Les contes d’Hoffmann en Venecia

Escena de Les contes d’Hoffmann de Jacques Offenbach en el Teatro La Fenice de Venecia © Michele Crosera

Diciembre 2, 2023. Casi 20 años después de la última producción veneciana, Les contes d’Hoffmann regresó, despertando un gran interés, al Teatro La Fenice con motivo de la inauguración de la temporada de ópera 2023-2024. Después de una existencia enteramente dedicada al llamado género “menor” de la opereta, en pleno éxito, Jacques Offenbach decidió probar suerte con la ópera concibiendo una partitura particular, interesante y caprichosa, compuesta por una singular variedad de géneros e ideas musicales. 

Se trata de un compendio del arte de Offenbach con elementos estilísticos y expresivos dignos de sus mejores obras. Como es sabido, la obra adolece de diversos problemas filológicos debido a su estado de incompletitud, que por otra parte estimulan constantes reelaboraciones, dando lugar a nuevos desafíos desde el punto de vista interpretativo. 

La producción despertó un gran interés, en particular por la puesta en escena confiada a Damiano Michieletto, que se dedicó sobre todo a la valorización de los elementos más ligeros, vinculados al ámbito fantástico, con cierta atención al género favorito del autor: la opereta. Es así como el protagonista de la historia, más que cuestionarse sobre la existencia, parece más ocupado en protegerse en un mundo surrealista e irracional. Los tres amores se convierten en fantasías de diferentes épocas existenciales: un amor estudiantil por Olimpia; un amor más consciente reservado para Antonia, bailarina de esta producción; un amor perverso y enfermizo por Julieta; y una ilusión que el sentimiento deposita en Stella. 

En todo esto, el diablo realmente tiene los rasgos camaleónicos que caracterizan al personaje en el imaginario colectivo. En general, el espectáculo fue siempre animado y lleno de elementos insólitos capaces de captar la atención y despertar la curiosidad del público. Los decorados de Paolo Fantin, como de costumbre, encajaron perfectamente en la puesta en escena de Michieletto (su colaboración se ha puesto a prueba durante años de colaboraciones continuas), mientras que el vestuario de Carla Teti tuvo la elegancia e inteligencia habituales. También merecen mención el diseño de iluminación de Alessandro Carletti. 

A pesar de su larga vinculación con el título, Frédéric Chaslin, al frente de la sólida orquesta del teatro La Fenice, impartió a la función una dinámica demasiado potente y agógica, a menudo excesivamente tensa y enérgica. Si la dirección carece de ciertos ingredientes refinados, la edición elegida, probablemente por necesidades de dirección, hace aún menos justicia a la obra maestra de Offenbach: es de hecho una mezcla anómala de la versión preparada por Guiraud con la edición crítica de Fritz Oeser, que priva a la partitura de pasajes destacados necesarios para su plena valorización. 

Tanto Iván Ayón Rivas, en el papel de Hoffmann, como Alex Esposito, en el de las cuatro sombrías figuras demoníacas, dominaron a la perfección las múltiples exigencias del fraseo, supervisaron la emisión con perspicacia y ofrecieron una convincente interpretación escénica. 

Las numerosas voces femeninas presentes hicieron malabarismos con la caracterización de los distintos personajes. Rocío Pérez fue una válida Olimpia, capaz de gestionar con perspicacia y habilidad todo el arco de canto dedicado a la autómata; Carmela Remigio interpretó una vital Antonia, gracias a su fraseo y eficacia interpretativa, a pesar de algunos fallos vocales; mientras que Véronique Gens dio forma, con cierto desapego pero buen aplomo, al papel de Julieta. 

Las actuaciones de Giuseppina Bridelli como Nicklausse y Paola Gardina como La Muse también fueron válidas y estuvieron bien elaboradas. El reparto se completó con un enjambre de intérpretes apreciables: el excelente Didier Pieri en los múltiples papeles de Andrès, Cochenille, Frantz y Pitichinaccio; y los eficaces Francesca Giansanti, La Voix; Christian Collia, Nathanaël; François Piolino, Spalanzani; Yoann Dubruque, Hermann y Schlémil; Francesco Milanese, Lutero y Crespel. El aporte del coro de la fundación veneciana dirigido por Alfonso Caiani fue eficaz. Un cálido éxito para toda la empresa.

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