Armando Agnini, director de escena

Armando Agnini, director de escena © Morton Photo

Hace unos 13 años, cuando participé en una producción de Tosca de Puccini en San Miguel de Allende, conocí a la señora Luisa Agnini Field, que cantaba en el coro. Aunque es originaria de Cambridge, Massachusetts, desde que la conozco ha sido residente de SMA.
Un día que cenamos en un restaurante italiano, le platiqué de la revista Pro Ópera —que he editado ya por más de 25 años— y ella me contó que era hija del director de escena Armando Agnini. La verdad, yo no sabía quién era su padre. Había muerto en 1960. Días después nos reencontramos y me dio un expediente con recortes de periódicos, fotocopias de artículos de revistas y fotografías impresas que revisé de un vistazo, y le prometí que escribiría un artículo. Cuando regresé a la Ciudad de México, puse el expediente sobre mi pila de pendientes… y ahí se quedó.
Meses después, durante una mudanza de mi “home office” de un cuarto a otro de mi departamento, el expediente desapareció. Se había traspapelado. A lo largo del tiempo, cada vez que hacía contacto con Luisa, ella me pedía que le devolviera los materiales que me había prestado, y yo me ponía a buscar el expediente… sin suerte. Hasta que un día finalmente apareció. Estaba revuelto con otras carpetas en un cajón de mi escritorio. Así que me puse a leer el expediente, e hice mis propias indagaciones en Internet. Lo que sigue es un breve recuento de la fascinante vida y obra de Armando Agnini. Al leer acerca de ciertos pasajes de su vida, me di cuenta que siempre sí sabía quién era: a través de su trabajo.

Armando Agnini nació el 11 de julio de 1884 en Nápoles, donde primero estudió en el Regio Conservatorio di Musica (tocaba el chelo) y luego se mudó a París donde consiguió trabajo como tramoyista en el teatro de Sarah Bernhardt. (Por cierto, dentro de un año se cumplirá el 140 aniversario de su natalicio.)

En 1902, a los 18 años de edad, Agnini se embarcó rumbo a Nueva York y empezó su carrera escenográfica en la Ópera de Montreal en 1908, donde estuvo tres años; luego, fue director de escena en la Ópera de Boston en 1913, donde estuvo cuatro años.

En 1917, el entonces director del Metropolitan Opera de Nueva York, Giulio Gatti-Casazza, contrató a Agnini para participar en un proyecto insólito: el montaje del Trittico de Giacomo Puccini: tres óperas breves, de un acto cada una —Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi— que se presentarían una tras otra en la misma función. El estreno absoluto tuvo lugar el 14 de diciembre de 1918.

Agnini en 1919, al debutar con el Met

Director de escena de la Ópera de Nueva Orleans, 1954

Cuatro meses después, el 26 de abril de 1919, Agnini debutó como director de escena en el Met en una producción de I puritani de Bellini, con un elenco encabezado por María Barrientos, Hipólito Lázaro, Giuseppe de Luca y José Mardones… Le ha de haber ido muy bien en ese estreno, porque Agnini se quedó en el Met por los siguientes 15 años, donde dirigiría un total de 163 producciones operísticas y galas, hasta 1934. Según el periodista Sim Myers, autor de una semblanza de Agnini, el director de escena tenía fama de que se sabía 120 óperas de memoria, “pero no solo la música y el libreto, sino también la puesta en escena…”.

Fue durante esos años del Met cuando conoció y trabó amistad con su compatriota napolitano: el tenor Enrico Caruso (1873-1921), quien alguna vez dijo que Agnini era su director de escena favorito. Trabajó también en esos años con (en orden estrictamente alfabético): Salvatore Baccaloni, Lucrezia Bori, Geraldine Farrar, Kirsten Flagstad, Amelita Galli-Curci, Mary Garden, Beniamino Gigli, Maria Jeritza, Giacomo Lauri-Volpi, Lauritz Melchior, Lily Pons, Rosa Ponselle, Tito Schipa y muchos más.

Entre las producciones más destacadas que dirigió en Nueva York está Il barbiere di Siviglia de Rossini en 1924, que protagonizó el barítono Titta Ruffo, la soprano Elvira de Hidalgo (quien después sería la maestra de Maria Callas) y el bajo Adamo Didur.

Dirigió también las últimas funciones de Boris Godunov de Mussorgski, que Feodor Chaliapin en el rol protagónico cantó cada año en el Met de 1921 a 1929, en ruso, mientras el resto del elenco cantaba en italiano. (En la última temporada de Chaliapin en el Met, el bajo romano Ezio Pinza cantó el rol de Pimen, después del cual se convirtió en el Boris del Met por casi tres lustros, hasta que Estados Unidos se involucró en la Segunda Guerra Mundial contra Japón, Alemania e Italia, y Pinza —quien estaba a cuatro meses de obtener su ciudadanía estadounidense— fue detenido por el FBI bajo la sospecha de ser simpatizante del Eje.)

