Hulda en Lieja
Mayo 15, 2022. Hace 200 años nació en la ciudad de Lieja, en Bélgica, el compositor César Franck. Conocido ampliamento como organista y profesor, este músico de amplias facultades tiende a dejar una huella en filigrana sobre las memorias. Sus composiciones de cámara se tiñen de matices contemplativos y románticos. Lo menos conocido de un músico con la maestría instrumental de Franck es su música vocal profana y en particular sus dotes de compositor de ópera.
La carrera de Franck en los escenarios no fue nada fácil. De sus primeros intentos de dar vida a personajes no queda casi rastro. Finalmente, la historia de la música volvió a Franck un adusto compositor de piezas religiosas, un sumo sacerdote de la modulación y de la armonía. Dos siglos después de que Franck naciera, era lógico que su genio lírico saliera definitivamente a la luz. De sus cuatro obras operísticas, la celebración del bicentenario Franck en 2022 escogió una de las más complejas y colosales: Hulda, que se presentó en concierto.
La historia de Hulda se inspira de la obra del autor noruego Bjørnstjerne Bjørnson, «Halte Hulda» (1858). Ambientada en una Noruega medieval de fantasía, la trama transita entre el melodrama y la fábula negra. Cabe mencionar que Bjørnson fue un ardiente defensor de Francia contra la injusta guerra de Otto von Bismarck en 1870. ¿La adaptación musical de su obra no tendría, además de su interés dramático, una cierta dimensión política? Es interesante considerar esta hipótesis por un momento.
Hulda cuenta el secuestro de la protagonista y la masacre de su familia por los bárbaros Aslaks. Se ve obligada a vivir como cautiva de sus captores y es forzada a casarse con el jefe del clan. Este último es finalmente asesinado por el amante de Hulda, el apuesto Eiolf. Los dos planean huir a Islandia, pero Eiolf traiciona a Hulda con su antigua prometida Swanhilde, lo que desata la ira de Hulda, que finalmente entrega a su amante a la venganza de los Aslak. Hulda pierde a su amante y se precipita del acantilado a las aguas heladas de un fiordo para poner fin a su sufrimiento.
Además del malogrado romance de Hulda, el secuestro de la princesa y la masacre de su pueblo a manos de una horda de bárbaros recuerdan lo que sintió Francia a finales del siglo XIX cuando Bismarck se anexionó Alsacia-Mosela en el Tratado de Frankfurt el 10 de mayo de 1871. El constante desafío de Hulda y su matrimonio forzado con el jefe Gudleik podrían relacionarse con todas las campañas de propaganda francesas sobre el cautiverio de las provincias perdidas, representadas por la mujer alsaciana con su gran moño, obligada a aceptar el yugo matrimonial de un oficial prusiano.
Por otra parte, el matrimonio de Hulda con el jefe del clan Aslak podría hacer referencia al nuevo estatus de los territorios perdidos por Francia. Los antiguos departamentos se convirtieron en el Reichsland Elsaß-Lothringen y fueron administrados directamente por la corona del águila negra como «tierra del imperio». Fue una especie de himeneo forzado con el Kaiser Wilhelm I (1861-1888) directamente.
En cualquier caso, César Franck nunca llegó a ver representada su Hulda, ya que el estreno lugar hasta 1894 en la Ópera de Montecarlo, gracias a las gestiones de su hijo. Tras un regreso poco documentado en 2019 en Friburgo (Alemania), que se grabó para el sello Naxos, Hulda volvió con toda su intensidad a Lieja.
La partitura está llena de bellezas complejas y poéticas. Cual gran tejido épico, Franck acumuló los momentos de evocación del paisaje, una ambientación próxima de lo visual, algo casi cinematográfico. Hulda exige de la orquesta a la vez flexibilidad y una gran maestría de la armonía.
Esta noche la Real Orquesta Filarmónica de Lieja fue el intérprete ideal para el retorno de Hulda a la Sala Filarmónica de la ciudad natal de César Franck. Cada contrapunto, cada sutileza, cada tono fue interpretado con la mayor elegancia y con un respeto profundo de la escritura de Franck. Con un sonido espléndido y magnético, los instrumentistas confirmaron sus infinitas cualidades de orfebres de la música sinfónica. El director húngaro Gergely Madaras, que funge como director musical permanente de la orquesta, le proporcionó una energía solar y una gran sensibilidad a esta obra monumental. Esta falange acaba de terminar una gira por Sudamérica, esperemos que pronto una nueva gira por nuestro continente los lleve a cautivar al público mexicano.
Para el papel protagónico, César Franck compuso una música de gran fuerza dramática. Su Hulda lleva los genes de la vengativa Griselda del acto II de I lombardi de Verdi y también de la feroz Tosca de Puccini. En su entrevista introductoria, Alexandre Dratwicki afirma que Hulda habría sido un papel para Maria Callas, lo que es absolutamente cierto por la gran intensidad dramática y la amplitud vocal. Por desgracia, Callas ya no está para cantarlo; sin embargo, la formidable soprano estadounidense Jennifer Holloway interpretó a Hulda. Su compromiso teatral se sintió desde la primera hasta la última nota. Con una voz amplia y brillante, nos transportó al centro del huracán sentimental de Hulda. Abordó esta partitura llena de obstáculos con audacia y maestría. Holloway nos conmovió con esta cruel historia en la que su personaje es víctima de la perfidia del amor, como la Gioconda de Ponchielli o la Santuzza de Mascagni.
El tenor lituano Edgaras Montvidas, por su parte, interpretó al pérfido Eiolf, el errático amante de Hulda. El personaje requería una mayor sutileza teatral, ya que su traición influyó en el cambio de Hulda de la ternura a la venganza. Se puede aceptar que este tenor tiene una hermosa voz para el verismo o incluso para el bel canto. Se puede alabar la amplitud de su rango, a pesar de sus notas altas, a menudo nasales y limitadas. Pero este tenor no tiene ni el carisma ni la tesitura monstruosa que requiere el papel.
En los papeles secundarios estuvieron la excelente soprano francesa Véronique Gens como Gudrun, matriarca de los Aslak, siempre con una precisión impresionante; la deslucida Swanhilde de la soprano holandesa Judith van Wanroij se adaptó finalmente al papel de la amante apasionada. La mezzosoprano normanda Marie Gautrot y la soprano francesa Ludivine Gombert no tuvieron mucho que cantar, pero mostraron una gran fineza y grandes perspectivas en sus intervenciones. Destacaron también las capacidades vocales de el tenor Artavazd Sargsyan, el bajo-barítono Guilhem Worms y el tenor François Rougier como los guerreros Aslak, lástima que tengan tan poco que cantar. El bajo-barítono Matthieu Toulouse como Arne/Un Hérault es absolutamente un talento a seguir: su voz es magnífica.
Siempre excelente y preciso, el Coro de Cámara de Namur confirmó que es uno de los mejores conjuntos vocales que existen. En las numerosas páginas que César Franck compuso para el coro, aportan energía y evocaciones casi impresionistas.