Orfeo ed Euridice en Valencia

Carlo Vistoli y Francesca Aspromonte en Orfeo ed Euridice de Gluck en el Palau des Arts de Valencia © Miguel Lorenzo y Mikel Ponce

Marzo 5, 2024. La ópera Orfeo ed Euridice de Christoph Willibald Gluck no se había representado en el valenciano Palau de les Arts, sala apenas inaugurada en 2006, y lo ha hecho de la mejor manera, con una propuesta escénica del canadiense Robert Carsen (una coproducción entre el parisino Théâtre des Champs Elysées, el Teatro dell’Opera de Roma la Canadian Opera Company y la Ópera Royal de Versalles) que deja sin aliento desde que se alza el telón hasta que cae. Primero, por la belleza desnuda de un escenario, enorme en este caso, que parece que estuviera vacío. Pero no es así. 

Ahí hay una escenografía (Tobias Hoheisel) casi milimétrica que funciona en el sentido de la dramaturgia, al igual que la precisa iluminación (Peter van Praet y Carsen) que subraya lo necesario para continuar reforzando una idea central: el amor, la muerte y su transcendencia en la vida de cada uno de nosotros. El vestuario negro y blanco, firmado también por Hoheisel, no determina con claridad el período temporal en que está situada la trama, haciéndola universal y atemporal.

En el foso, la Orquesta de la Comunidad Valenciana, con instrumentos modernos y plantilla reducida a los requerimientos de la obra, fue dúctil, con tiempos vivos y sonido brillante, a veces con volumen demasiado caudaloso. La dirección musical de Gianluca Capuano fue modélica por la autoridad y el mimo con el que trató a la obra, a las voces solistas y al espléndido Coro de la Generalitat, irreprochable en su despliegue actoral y vocal, convirtiéndose en un destacadísimo cuarto personaje de una obra que no llegó a la hora y media de duración. 

Antes del inicio de la representación, se anunció por megafonía que el contratenor Carlo Vistoli no estaba del todo bien, pero asumiría, “por deferencia al público», su parte en la función de esa noche. En la sala se escuchó un rumor de decepción, pero en cuanto empezó a cantar nos dimos cuenta que no era para tanto. Es el contratenor de estos años: buen actor, con un caudal vocal que corre y llena salas tan grandes como la de Les Arts, de timbre atractivo y que sabe manejar con muy buen gusto. 

La soprano Francesca Aspromonte, una voz de bello timbre y muy adecuada para el personaje de Euridice, especialmente en combinación con Vistoli, que recreó al personaje con seguridad y cierta frialdad, sin duda marcada por la maravillosa dirección de actores. Más desenvuelta evolucionó, como un pizpireto Amor, sobre el escenario la soprano Elena Galitskaya, con voz clara, con punta y argentino brillo en la zona aguda.

Una noche de ópera en mayúsculas, con intérpretes (coro, orquesta, solistas, dirección musical y puesta en escena) redondos. Al finalizar, el público vitoreó a todos los artistas que comparecieron en el escenario y todos nos fuimos muy contentos de haber visto una representación en la que todo funcionó con brillantez y precisión.

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