Les martyrs en Viena

Roberta Mantegna (Pauline) y John Osborn (Poleuycte) en Les martyrs de Gaetano Donizetti en el Theater an der Wien © Werner Kmetitsch

Septiembre 25, 2023. Como el Theater An der Wien está en obras, se ha mudado cerca, al Museum Quartier, a una sala espaciosa y cómoda, aunque de acústica no muy buena. Proponer un título rarísimo como la versión francesa (algo más que eso y el ballet correspondiente) de Poliuto de Gaetano Donizetti tiene mucho mérito. Más, por haber conseguido a unos principales notables. Menos, por haberlo estropeado todo con una puesta en escena absurda y una dirección musical sólo “decorosa”. 

El espectáculo (puntualmente abucheado en su debut) parte de la universalización del martirio y, con el pretexto de que el original es en Armenia, rápidamente pasamos al genocidio provocado por el imperio otomano, a otros posibles (la actualidad histórica ya lo ha vuelto menos “contemporáneo”) y sobre todo a las mujeres armenias de diversos nombres con una larga explicación como últimamente toca (en alemán sin subtítulos) durante la obertura, mientras la protagonista se pasea por la escena con expresión de dolor y, al final, el martirio consiste en repartir —en el escenario— T-shirts con nombres de mujeres martirizadas (no sólo armenias aquí). 

Espero no ser cancelado, pero la obra se llama “Los mártires” y también toca algo a los hombres, desde el original del dramaturgo Pierre Corneille, Polyeucte, del que Eugene Scribe sacó parte del nuevo texto. Lo que ocurre con los personajes de gobernador y procónsul es un dislate total (por fortuna los cantantes tenían buen cuerpo), los decorados (la estatua “de Júpiter”) y el vestuario eran horribles e incoherentes, los bailarines-mimos no se limitaron al ballet (unos “legionarios” muy coquetos, vestidos o desvestidos de modo arbitrario), etcétera. 

Nombre para el recuerdo: el director de escena Cezary Tomaszewski. El director musical, Jérémie Rohrer, estuvo “bien”, o sea que la orquesta sonó bien, pero muy apresurada y muy fuerte, y muchas veces se tenía la sensación de que los cantantes corrían tras los tiempos (sendos concertanti). El coro estuvo bien aunque mucho del francés no resultaba comprensible (a lo mejor, ocupados en reír o saltar, no era total responsabilidad de ellos. 

Mattia Olivieri, de cara pintada, interpretó al procónsul romano Sévère © Werner Kmetitsch

Los comprimarios, el tenor Patrick Kabongo (Néarque) y el bajo Nicoló Donini (Callisthènes) estuvieron bien. El gobernador de Armenia Félix fue David Steffens, que tiene caudal pero no grave y suele forzar un tanto sus medios y el masaje con aceite no pareció ayudarlo. El procónsul romano Sévère es un gran rol para barítono, de esos en que Donizetti se especializó antes que Verdi, y Mattia Olivieri no lo desaprovechó. Drogado, torturado, insultado, medio desnudo y en camisón, logró hacer pasar un personaje enamorado y desesperado con magnífica voz, francés inobjetable y gran sentido del estilo. 

Lo mismo puede decirse de los algo menos vilipendiados mártires Polyeucte y Pauline. John Osborn estuvo extraordinario —vaya novedad— en lo vocal (en los concertantes se cuidó un poco e hizo bien, pero sus arias, cabaletta, recitativos y dueto fueron sensacionales) y lo mejor posible en lo escénico. Roberta Mantegna actuó y cantó estupendamente (solo algún grave fue débil) la —aquí— protagonista, y creo que hoy este tipo de repertorio es el que le resulta más adecuado. Agudos y filados parecían juegos de niños, voz estable y homogénea, y buen fraseo fueron sus armas más que peinar alfombras durante su gran dueto con Sévère. Mucho público (pero no localidades agotadas) y mucho éxito.

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