Michele Pertusi: “Los bajos somos como los defensas centrales”

Michele Pertusi: «Las voces graves estamos en roles de respaldo, siempre en espera de alguna ópera donde estemos en igualdad de oportunidades» © Edoardo Fornaciari

El bajo Michele Pertusi ha sido uno de los cantantes más aclamados tanto por el público como por la crítica durante varias décadas. Nacido en enero de 1965 en la ciudad de Parma (Italia), una ciudad profundamente ligada a la lírica siendo la cuna de Giuseppe Verdi y Arturo Toscanini, Pertusi se erige como una de las voces graves más representativas y reverenciadas del panorama internacional.

A lo largo de su ilustre carrera, Pertusi ha dejado una profunda huella en los escenarios de ópera más destacados del mundo. Su talento ha resonado numerosas veces en los más sagrados escenarios líricos a nivel mundial, desde el majestuoso Teatro alla Scala o el Metropolitan Opera de Nueva York, hasta el emblemático Royal Opera House o la venerada Ópera Estatal de Viena, solo por nombrar algunos.

Con más de 70 roles en 60 óperas, su repertorio abarca una gama diversa de obras, desde las composiciones de Mozart-Da Ponte (Leporello, Figaro, Don Alfonso) y Rossini (Alidoro, Assur, Don Basilio, Maometto II, Moïse, Mustafà, Selim), Bellini (Giorgio en I puritani, Oroveso en Norma Rodolfo en La sonnambula) y Donizetti (Raimondo en Lucia di Lammermoor y el protagonista de Don Pasquale), hasta las dramáticas óperas de Verdi (Falstaff, Filippo II, Oberto, Silva, Sparafucile), entre otros compositores de renombre. 

Dotado de una voz profunda y resonante, Pertusi es reconocido por su sobresaliente habilidad actoral, capaz de dar vida a una variada gama de personajes en el escenario. Su impecable dote histriónica y su capacidad innata para transmitir emociones a través de su canto lo distinguen como una figura emblemática en el mundo de la ópera.

Durante la nueva puesta en escena de Guillaume Tell en el Teatro alla Scala, donde interpreta el papel epónimo que da título a la obra, el distinguido bajo parmesano platicó en exclusiva con Pro Ópera desde Milán.

Guillaume Tell de Gioachino Rossini en la Scala (2024) © Brescia e Amisano

Maestro, muchas gracias de antemano por su tiempo en medio de funciones en las que canta un rol tan demandante como el de Guillaume Tell. Aprovecho para empezar por ahí: ¿cuál es su relación con este personaje complejo y vocalmente difícil?
Me parece un personaje hermoso y dramatúrgicamente completo. Sin embargo, es un papel escrito para un barítono que me plantea considerables problemas técnicos y de interpretación. De hecho, no estaba convencido de aceptar este compromiso y durante los ensayos tuve momentos en los que pensé que no podría lograrlo, pero confié en la música de Rossini y todo salió bien.

Demos un salto al pasado, volviendo a sus inicios artísticos. Nació y creció en Parma, una ciudad fuertemente ligada a la música, o más bien a la ópera. Además, rodeado de una familia muy musical. ¿Cómo recuerda su infancia?, ¿su primer acercamiento a la ópera?
Tuve una infancia tranquila y muy normal. En mi juventud practiqué varios deportes: fútbol, tenis, natación y voleibol, sin destacar en ninguna disciplina. Pasé mucho tiempo con mis abuelos, que eran grandes entusiastas de la ópera, y escuchaban las retransmisiones en la radio y también muchos discos de los más grandes cantantes. Escuchando poco a poco me apasioné por el canto también gracias a mi abuelo paterno, que tenía conocimientos de técnica vocal y me explicó un poco el canto. En mi memoria, la primera aria que escuché fue ‘Di quella pira’ con Mario Del Monaco: así empezó mi vida operística.

Don Basilio, con Pietro Spagnoli (Don Bartolo, sentado) en Il barbiere di Siviglia en el Rossini Opera Festival de Pésaro

Después de pasar innumerables veladas en el Teatro Regio de Parma como espectador —que además de ser el teatro de su ciudad natal, es un referente mundial—, ¿qué nos puede contar sobre la primera vez que subió al escenario, pero ya como artista?
Era mayo de 1980, tenía 15 años y cantaba en el coro de Manon de Massenet: ese fue mi primer paso en el escenario. Parma en aquella época era una ciudad muy viva y en aquellos años se creó el Coro Juvenil del Teatro Regio di Parma bajo la sabia dirección del maestro Adolfo Tanzi, que ya no está entre nosotros y a quien siempre recuerdo con gran estima y afecto. De vez en cuando pienso en esa época irrepetible con un dejo de nostalgia.

¿Y como solista?
En 1982 canté un pequeño papel en la ópera Ubu Re de Renato Falavigna (1927-2011), entonces director del Conservatorio de Parma y sensible compositor. Yo todavía formaba parte del coro y me pidieron que actuara como solista; acepté y poco después debuté en el coro de los “grandes” del Regio de Parma, donde tuve la suerte de preparar varios títulos con el maestro Romano Gandolfi, otro gran músico que me enseñó mucho.

