Lohengrin en Bolonia
Noviembre 13, 2022. El último estreno. Hacía tiempo que se hablaba de ello y ha llegado el momento de despedirse de la sala Bibiena, con la esperanza de que el optimismo de las autoridades esté bien puesto y podamos volver a la sede dentro de unos años (tres o cuatro, se ha dicho) de renovaciones. La despedida se celebró con un título emblemático en la historia del Teatro Comunale: Lohengrin, de Richard Wagner, que se estrenó aquí en Italia en 1871, cuando nunca se había representado una ópera de Wagner en nuestro país.
Aquí había desaparecido durante exactamente 20 años, desde noviembre del 2002, cuando fue dirigida por Daniele Gatti bajo la dirección de Daniele Abbado. Entonces como ahora Telramund fue Lucio Gallo, quien se ha confirmado, a pesar del paso del tiempo, como un intérprete de gran autoridad que encuentra en el antagonista del Caballero del Grial a uno de sus personajes favoritos. Altivo, orgulloso, se deja influenciar por Ortrud sin dejarse dominar por ella y dibuja un carácter fuerte y equilibrado.
En el podio estuvo Asher Fisch, que propuso un Wagner seco, ágil, lúcido y bien tirante en la narración, con la orquesta siguiéndolo diligentemente sin abrumar el escenario y más bien jugando con colores translúcidos opuestos a las sombras del mundo de Ortrud y la solemnidad de las escenas del conjunto. Excelente también, en todos sus apartados, el coro dirigido por Gea Garatti Ansini, muy presente y bien redondeado en sonido y articulación.
Un poco menos interesante fue el espectáculo de Luigi De Angelis de la compañía Fanny & Alexander, con la dramaturga y diseñadora de vestuario Chiara Lagani. Todo apareció un tanto anónimo y aséptico, entre el cisne proyectado, y las gradas y banquillos de jueces y acusados como escenario. Si acaso, la presencia de un Wagner (Andrea Argentieri) que, envejeciendo de acto en acto, primero sueña, luego concibe y finalmente escucha su obra, parece un mero y superfluo relleno; asimismo, dado que no tenemos un tenor que sea exactamente el prototipo físico del príncipe azul y el caballero inmaculado e intrépido, hacerlo subir y bajar por el escenario descalzo y en pijama al comienzo del tercer acto no parecía una muy buena idea Desafortunadamente, Vincent Wolfsteiner no fue ni siquiera el elemento principal del elenco, porque no pudo presumir del canto cortesano y poético que uno esperaría de Lohengrin, y mostró signos de cansancio en el crucial Cuento del Grial.
Por otro lado, destacó la excelente Ortrud de Ricarda Merbeth, que sin ceder en lo más mínimo lució un metal brillante en los agudos, todo el poder feroz, arcano y luciferino, melifluo si es necesario, de un personaje contemporáneo de Lady Macbeth de Verdi (la primera versión fue en 1847, mientras que Lohengrin debutó en 1850) y recuerda a la Englatine de Euryanthe de Weber (1823). El contraste con la pequeña Elsa de Martina Welschenbach también fue adecuado.
En el papel de Heinrich der Vogler fue un placer redescubrir la clase y la experiencia de Albert Dohmen, mientras que Lukas Zeman quizás no sea el más autoritario de los Heraldos del rey, pero cumplió bien su cometido, al igual que los nobles brabantinos Manuel Pierattelli, Pietro Picone , Simon Schnorr y Victor Shevchenko, así como los pajes (aquí damas) Francesca Micarelli, Maria Cristina Bellantuono, Eleonora Filipponi y Alena Sautier. Simone Cetera y Alessandro Antonino se alternaron en el papel del pequeño duque Gottfried. Al final, hubo aplausos para todos.