Les troyens en Múnich

Gregory Kunde (Enée) en Les troyens en Múnich © Wilfried Hösl

Mayo 14, 2022. Es siempre una alegría ver que un teatro, grande o no, se acuerda de la obra maestra de Hector Berlioz, en alguna medida aún incomprendida o resistida. La alegría no dura cuando una nueva producción (cara) es tan mala, o estúpida, que su rechazo perjudica a la ópera. 

Nunca vi esta sala con tantos lugares vacíos, que iban en aumento con cada intermedio, con aplausos tan tibios (más alguna protesta aislada: al parecer el primer día fue un huracán de protestass cuando salió a saludar el equipo responsable de la parte escénica) y sin nadie en la puerta que pidiese una entrada y sí en cambio algunos que procuraban vender la propia sin tener, al parecer, mucho éxito.

No conocía antes de ahora a Christophe Honoré y su equipo, y francamente no siento ningún interés en volver a encontrarme con un producto de ellos, si son de este nivel. Hasta se creó expectativa sugiriendo que el espectáculo no era conveniente para menores de 18 años, no sé si por gazmoñería o mala fe. Yo pensé que habría imágenes horribles de guerra en la primera parte (y hay algunos aparatos de televisión que las muestran, pero se ven poco, molestan menos y Andromaque —creo— se encarga de apagarlos). 

En cambio, en la segunda no sé por qué la corte de los cartagineses parece ser exclusivamente homosexual y masculino y tenemos desnudos, arrumacos, y hasta los guerreros troyanos que no quieren partir hablan de sus mujeres locales pero se refieren claramente a dos jóvenes atractivos a los que hasta lanzan besos. Ballets hay, pero no bailados sino interpretados por señores desnudos o desvestidos. Arruinado totalmente el principio del primer acto de Les troyens à Carthage y más o menos igual el resto. Ascagne (supongo) es transgénero porque no sólo lo canta una mujer (como prescribe la partitura, la mezzosoprano Eve-Maude Hubaux), sino que lo parece. 

Pasemos a la música, a la que es difícil destruir aunque se la pueda obstaculizar. Daniele Rustioni dirigió a la excelente orquesta del Estado de Baviera bien, aunque pudo hacerlo mejor: fue irregular, y bastante pobre su concepción de la primera parte, aunque mejoró en la segunda, sin evitar a veces que el sonido desbordara de la fosa. Muy bien el coro de la casa, preparado por Stellario Fagone. 

Como se sabe, el reparto es enorme entre primeros y segundos roles, y casi todos tienen su dificultad. Sobre todos destacó el Énée de Gregory Kunde, aunque la voz está más dura por el paso del tiempo. Marie-Nicole Lemieux fue una muy buena Cassandre, anque en ciertos momentos fue claro que el rol no es para una mezzo sino para una soprano falcon o una cantante con un extremo agudo notable. Stéphane Degout fue un Chorèbe más lírico que dramático, pero en cualquier caso destacable. Ekaterina Semenchuk hizo una buena Didon, aunque equivoca inflexiones y efectos, pero su reina ha mejorado en lo interpretativo y es siempre satisfactoria en lo vocal (además de que se incorporó tarde a los ensayos porque sustituía a una colega). Lindsay Ammann, vestida de pena, fue una Anna eficaz, sobre todo en los graves. No fue el caso del otras veces muy buen bajo Bálint Szabó (pésimo Narbal) y del tenor Martin Miterrutzner (insuficiente Iopas). Bien en cambio el tenor Jonas Hacker en la canción de Hylas. Correctos los otros (de destacar la sombra de Héctor de Roman Chabaranok).

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