Jovánschina en Berlín

Escena de Jovánshina en Berlín © Monika Rittershaus

Junio 16, 2024. Una producción demorada por la pandemia de Covid 19 llegó finalmente a la Staatsoper unter den Linden con bombos y platillos. Claus Guth tiende a crear producciones interesantes, aunque siempre agregando personajes a la acción que no se encuentran en la obra original, y esta no fue la excepción. 

Aunque irritantes, estos nuevos personajes no interfirieron demasiado con la acción, que por la mayor parte estuvo ubicada en la época correcta a fines del siglo XVII. La parte que impactó y mucho fue la apertura del telón, revelando un enorme despacho presidencial moderno, con un secretario que entraba y supervisaba todo para el presidente invisible. Por detrás se observaba la estatua de Pedro El Grande. La acción era constantemente observada y filmada por estos personajes vestidos de blanco (como enfermeros de hospital) y era proyectada sobre el ciclorama. 

Los personajes principales estaban vestidos de época y en pequeños espacios, también de época, con excelentes decorados de Christian Schmidt. O sea, no había forma de confundirse como con producciones de concepto. Los personajes en las óperas de Modest Músorgski llevan el peso de la acción sobre sus hombros y se mueven con autoridad, sin temor alguno. 

En una atmósfera superficialmente tranquila, los personajes se mueven con cierto grado de decoro, excepto el Príncipe Andréi Jovanski, quien no puede contener sus ansias de poseer a Emma. Pero hurgando un poco más profundo, se ven ya las grietas que culminaran en el asesinato de Iván Jovanksi, cometido en forma cobarde por un boyardo leal a la Zarina, Shakloviti. 

Con teatro lleno, esta última función confirmó que, cuando hay calidad, el público berlinés responde con entusiasmo. El elenco fue excelente, comenzando con el bajo finlandés Mika Kares en el rol central del príncipe Iván Jovansvki. Un hombre alto, corpulento, de voz resonante y dicción clara, Kares dominó la escena con su mera presencia. 

El tenor uzbeko Najmiddin Mavlyanov encarnó con ferocidad al príncipe Andréi, que piensa que tiene derechos especiales con las mujeres. Sorprendió por su extenso rango el tenor alemán Stephan Rügamer en el rol del otro príncipe, Golitsin, de la vieja nobleza, preocupado por su futuro mientras que el barítono georgiano George Gagnidze fue el boyardo Fiódor Shakloviti, leal y desleal al mismo tiempo. Muy noble la voz del bajo ucraniano Taras Shtonda como Dosiféi, el líder de los “viejos creyentes”, opuestos a las reformas y por eso perseguidos por los zaristas. Dosiféi es una figura trágica y a la vez imponente. Su inmolación con todos sus seguidores fue un hecho real, que tuvo repercusiones históricas.

Hay dos personajes femeninos principales, uno es la joven Emma, a quien Andréi persigue en forma brutal. La soprano croata Evelin Novak dio vida a este personaje con voz tierna y una actuación que reflejó el temor constante de vivir en esa sociedad. El rol principal femenino es Marfa, previamente amante de Andréi y quien, al oponerse a Shakloviti es condenada a muerte, pero es rescatada por Iván Jovanksi. Marfa representa al pueblo, a la religión, a la piedad y al sacrificio final, pues es ella quien lleva a Andréi de la mano a la hoguera. La mezzosoprano rusa Marina Prudenskaya dio relieve a este personaje crucial, con voz tierna, profunda y cálida de bello color. 

Excelentísimo el coro, protagonista importante en esta inmensa obra y espectacular la orquesta de la casa, la Staatskapelle, dirigida con total control de la dinámica, con fraseo detallado, con volumen aterrador, pero siempre sabiendo donde reducirlo para escuchar a los solistas a la perfección. La concertadora australiana Simone Young es una ya conocida y muy respetada directora en este teatro, y su dirección la elevó a ese lugar privilegiado donde hay muy pocos directores hoy en día.

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