La scala di seta y Prima della scala en Novara

Puesta en escena de Prima della scala de Federico Gon y La scala di seta de Gioachino Rossini en el Teatro Coccia de Novara

 

Mayo 11, 2025. La divertida farsa de Gioachino Rossini, La scala di seta (La escalera de seda), estrenada el 9 de mayo de 1812 en Venecia, se representó en el Teatro Coccia casi en el mismo aniversario de su estreno, hace 213 años. Al tratarse de una pieza en un solo acto, estuvo acompañada y precedida por un nuevo encargo, Prima della scala (Antes de la escalera), confiada al joven compositor Federico Gon con libreto de Stefano Valanzuolo, que no intenta una parodia que podría producir aspectos discutibles, sino la invención de un antecedente plausible e imaginativo para la puesta en escena de la pieza en un acto de Rossini.

El resultado es absolutamente divertido y atractivo y, al final, incluso parece real. La historia precedente se convierte de hecho en una sola con La scala di seta y, modificando solo algunos detalles de la escena y el vestuario, sin intermedio, llegamos al aplauso final. La música de Gon es absolutamente escuchable a primera oída y sin buscar extravagancias agrada y entretiene. El libreto es cautivador.

En ambos casos la dirección estuvo a cargo de Deda Cristina Colonna, conocida hace años en el papel de coreógrafa renacentista y barroca, y gratamente redescubierta en el papel de directora teatral. Su trayectoria artística verdaderamente respetable sobresale en sus creaciones, abarcando en el tiempo hasta lo contemporáneo, con el estilo de quien ha escudriñado y experimentado diferentes mundos artísticos. Su dirección fue muy divertida y recuperó gestos y actitudes —en primer lugar, los gestos del ilusionista— que dieron continuidad a la narración.

La orquesta Filarmónica Italiana estuvo dirigida por Francesco Pasqualetti, a quien conocí cuando era un joven director que buscaba la precisión y el gesto, asistiendo a las master-classes impartidas por Gianandrea Noseda, en el marco del Festival de Stresa. Me lo he encontrado en otras ocasiones en el Regio de Turín o en Pisa, y ahora cuenta con una trayectoria artística decididamente importante y es considerado un intérprete refinado y ecléctico, que acepta los desafíos y los resuelve con elegancia, como se le reconoce internacionalmente. A la orquesta del Teatro Coccia dirigió con mesura y atención, manteniendo el ritmo vivo que hace amado a Rossini.

La escenografía de Matteo Capobianco parte de la idea del circo y hace aflorar recuerdos, luces y colores que desde siempre han fascinado a los niños y hacen brillar de alegría sus ojos. La escena inicia en blanco y negro para retratar el dolor por el fallecimiento del dueño del circo, que se revelará como una noticia falsa puesta en marcha solo para probar a sus colaboradores, y luego cobra vida con luces y colores a medida que continúa la historia. La escalera que sube y baja es el hilo conductor escénico y narrativo, como lo son los trajes del propio Capobianco, histriónicos y festivos, que encajan muy bien en el conjunto.

Las voces fueron todas agradables y adecuadas para los papeles realmente brillantes. Zabatta/Dormont fueron interpretados por el tenor seguro y agradable Davide Lando. Alina Tkachuk dio rostro y voz brillante a los personajes de Nina/Giulia. Ezio/Dorvil estuvieron interpretados con vivacidad y buenas notas altas por Paolo Nevi. Yo Otahara fue una Lucilla interesante y el bajo Dogukan Ozkan estuvo encargado de los personajes de Silvano/Blansac, que abordó con buen timbre y color. Emmanuel Franco no solo es interesante de escuchar, sino también interpretó muy bien el rol de Germano.

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