Tabaré en Madrid

Marina Pinchuk, Luis López Navarro, Maribel Ortega y Alejandro del Carro cantan Tabaré en concierto en el Teatro de la Zarzuela © Javier del Real

Marzo 6, 2022. Tomás Bretón (1850-1923) fue uno de los principales compositores españoles de su época y su mayor empeño fue consolidar la ópera nacional española. Con Ruperto Chapí (1851-1909) y Felipe Pedrell (1841-1922) consiguieron hacerle un hueco a la hegemonía de la ópera italiana, con las cuotas de repertorio alemán y francés, en las carteleras de los teatros españoles de finales del siglo XIX e inicios del XX. 

Bretón dejó óperas como Guzmán el Bueno (1876), Los amantes de Teruel (1889), Garín (1892), La Dolores (1895), Raquel (1900), Farinelli (1902) y Don Gil de las calzas verdes (terminada en 1910 y estrenada en 1914). Algunas de ellas se han rescatado en las últimas décadas y ahora tocó el turno, gracias a la encomiable labor del Teatro de la Zarzuela, a su última ópera y de la que más satisfecho se sentía.

Tabaré recoge la epopeya del mestizo en los primeros años de la colonización hispana de lo que hoy es Uruguay, basada en el poema compuesto por Juan Zorrilla de San Martín. Se estrenó en Madrid en 1913, en el Teatro Real, y luego de tres funciones no volvió a escucharse. Habría que señalar que la editorial italiana Ricordi tenía casi un monopolio en el Teatro Real. Hoy no existe este problema pero el Real pasa de puntillas en las recuperaciones del legado lírico hispano. En la Zarzuela se han recuperado en fechas recientes las óperas Circe de Chapí y el mencionado Farinelli de Bretón, mientras que en el Real en este período solo se ha recuperado Don Fernando el Emplazado de Zubiaurre.

Bretón utiliza la lucha de los pueblos originales de la zona del Mar del Plata y los recién llegados europeos para gestar un drama lírico de gran envergadura, con una densidad orquestal notable y unos personajes un tanto monolíticos pero bien recreados musicalmente. 

A juzgar por lo escuchado en esta segunda y última función, imagino que pasarán décadas para que este Tabaré vuelva a escucharse o verse (existen otras cinco óperas, de igual número de compositores, basados en el texto de Zorrilla de San Martín). Las partes vocales de la pareja protagonista, tenor y soprano, son endiabladamente difíciles y el libreto, del propio Bretón, es plúmbeo.

El personaje del mestizo Tabaré, indígena charrúa por vía paterna y español por vía materna, fue cantado en el estreno por el tenor Francisco Viñas. En esta ocasión le fue encomendado a Andeka Gorrotxategi. Sufrió y sufrimos con él durante toda la función. La línea vocal para Tabaré está escrita en la zona de paso y esa noche Gorrotxategi simplemente no pudo. Dejó frases enteras sin cantar y otras a media voz. En fin, como espectador fue una función para olvidarla y ojalá que al cantante le sirva para reflexionar sobre su repertorio. 

La soprano Maribel Ortega fue Blanca, la joven andaluza hermana del capitán Gonzalo, puso su estupenda voz, de lírico ancha, al servicio de la música. Fue su debut en el teatro y esperemos verla nuevamente en otros personajes. El barítono Juan Jesús Rodríguez mostró su hermoso timbre y autoridad como Yamandú y el tenor Alejandro del Cerro fue un Gonzalo valiente, bien timbrado y musical. Destacó el bajo Luis López Navarro en su doble cometido (Siripo/Padre Esteban) por su poderoso caudal sonoro, al que podrá sacarle más provecho con el paso del tiempo. El barítono ucraniano Ihor Voievodin sobresalió por su cuidada interpretación como uno de los soldados del fuerte, sin demérito para los otros (el bajo-barítono David Oller, el tenor César Arrieta y el barítono Javier Povedano. Mención aparte merece la mezzosoprano bielorrusa Marina Pinchuk que lográ hacer realidad aquello que dice “no hay papeles pequeños”. Como Luz, también hermana del capitán Gonzalo y Blanca, brilló en la plegaria a cuatro voces y no pasó desapercibida en ninguna de sus intervenciones. 

La Orquesta de la Comunidad de Madrid y el Coro titular del Teatro de la Zarzuela, bajo la batuta de Ramón Tebar, no parecieron estar muy condescendientes con sus colegas solistas. Tebar mostró más detalles expresivos en las partes instrumentales que acompañando a las voces. En breve, este Tabaré decepcionó a muchos de los que estuvimos en la función.

Bretón es más recordado y admirado por la zarzuela La verbena de la Paloma, una joya de lírica se le mire por donde se le mire y pésele a quien le pese, incluído Bretón. Tabaré es un operón agotador y hasta cierto punto presuntuoso, con una obertura excesivamente larga. Aunque se quede otros cien años “olvidada”, el recuerdo de Bretón no caerá en el olvido. El público aplaudió con condescendencia a todos los artistas.

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