?? Diàlegs de Tirant e Carmesina en Barcelona
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Febrero 2, 2020. Una ópera de cámara sobre la gran novela de caballería de la literatura catalana, Tirant lo Blanc, alabada desde Cervantes hasta Vargas Llosa, estrenada el verano pasado en el Festival de Peralada y ahora coproducida por el Liceu, tuvo tres representaciones consecutivas. Se trata de un esfuerzo interesante y bastante logrado porque el texto de Marc Rosich sale de la propia obra de Joanot Martorell, aunque acotada solo a la relación entre el protagonista y su amor imposible (o casi), Carmesina, ante la mirada protectora de Plaerdemavida y furiosa, de la Viuda reposada, la primera dama de compañía y la Segunda nodriza de la joven princesa de Constantinopla.
El título es, por eso, Diàlegs de Tirant e Carmesina, con música de Joan Magrané y una sobria y acertada puesta en escena con un excelente vestuario de Joana Martí, luces de Sylvia Kuchinow y un “espacio escénico” diseñado por el gran Jaume Plensa, a veces de una instalación de luces que del gris evoluciona al rojo para configurar al final la palabra “Utopía”. La dirección musical de Francesc Prat fue excelente, y la reducida plantilla instrumental (flauta, arpa, dos violines, viola y violonchelo) hizo un muy buen trabajo.
También los cantantes aportaron su cuota de actuación y canto. Curiosamente, la que salió mejor servida fue la intérprete de las dos “amas” de Carmesina (Viuda reposada y Plaerdemavida), la mezzosoprano Anna Alàs i Jové, porque parece ser la que goza de una escritura vocal más “tradicional” y agradecida, y lo hizo muy bien en la caracterización de sentimientos opuestos.
Tirant fue el excelente barítono Josep-Ramon Olivé, quien tiene también una escritura bastante agradecida pero que insiste en el falsete y así apareció, sobre todo al principio, más atenorado que lo habitual. Carmesina tiene una tesitura muy aguda e Isabella Gaudí la defendió bien aunque a veces sonó al límite.
En cuanto a la música en sí, obra de Magrané (quien estaba presente y fue muy aplaudido, así como también Rosich), tiene interés y se inspira —por propia confesión en el programa— en Il combattimento di Tancredi e Clorinda de Claudio Monteverdi, pero en una primera audición parece haber inclinación por el sonido áspero y la dinámica agitada, y lo más endeble —como ocurre casi siempre en la ópera contemporánea— es la escritura vocal, en este caso la de la soprano, sobre todo.
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