Il trovatore en Washington
Octubre 29, 2022. Correspondió a la siempre taquillera ópera Il trovatore de Giuseppe Verdi dar el puntapié inicial a la temporada 2022-23 de la siempre convocante Washington National Opera.
Dominando el elenco vocal, Gwyn Hughes Jones tuvo un debut rutilante en la casa como Manrico, personaje que mostró dominar en todas sus facetas. Con una voz no muy grande, pero cálida y fluida, el tenor americano exhibió un seductor canto de proyección uniforme, elegante fraseo y poderoso squillo que hizo recordar a algunos de los grandes intérpretes de la parte del pasado. De sus muchos excelentes momentos vocales, merecen remarcarse su ‘Ah, si ben mio’ de un gusto exquisito; y ya hacia el final de la ópera, su ‘Riposa, o madre’, donde con emotivos acentos buscó apuntalar a su gitana madre en su camino hacia el cadalso. Con mucha solvencia resolvió las exigencias agudas de la ‘Di quella pira’, lo que le sirvió para ganarse el favor del público y hacerse acreedor merecidamente a su parte en las ovaciones finales.
Sin poseer una voz particularmente verdiana y en un parte cuya tesitura no lo puso en ningún aprieto, el barítono inglés Christopher Maltman encandiló con su caracterización del Conte di Luna, devenido en esta ocasión un noble brutal, malhumorado y maltratador, de acuerdo a las exigencias del regista. Cantante de superlativo refinamiento, voz potente, legato impecable y de notable intuición interpretativa, lo mejor de su cosecha debe buscarse en el modo “liederista” en que Maltman elaboró cada frase, extrayendo la intencionalidad justa de cada palabra de sus textos. Su aria ‘Il balen del suo sorriso’ fue un dechado de virtuosismo y uno de los momentos más celebrados de la noche.
Inspiradísimo, el bajo-barítono Ryan Speedo Green alardeó de una voz de enorme sonoridad y de gran autoridad a cargo del rol de Ferrando, el jefe de la guardia del Conte di Luna.
Del lado de las voces femeninas, la soprano americana Latonia Moore dejó ver su afinidad con la parte, componiendo una Leonora que, aunque desajustada en varias ocasiones y oscilante entre el mezzoforte y el forte, fue defendida con dignidad y aplomo. Su voz de aterciopelado color, su seguridad en los agudos y su gran entrega escénica le permitieron salir airosa en su cometido, aunque con lo justo y necesario.
Poseedora de un poderío vocal privilegiado —que no siempre fue capaz de controlar— y de un gran magnetismo escénico, la ascendente mezzosoprano americana Raehann Bryce-Davis fue quien más entusiasmó al público planteando con una voz de bellísimo color, generosa y homogénea, una gitana Azucena gramática “hasta la medula”. Solo deslucida por algunos arrebatos veristas de gusto discutible, su interpretación le dio a la noche momentos de gran impacto emocional.
Los personajes comprimarios fueron servidos con solvencia por elementos locales. El coro de la casa tuvo intervenciones de muchos quilates bajo la atenta dirección de Steven Gathmann. Desde el foso el italiano Michele Gamba hizo una excelente labor al frente de los músicos de la casa, dirigiendo con pulso firme y preciso, cuidadoso estilo y particular atención a la labor de los cantantes.
La puesta en escena, casi sin elementos, de la directora canadiense Brenna Corner, tuvo a su favor haber llevado a buen puerto el desarrollo de la acción de modo dinámico y sin mayores sobresaltos. Si la propuesta visual funcionó, fue gracias al bellísimo vestuario de Martin Pakledinaz y a la cuidada iluminación de A.J. Guba, quienes vistieron y crearon atmosfera en un escenario casi vacío. Los decorados de Erhard Rom demostraron que con inteligencia se puede hacer mucho, con casi nada. Agregaron poco valor las proyecciones de Katy Tucker, buscando echar luz sobre el enmarañado argumento de la ópera. Se lamentó la falta de un mayor desarrollo en las marcaciones actorales.
¿Cómo es posible crear una atmosfera romántica cuando los enamorados cantan uno en cada punta del escenario? Con sus más y sus menos, y habida cuenta de las ensordecedoras ovaciones del público, debo concluir que el resultado final dejó muy contento al público.