En 1985 debuté en un concierto con Katia Ricciarelli y en 1987 fue ya oficialmente mi debut en una ópera: Sparafucile en Rigoletto, en compañía de Leo Nucci, Alfredo Kraus y Luciana Serra; en el podio estaba el magnífico maestro Angelo Campori.

Oroveso en Norma de Vincenzo Bellini en Parma © Roberto Ricci

Desde hace unos años imparte usted eventualmente clases magistrales y enseña a jóvenes cantantes. Cuando era estudiante, ¿le hubiera gustado tenerse como profesor?
No me considero un profesor en el sentido académico del término. En las clases magistrales que imparto, más que enseñar canto, trato de no sobrecargar de conceptos a los alumnos, intentando explicar el canto de una forma sencilla y lógica. Como estudiante tuve excelentes profesores…

Se podría decir que para el tenor o la soprano el aplauso está casi garantizado al final de una función, pues sus arias son las que la gente conoce en todo el mundo. Profesionalmente, ¿qué dificultad adicional tendría un bajo? ¿Es más difícil posicionarse para voces graves? ¿Cuáles serían las ventajas del registro profundo?
Para hacer una comparación futbolística, digamos que los bajos somos como los defensas centrales, los barítonos son los mediocampistas, y las sopranos y tenores son los goleadores.

Hablando en serio, las voces más agudas son las más expuestas y las más esperadas. Las voces graves estamos en roles de respaldo, siempre en espera de alguna ópera donde estemos en igualdad de oportunidades.

Don Pasquale de Gaetano Donizetti en Palermo © Rosellina Garbo

Si alguien se siente mal va al médico, quien tiene problemas legales busca un abogado… ¿el que quiere limpiar o purificar su voz qué debe cantar? ¿Qué compositor debería interpretar?
No existen reglas precisas sobre la elección de las piezas que pueden ayudar a arreglar la voz. A Mario Del Monaco le ayudaba cantar ‘Vesti la giubba’ de Pagliacci de Leoncavallo. Pero otro tenor podría beneficiarse cantando mejor a Mozart o a Bellini.

Sin embargo, lo que puedo decir sobre este tema es que es necesario practicar teniendo en cuenta dos principios básicos: legato y gola aperta (ligado y garganta abierta); es decir, el sonido libre y sin restricciones. Todo lo demás parte de ahí.

Recientemente ha cantado papeles serios como Attila, Filippo II de Don Carlo, Enrico VIII de Anna Bolena, pero también papeles divertidos como Selim de Il turco in Italia, Mustafà de L’italiana in Algeri, Don Pasquale, etcétera. ¿Qué le gusta más: la comedia o el drama? ¿Interpretar papeles serios o divertidos?
He cantado muchas óperas buffas y todavía interpreto algunos papeles brillantes, pero mi temperamento es dramático y me reflejo más en papeles de óperas serias. Dicho esto, sin embargo, no lamento haber interpretado papeles divertidos que tanto me han dado en carrera en materia de prestigio. Pero si tengo que elegir entre Don Pasquale y Filippo II, elijo el segundo.

Filippo II en Don Carlo de Giuseppe Verdi en  Milán © Brescia e Amisano

¿Cuál requiere más dedicación y/o estudio?
Es cierto que entre lo divertido y lo serio hay diferencias sustanciales, incluso técnicas, pero el trabajo preparatorio debe realizarse siempre con el máximo empeño y la más celosa dedicación, ya se estudie a Selim o a Silva.

¿Cuál es su personaje preferido para interpretar?
Don Quichotte de Massenet es un personaje que me conmovió profundamente a pesar de que solo lo he interpretado una sola vez. Ahora mi personaje favorito es Filippo II en Don Carlo, que también es mi ópera favorita.

¿Y para ver como espectador?
Creo que sería Tosca. Un personaje al que nunca me enfrentaría es Scarpia.

¿Cuál es su próximo compromiso más esperado?
El próximo noviembre inauguraré la temporada de la Ópera de Roma como Fiesco en Simon Boccanegra bajo la dirección de Michele Mariotti y con mi amigo y hermano Luca Salsi, ¡así que no veo la hora de empezar!

Creonte en Medea de Cherubini, con Janai Brugger (Glauce) en el Metropolitan Opera de Nueva York © Marty Sohl

¿Encuentra positivo o negativo que hoy en día los cantantes tengan que dedicar tanto tiempo y presupuesto a su “imagen pública”? Para darse a conocer, a las redes sociales, a dar entrevistas, a ir a cenar con el patrocinador, etcétera. Un fenómeno que no ocurría tanto hace unas décadas.
Es una señal de que los tiempos están cambiando. No sé si definir este fenómeno como negativo o positivo. Todo se puede hacer con atención y equilibrio, pero las redes sociales no deben quitar tiempo al estudio de la técnica y al estudio en profundidad de los roles a desempeñar. Ser cantante de ópera hoy, como ayer, tiene reglas y debemos asegurarnos de respetarlas. Luego puedes aparecer en las redes sociales, ir a a cenas y eventos sociales, pero esa no es nuestra misión. Se puede hacer de todo, pero con límites.

Y como es tradición, para concluir una entrevista, siempre pregunto: ¿cuál es el aria para cualquier otro registro vocal que lamenta que no haya sido escrita para bajo? Esa que le hubiera gustado cantar en el escenario…
‘Quando le sere al placido’ de Luisa Miller. En mi opinión es el aria más bella escrita por Verdi.

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