Polifemo en Estrasburgo
Febrero 5, 2024. La Opéra National du Rhin ha repuesto Polifemo (1735), obra de Nicola Porpora, autor hoy poco conocido que en su día fue comparado en Inglaterra con George Friedrich Händel. La ópera, con libreto de Paolo Antonio Rolli, nunca antes vista en Francia, reunió en una sola historia a personajes y episodios de la Odisea de Homero y las Metamorfosis de Ovidio, tomando como personaje central el cíclope gigante Polifemo.
El abyecto monstruo ama a Galatea, que preferirá a Acis, el pastor siciliano, y encarcela al héroe de Troya, Ulises y a sus hombres. Ellos se librarán de él cegando su único ojo con la ayuda de la ninfa Calipso… a su vez futura carcelera de Ulises.
Desde el punto de vista musical, la obra responde a la perfección a los estándares del siglo XVIII, vale decir: una sucesión de arie da capo entrelazadas con diálogos recitados, alguno también cantados, con fondo musical del continuo o bien con la orquesta entera. La obra culmina con la ya hoy célebre aria ‘Alto Giove’, pieza de gran belleza y de infinita dificultad técnica vocal.
Bruno Ravella, director de escena, se las ingenió muy acertadamente para situar la acción en un estudio cinematográfico donde se está preparando y se filma una película del género péplum con este argumento. Manera justa y cabal (aunque muy peligrosa también) de dar un toque de modernidad a la historia. Se puede pensar en el estudio romano de Cinecittà, cuna de tantos y tantos filmes de esta especialidad. Los actores durante las primeras escenas memorizaron los textos, cantando con el guión del filme en la mano.
Seguidamente ejecutaron también las acciones apuntadas, con vestuario y frente a las cámaras tomavistas. En suma, realizan la película. El director de escena no desdeñó intercalar gestos de humor —muy bienvenidos— y supo dinamizar el escenario utilizando con ciencia y arte a extras que iban facilitando a los cantantes sus desplazamientos o también ocupándose del material escénico como las cámaras tomavistas, accesorios y demás. Todo ello sin interrumpir la atención del público sobre lo esencial y sin menoscabo de la continuidad del relato.
Los decorados, obra de Annemaria Woods, con el Vesubio en el fondo, habitáculo del monstruoso Polifemo, por ingenuos reforzaron el carácter mítico de las situaciones dramáticas propuestas y fueron un excelente complemento visual de la producción.
El reparto, bien equilibrado, estuvo capitaneado por Franco Fagioli, en el cénit de su arte, en el papel de pastor siciliano Acis, amante afortunado de Galatea. El contratenor argentino hizo gala de un órgano vocal de primerísima magnitud. Interpretó no menos de cuatro arias y coronó su actuación con la ya citada e imposible aria ‘Alto Giove’, ejercicio solo posible para un verdadero divo de la especialidad.
El también contratenor Paul-Antoine Bénos-Djian fue abundantemente y muy justamente aplaudido por su interpretación emotiva y emocionante del astuto Ulises. El bajo boliviano José Coca Loza fue un Polifemo malvado, como lo pedían los cánones. Vocalmente, interpretó su papel con voz firme, justa, de fraseo elegante y timbre viril.
La soprano neozelandesa Madison Nonoa como Galatea fue afinando su voz y su actuación dramática a lo largo de la velada hasta conseguir izarse al nivel de sus compañeros masculinos y dar, en la segunda parte de la velada, una soberbia interpretación de su personaje. La contralto francesa Delphine Galou como Calipso, y sobre todo la soprano australiana Cassandra Wright como Nerea, en perfiles de menor cuantía, aportaron doctamente su contribución al extraordinario éxito de la noche.
Nada de lo que viene apuntado hubiese sido posible en esta espléndida noche sin el apoyo incondicional y omnipresente de la orquesta Le Concert d’Astrée llevada de la mano firme —mano de hierro en guante de terciopelo— de su directora y fundadora Emmanuelle Haïm, a nuestro entender el verdadero pilar de la representación.