
La tabernera del puerto en Madrid

Escena de La tabernera del puerto de Pablo Sorozábal en el Teatro de la Zarzuela de Madrid © Javier del Real
Junio 12 y 13, 2025. Un brillante broche final de su temporada lírica 2024-2025 tuvo el Teatro de la Zarzuela con la reposición del romance marinero en tres actos La tabernera del puerto, joya lírica española y uno de los más perdurables éxitos del compositor Pablo Sorozábal.
Con libreto de los escritores españoles Guillermo Fernández-Shaw y Federico Romero, y basada en un romancillo marinero publicado un año antes por el propio Federico Romero, la zarzuela narra la historia de amor entre Marola, la tabernera del puerto del título, y Leandro, un joven marinero, en un pequeño pueblo cantábrico de marineros, contrabandistas, borrachos y sardineras.
Considerada por algunos como la última gran zarzuela de la historia, fue estrenada con gran éxito en Barcelona el 6 de mayo de 1936, dos meses antes del comienzo de la guerra civil, y una vez acabada esta contienda, en Madrid en 1940. El elenco vocal doble convocado para la ocasión lució gran calidad y entrega. Como la protagonista, las sopranos Leonor Bonilla y Serena Sáenz resultaron ideales. La primera destacó por la calidad de su voz lirica brillante y atractiva que hizo maravillas en las agilidades de la famosa canción ‘En un país de fábula’. De corte más lirico, la segunda ofreció un canto de rico lirismo, homogénea línea y, con una zona grave más generosa que la primera, cinceló de dramatismo su interpretación. Ambas fueron celebradísimas en los saludos finales.
La parte del pescador Leandro fue perfectamente servida por el tenor argentino Marcelo Puente, quien lució una voz potente, robusta, bien conducida y de agudos seguros. Merece resaltarse de su interpretación su sólido dominio técnico, que le permitió alcanzar interesantes medias voces y filados, labor nada fácil teniendo en cuenta el peso y el tamaño de su voz. Alternando la parte, el tenor Celso Albelo bordó con elegancia, virtuosismo y sensibilidad un Leandro de primer orden y a cuya interpretación solo puede objetarse su cada vez más frecuente búsqueda por cantar en el forte y exhibir su facilidad para alcanzar los agudos. Cada uno a su modo y con lo mejor de lo suyo, le arrebataron a la audiencia estruendosas ovaciones en la famosa romanza ‘No puede ser’, del segundo acto.
Por su parte, el barítono Ángel Òdena puso al servicio del complejo rol del hosco y violento contrabandista Juan de Eguía, una voz de grato color, bello esmalte y exquisita línea de canto. En la escena, resultó convincente y entregado. En la misma parte, todo un éxito se apuntó César San Martín, quien realizó una caracterización muy elaborada del padre de la protagonista. Con unos medios vocales destacables, supo extraerle gran dramatismo y emoción a la parte, brillando muy particularmente en su aria ‘No te acerques, no me persigas’, con la que se metió al público en el bolsillo y se hizo acreedor a una parte de las ovaciones finales.

Rubén Amoretti (Simpson) y Marcelo Puente (Leandro) © Javier del Real
Los bajos Rubén Amoretti y Simón Orfila concibieron, el primero por la profundidad con la que creó su parte y el segundo por la rotundidad de sus medios, caracterizaciones excepcionales de Simpson, el socio inglés en los turbios negocios de De Eguía.
Merecedora de todos los elogios, Ruth González le sacó lustre, tanto en lo vocal como en lo actoral, a la parte del soñador jovencito Abel, músico acordeonista enamorado no correspondido de Marola. La dupla compuesta por Vicky Peña y Pep Molina, retrataron con buenos recursos actorales al matrimonio de borrachos de la sardinera Antigua y el viejo marino Chichorro. Como el dueño del “Café del Vapor”, Ángel Ruiz no dejó escapar oportunidad para lucir todo su histrionismo y comicidad y hacerse del favor del público. Finalmente, Xavier Ribera-Vall aportó autoridad y prestancia a la parte de extraño marinero marsellés Verdier.
El coro de la casa tuvo desempeño correcto bajo la dirección del maestro Antonio Fauró. Al frente de la orquesta de la comunidad de Madrid, el director José Miguel Pérez-Sierra sacó buen partido de los momentos sinfónicos, como el interludio del tercer acto, y de las ricas, heterogéneas y modernas melodías de Sorozábal. En el resto de la zarzuela, su lectura resultó irregular: con momentos excesivamente lentos y otros donde los decibeles complicaron la labor de los cantantes y la comprensión de los diálogos.
A cargo de la dirección escénica, el oficioso Mario Gas ofreció un espectáculo teatralmente tradicional, aunque algo estático y aburrido. Uno de los mayores atractivos de la presentación fue la inspirada escenografía del italiano Ezio Frigerio, quien junto a Riccardo Massironi, le dieron un marco realista y visualmente atractivo al imaginario pueblo costero de Cantabreda donde se desarrolla la acción. La escena del huracán fue muy celebrada, por lo realista y muy bien resuelta. Un importante soporte de calidad dio el cuidadoso vestuario de Franca Squarciapino, la estudiada dirección lumínica de Vinicio Cheli y los creativos videos de Álvaro Luna.
Estas representaciones de La tabernera del puerto se llevaron a cabo en medio de conflictos con el coro de la casa, que en un comunicado sindical adjudicó sus medidas de fuerzas al incumplimiento por parte del Instituto Nacional de Artes Escénica y Música (INAEM) y de la dirección del teatro de los acuerdos laborales pactados y vigentes desde 1996. Esta situación llevó a que la primera representación se llevara a cabo sin intervención del coro.