I vespri siciliani en Nápoles

Escena de I vespri siciliani en el Teatro di San Carlo de Nápoles © Luciano Romano

Enero 31, 2024. En el marco único del Teatro San Carlo tuvo lugar una reposición de I vespri siciliani de Giuseppe Verdi en la onda de reposiciones del título que tendrá su próxima etapa en Zúrich con la misma protagonista femenina. Aquí se utilizó, en coproducción con Palermo (donde nació y hemos reseñado la producción) la puesta en escena diseñada por Emma Dante, que ya se vio también en Boloña.

Como en este caso se usa la versión italiana y no la francesa original, desaparece el ballet (objeto a su vez de una masacre acorde con la que evoca el título en Palermo), cosa que nos devuelve a los finales de acto “normales” de Verdi y nos evita los principales sinsentidos de la puesta original. Aquí ha gustado mucho, desde la aparición (aplaudida) de las víctimas de la camorra en fotos con nombres y apellidos, hasta los famosos “puppi”, que son muy buenos, aunque poco tengan que ver con la acción (sí, pelean y mueren, pero si en la obertura solo molestan un poco al principio del quinto acto, tenemos derecho a una escena muda y algo larga). Los personajes están bien trazados, la separación entre ocupantes y ocupados es clara, y solo disuena el intento de ejecución del tercer acto sobre dos barriles con el uso de revólveres, pero hoy por hoy eso es menor.

La dirección de Henrik Nánási fue desigual: más bien lenta, anémica en la obertura, mejor en los momentos líricos que en las grandes explosiones donde la orquesta más bien hizo ruido. Tampoco el coro con su nuevo maestro estuvo muy rutilante. Pero el viaje valió la pena, sobre todo por los cantantes principales, en particular los tres roles masculinos. Maria Agresta, que fue Elena, lo hizo bien pese a que el papel no parece de los que le caen mejor, y en algunos momentos el timbre sonó feo, aunque se oyó todo el tiempo y claramente sus mejores momentos fueron los líricos y en especial en los duetos con el tenor y en su solo ‘Arrigo, deh parli a un core’, mientras que la ejecución del famoso “Bolero” fue por demás prudente y con alguna aspereza en zona aguda. Fue encomiable su labor escénica.

Piero Pretti volvió a demostrar que es un noble Arrigo “a la italiana” que, tratándose de esta versión, es lo que cabe esperar: fue valiente, brillante pese a alguna pérdida del esmalte, de recursos sobrados, y se ganó la ovación de la noche con su aria del acto de la prisión. Personalmente, lo encontré en su mejor forma en los dos grandes dúos con Monforte, supongo que por la excelente versión que del personaje dio Mattia Olivieri en todos los aspectos, aunque la diferencia de edades jugara contra la credibilidad de quién era el padre y quién el hijo. El barítono pareció aún mejor que en su interpretación de Palermo, pese a que el texto lo favorecía más en aquella ocasión: más cuerpo en el centro y grave, agudo libre de toda tensión, expresividad notable. 

En el mismo grado convenció el primer Procida de Alex Esposito, de color adecuadamente oscuro, notable extensión y volumen, intención e intensidad en el fraseo y desenvoltura escénica. Bien los comprimarios: citemos a Carlotta Vichi (Ninetta) y el Sire di Béthune de Gabriele Sagona. Mucho público, incluidos los alumnos de un liceo que se comportaron de modo inmejorable, y grandes ovaciones al final.

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