Escena de Tonight We Sing, con Ezio Pinza como Feodor Chaliapin. Agnini aparece a la derecha de Pinza, sosteniendo el báculo de Boris Godunov

Armando Agnini fue invitado como director de escena de la San Francisco Opera (SFO) desde su creación en 1923, por el fundador de la compañía, su tío el pianista y director de orquesta italiano Gaetano Merola (1881-1953), donde diseñó la que ha sido tal vez su producción más famosa: Tosca de Puccini, la primera ópera de la temporada inaugural del nuevo teatro, el War Memorial, en 1932, y cuyas ideas (y algunos elementos de utilería originales) siguen inspirando nuevas producciones basadas en sus diseños.

Agnini no solo trabajó por más de 30 años con la SFO, sino que también fue contratado por otras compañías estadounidenses, como las Óperas de Filadelfia, Pittsburgh y Chicago. En la Ópera de St. Louis, el Festival de Ravinia y el Hollywood Bowl, se volvió experto en la creación de producciones al aire libre.

En Europa trabajó en Londres y París; y en América Latina fue director huésped en Buenos Aires, Rio de Janeiro y el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, en 1949 y 1951.

Respecto de su estancia en México en 1949, Horacio Flores-Sánchez, en la revista Mañana del 22 de agosto de 1949, escribió: “Los escenarios no pueden considerarse como los mejores que podrían haberse usado. Viejos y de concepción anticuada, no hicieron honor a la fama de que ya gozamos en México por los decorados. El maestro Armando Agnini, sin embargo, supo combinarlos con la mayor sapiencia…”

Elvira de Hidalgo con su alumna Maria Callas

En el libro Maria Callas: la divina, prima donna assoluta, la voz de oro del siglo, por José Félix Patiño Restrepo [Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, cuarta edición, 2012], el autor hace el siguiente recuento:

“A finales de junio de 1951, Maria Callas emprendió su segundo viaje a México, el cual se continuaría con presentaciones en Sur América, en São Paulo y Río de Janeiro (…) En el Palacio de Bellas Artes, Callas inició su segunda temporada mexicana con Aida el 3 de julio de 1951, que repitió el 7 y, como función extraordinaria, el 10. El gran tenor Mario del Monaco era Radamès; Oralia Domínguez, notable mezzo-soprano mexicana, era Amneris; Giuseppe Taddei era Amonasro; Roberto Silva era Ramfis; e Ignacio Ruffino, el Rey. Oliviero de Fabritiis era el director, con escenografía de Armando Agnini y coreografía de Carletto Tibón (…)

“Luego de las tres Aidas, Callas cantó su primera Traviata mexicana con Cesare Valletti el 17 de julio, y la repitió el 19, 21 y 23. Callas trajo un fastuoso vestuario, hecho en Florencia. Cesare Valletti interpretó a Alfredo, Giuseppe Taddei y Carlo Morelli a Germont (…) El director también fue Oliviero de Fabritiis. La dirección de escena estuvo a cargo de Armando Agnini y la coreografía era de Gloria Mestre (…) La Traviata del 17 de julio fue la primera transmisión televisada de una ópera en México…”

La versatilidad de Agnini era tal que inclusive incursionó como “asesor técnico” en Hollywood en la filmación de varias películas. Entre sus películas “operísticas”, mencionaré Metropolitan (con el barítono Lawrence Tibbett en 1935) y Tonight We Sing, sobre la vida del productor Sol Hurok (con Ezio Pinza y Roberta Peters, en 1953, en la que Pinza aparece en el rol de Chaliapin como Boris Godunov). 

Agnini también participó en el diseño escénico de la cinta basada en uno de mis cuentos favoritos de Ernest Hemingway, Las nieves de Kilimanjaro (con Gregory Peck, Susan Hayward y Ava Gardner en 1952).

Agnini con Mario Lanza, ensayando Madama Butterfly con Kathryn Grayson en 1950

The Great Caruso, de 1951

En 1947, Agnini hizo su debut como director de escena en la Ópera de Nueva Orleans donde, entre otras producciones, dirigió Faust con Ezio Pinza en el rol de Méphistophélès. En 1948 dirigió a Mario Lanza —en una de sus raras incursiones operísticas— como B. F. Pinkerton en dos funciones de Madama Butterfly en Nueva Orleans, y en 1950 con trabajó nuevamente con Lanza como “director de escenas operísticas” en la cinta musical The Toast of New Orleans, donde el tenor interpretó a un pescador con un talento natural para cantar que se enamora de una cantante de ópera (Kathryn Grayson).

Un año después, en 1951, Mario Lanza interpretaría al tenor Enrico Caruso en la cinta The Great Caruso, cuya banda sonora —una colección de ocho arias para tenor de Rigoletto, Tosca, L’elisir d’amore, La Gioconda y Pagliacci que tenía mi padre en un acetato de 33 revoluciones— fue el primer disco operístico que escuché en mi vida y que me “contagió el bicho de la ópera”.

Con esos antecedentes, Armando Agnini fue nombrado director de escena de la mencionada compañía de Louisiana a partir de 1954, donde dirigió más de 35 producciones distintas hasta su muerte, seis años después. 

Armando Agnini murió de un infarto a los 75 años de edad en Nueva Orleans, el 27 de marzo de 1960. Le sobrevivieron su viuda, Madeleine Leweck Agnini, y sus hijas Luisa y Cristina.

PD: Luisa, lo prometido es deuda. Tarde pero seguro.
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