Il barbiere di Siviglia en San Miguel de Allende

Escena de Il barbiere di Siviglia en San Miguel de Allende

Febrero 9, 2024. La comedia musical en dos actos El barbero de Sevilla, de ingenios musicales y situaciones enredosas del compositor italiano Gioachino Rossini, fue presentada por Pro Música de San Miguel de Allende en dos fechas, el 9 y 10 de febrero de 2024, en el Teatro Ángela Peralta. Lo que aprecié en la función del viernes 9 de febrero fue un buen espectáculo que dio oportunidad, principalmente al elenco de cantantes, de mostrar sus talentos en la vocalmente demandante partitura rossiniana.

El barítono Alberto Albarrán, desde su aparición entre el público, al que repartió algunas flores, confirmó su experiencia en la escena, pues lo respaldan sólidas credenciales entre las que se cuenta haber egresado de la primera generación del Estudio de Ópera de Bellas Artes (EOBA). En buena condición vocal y con atractivos agudos, demostró que conoce el rigor del complicado canto silábico. En su aria ‘Largo al factotum’ probó que estaba en su elemento, pues su Fígaro, un personaje popular que es el “hombre orquesta” de Sevilla, fue cantado y actuado con soltura. En sus intervenciones con el resto del ensamble obtuvo carcajadas del público que llenó la sala a más de tres cuartos de su capacidad.

Gran solvencia en los pasajes de coloratura fue lo que proyectó la soprano Jacinta Barbachano, ganadora del segundo lugar en el Concurso San Miguel 2018, entre otros premios. Como Rosina, mostró un soporte técnico de precisión y conocimiento del estilo en la célebre cavatina de la segunda escena del primer acto ‘Una voce poco fa’, en la que cantó con excelente claridad. En el aria ‘Contro un cor che accende amore’ del segundo acto, se le escuchó buena proyección, salvo el agudo final, que sonó mal resuelto.

El tenor Edgar Villalva, graduado del Conservatorio de las Rosas y egresado del EOBA, ofreció un Conde de Almaviva de sólida técnica y bello timbre. Como intérprete del aristócrata que se enamora de Rosina, logró frescura y naturalidad en su ejecución, como lo mostró desde su serenata ‘Ecco, ridente in cielo’, que resultó elocuente. Interactuó animadamente con el resto del reparto, con natural comicidad en las escenas en las que aparece disfrazado, al final del primer acto como oficial borracho y luego como Don Alonso, el maestro de música alumno de un “indispuesto” Don Basilio, al inicio del segundo acto.

Ganador del tercer lugar en el Concurso San Miguel 2019, el bajo-barítono Rodrigo Urrutia interpretó acertadamente a Don Bártolo, personaje que se cree inteligente pero que es víctima de su necedad. Ejecutó con gran solvencia su aria del primer acto ‘A un dottor della mia sorte’, con gran atención a las intenciones rossinianas; la primera parte, Andante maestoso, con grandilocuencia y la segunda, Allegro vivace, con ligereza y brillantez. Su desempeño escénico fue destacado pues, en los momentos en los que permanecía silente, sus reacciones estuvieron en sincronía con el discurso musical, para lograr así énfasis en lo cómico de las situaciones que lo involucraban.

Como Don Basilio, el bajo regiomontano Rafael Blásquez, ganador del Premio a las Artes UANL 2020, mostró su gran vis cómica y experimentada presencia escénica. En su aria del primer acto ‘La calunnia è un venticello’, y con batuta en mano (que funcionó también como varita mágica), logró involucrar a la audiencia como si estuviera bajo su hechizo. Aquí su voz se percibió ligeramente tensa y el agudo sonó mal timbrado, quizás por la presencia de una flema. Sus interacciones con el elenco fueron divertidísimas en todo momento y generaron sonoras carcajadas del público.

Buen partido fue lo que Akemi Endo, como Berta, supo sacarle a su personaje y así lo demostró en su aria del segundo acto ‘Il vecchioto cerca moglie’. Ganadora del primer lugar en el Concurso San Miguel 2020, escénicamente actuó con naturalidad para la comedia y resolvió sus líneas vocales decorosamente. 

Se extrañó al personaje de Fiorello, el sirviente de Almaviva; supongo que fue excluido por razones de presupuesto. El coro, que en ocasiones representa a músicos, soldados y a la policía, fue otro elemento que estuvo ausente y que fue suplido por la presencia de un único personaje, un oficial policíaco, a cargo del tenor Rodrigo Garciarroyo (finalista en el primer Concurso San Miguel, en 2008), quien cantó y actuó adecuadamente. 

La preparación musical y ejecución al piano de Israel Barrios, coach y pianista del EOBA, fue un muy buen soporte en los recitativos en el teclado electrónico con sonido de clavecín.

El equipo conformado por el propio Garciarroyo en la dirección escénica, Michael Pearl en la producción y Ópera Insurgente y Carolina Vidal en la producción ejecutiva, fue un acierto. La dirección de Garciarroyo mantuvo la atención centrada en el humor vibrante que la obra requiere y fue muy claro que el público se divirtió. El trazo escénico fue limpio y ágil, esto último ocasionalmente en detrimento de los cantantes, quienes tenían que desplazarse con cuidadosa agilidad física. El trabajo de Rafa Blásquez, también como responsable de la multimedia, aderezó cada momento con bellas imágenes exteriores en las que aparece la giralda sevillana, y con decorados interiores con toques españoles de buen gusto. 

La iluminación de Diego Vorrath generó atmósferas a la medida de las situaciones, con agradables tonos azules para las escenas nocturnas y cálidos sepias para los interiores. Los subtítulos en español e inglés a cargo de Óscar Tapia apoyaron en todo momento las acciones de la escena. El mobiliario, vestuario y maquillaje fueron quizás los valores más limitados de la producción.

La participación de la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, de veinticuatro miembros, con Gustavo Rivero Weber como director concertador, ofreció una buena lectura de la complicada partitura de Rossini que apoyó su riqueza narrativa. Compuesta hace más de 200 años en tan solo unas semanas, este Barbero de Sevilla fue sin duda un producto musical elocuente, que brindó una buena velada musical y arrancó muchísimas risas espontáneas del público asistente, en su mayoría norteamericano, que agradeció al final con efusivos aplausos a cada uno de los miembros del elenco, de la orquesta y del equipo de producción. 

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