertador del título y director musical del DOF, quien con su habitual precisión belcantista dirigió el título con maestría. La batuta de Frizza fue certera en los tempi y determinado con las dinámicas, cuidando siempre el volumen de la Orchestra Donizetti Opera para no cubrir a los cantantes. El poderoso concertante final del primer acto, lleno vitalidad, evidenció el talento de los intérpretes orquestales, la minuciosidad de Frizza y, a pesar de su poca participación, una buena colaboración con el Coro dell’Accademia del Teatro alla Scala preparado por Salvo Sgrò.

Inesperadamente, la noche se la llevó Giuliana Gianfaldoni, quien interpretó de manera extraordinaria el rol de Sela (mujer de Cadmo, jefe de los sátrapas de Sennàar). Convincente escénicamente, mostró una Sela confundida y reprimida al haber sido convertida por Noè y al mismo tiempo ser esposa del jefe de la ciudad que quiere quemar el arca; esta angustia la transmitió gracias a su evidente preparación. Vocalmente, la soprano fue sobresaliente, la cadenza de su aria ‘Senza colpa mi se acciaste’ (‘Sin culpa me mataste’) podría considerarse de antología, pues su registro agudo es envidiable, sus sobreagudos son soberbios, su voz es fresca y dinámica y su legato es inusualmente bueno.

Nahuel di Pierro (Noé)

Por desgracia, el protagonista no corrió con la misma suerte. Tras su primera aparición para el conjunto: Si, quell’arca nell’ira de’ venti (‘Sí, esa arca en la ira de los vientos’), el bajo argentino Nahuel Di Pierro, encarnando a Noè, tuvo que ser sustituido por el bajo italiano Alessandro Abis debido a la indisposición anticipada previamente. Abis se posicionó en un extremo del escenario vestido de negro con un atril y partitura en mano para interpretar la parte vocal del protagonista bíblico; mientras Di Pierro continuó a ejecutar los trazos escénicos haciendo fonomímica. Por ello no realizaremos ningún juicio ante esta situación imprevista.

En cambio, Enea Scala tuvo una noche muy afortunada. El tenor siciliano, poseedor de una voz potente y moldeable con agudos solventes interpretó fielmente a un vil y enérgico Cadmo, el antagonista de la ópera. Aunque pequeña, la participación de los tres hijos de Noè fue muy afortunada: Jafet, interpretado por el bajo boloñés Nicolò Donini; Cam, por el barítono mexicano Eduardo Martínez (perteneciente a la ‘Bottega Donizetti’: el estudio de ópera del DOF); y sobre todo el Sem de Davide Zaccherini, por sus bellos agudos.

Toda la producción creativa fue erróneamente encomendada a MASBEDO, el nombre artístico del dúo conformado por Nicolò Massazza y Jacopo Bedogni, quienes firmaron el proyecto, la dirección escénica, la dirección de las proyecciones live-video y los vestuarios. Bien reza el dicho: “el que mucho abarca, poco aprieta”, y la propuesta de MASBEDO lo confirmó. El “diseño” de vestuario no fue otra cosa que la paupérrima fórmula de poner a todos los hombres (incluido el coro) de traje oscuro y a las mujeres en vestidos de noche monocolor. La escena no la situaron en el monte Ararat del 2348 a.C. como señala la Biblia, sino en la actualidad, y buscaron —mas no encontraron— la forma de relacionarlo con el cambio climático y los infinitos problemas ecológicos que sufrimos hoy en día. 

Fuera del teatro, los espectadores fuimos recibidos por un grupo de jóvenes dotados de imágenes marinas en peligro de extinción, que sin decir nada con un rostro neutral y casi perturbador, fijaban sus miradas en el público cubiertos de unos coloridos impermeables, dejándonos saber entre líneas que se acerca el diluvio universal.

Como idea fue interesante, pero en la práctica, ya dentro el teatro, el resultado fue mediocre. La “escenografía” (si a eso se le puede llamar así) realizada por 2050+ consistió en una jaula de metal que baja del cielo y se transforma en una larga mesa representando un mundo falsamente protegido. Para el final de la función, la jaula funge como el arca de la salvación y se eleva al cielo nuevamente con la familia de Noè. En el programa de mano los MASBEDO titulan la jaula como “La última cena de la humanidad. Un espacio que denuncia las contradicciones entre la exclusividad de los comensales (…) en una jaula tecnológica”. 

Cabe mencionar que todos los cambios fueron efectuados por técnicos del teatro vestidos de negro, quienes entraban desinhibidamente a montar y desmontar la jaula, algo inadmisible en un teatro con las capacidades técnicas como el Teatro Donizetti. El escenario lo manutuvieron abierto (con las piernas del teatro, las salidas de emergencia tras bambalinas, etcétera, siempre visibles). 

Solo bloqueaba la vista una pantalla LED de altísima definición. En dicha pantalla, las proyecciones creadas por Mariano Furlani mezclaban escenas reales de la naturaleza con pinturas y animaciones; mientras para el segundo acto se mostró una transmisión en vivo de detalles y perfiles de las personas y cosas que estaban en el escenario, gracias a un par de cameramen camuflajeados en la escena. Los rostros con miradas y gestos inquietantes con tintes sexuales por parte de los performers, se entrelazaban igualmente con imágenes previamente grabadas que, junto a los movimientos escénicos de Sabino Civilleri y Manuela Lo Sicco, contribuyeron a complementar una caótica regia que en la ambición de querer proponer tantas cosas, terminaron por no proponer nada sustancioso.

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